Los Gobiernos “revolucionaros” (como los actuales Gobiernos de Venezuela y Bolivia), un ejemplo sin igual de “oscurantismo”, empeñados  como están en que políticas que en el pasado siempre  y en todas partes han generando un incremento permanente de la pobreza y la miseria

“Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar”, nos revela Borges en su cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. De modo análogo, yo debo a la  conjunción de dos lecturas (“Continental Philosophy” de Simon Critchley y “Latin America’s Political Economy of the Possible” de Javier Santiso)  el descubrimiento de que justo en Uqbar se encuentra la clave para entender la visión del mundo de los intelectuales que dan piso ideológico o simpatizan con la “Revolución Bolivariana”.

El libro de Critchley arroja luz sobre el origen de la división secular de los filosofos en tres grupos (que reflejarían tres interpretaciones alternativas de las doctrinas de Kant: la analitico-positivista, la hegeliano-marxista-estructuralista, y del más maduro pragmátismo post-analítico y post-estructuralista). Los “cientificistas”,  para quienes la ciencia, y sólo ella, refleja fiel y  objetivamente la realidad, y por ende un ser humano razonable debe basar ciegamente en ella  todas sus creencias y acciones. Los “oscurantistas”, que abrazan la visión antagónica que se ilustra en el cuento de Borges: una secta secreta de intelectuales logra sustituir las leyes de la naturaleza (los patrones de conducta de los átomos, etc) por las del imaginario país Uqbar, de su propia creación; es decir, bajo esta visión las ideas y acciones humanas moldean la realidad en la dirección deseada (el intento de la ciencia de hacer creer lo contrario, sería un engaño urdido con oscuros fines).

El resto de los filosofos (los “pragmáticos”), consideran que si bien es cierto que el conocimiento científico no es más que una creación humana (marcos-conceptuales siempre perfectibles en que nos apoyamos para organizar, predecir y controlar la naturaleza), es absurdo negar que existe una realidad externa objetiva e independiente, y que por tanto, cuando nuestro objetivo es incidir eficazmente sobre la realidad externa,  el método científico (que contrasta las teorías con los hechos) genera el conocimiento más útil, sin que por ello debamos cerrar las puertas a que en situaciones en que las teorías científicas omitan aspectos importantes de la realidad, el individuo razonable se permita actuar pragmáticamente (actuando por ensayo y error, o incluso siguiendo sus instintos o la sabiduría popular), o que este recurra a otras fuentes de conocimiento cuando sus objetivos sean otros.

Pues bien, lo que aquí sugerimos es que los tres estilos de Gobierno que, de acuerdo a Santiso, han dominado el panorama político Latinoamericano de los  últimos años, son un perfecto reflejo de estas tres visiones filosóficas. Los Gobiernos “Neo-liberales” o “free-marketeers” (que dominaron la escena hace ya varios años), son hijos del cientificismo.

Los Gobiernos “revolucionaros” (como los actuales Gobiernos de Venezuela y Bolivia), un ejemplo sin igual de “oscurantismo”, empeñados  como están en que políticas que en el pasado siempre  y en todas partes han generando un incremento permanente de la pobreza y la miseria  (como el debilitamiento de la propiedad privada, la libertad económica, la transparencia administrativa y la libertad de expresión), “esta vez”, conseguirán efectos contrarios. Finalmente, los Gobiernos “pragmáticos” (como los actuales de México, Chile y Brazil)  bien podían haber derivado su adjetivo del de la tercera postura filosófica señalada.

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