El pasajero de Truman
Escrito por Dr. Ángel R. Lombardi G. | X: @lombardiboscan   
Viernes, 04 de Junio de 2010 00:17

altNo soy crítico literario ni pretendo conocer la obra de Francisco Suniaga. No obstante me gustó mucho su más reciente novela histórica sobre la vida de Diógenes Escalante (1879-1964), un venezolano bajo el signo de la tragedia y la incomprensión, por no decir ignorancia, de parte de sus propios compatriotas. Con un estilo ágil y una escritura sin poses pero limpia, éste escritor utiliza la crónica biográfica para retratar la historia contemporánea de Venezuela desde una lucidez poco usual en nuestro medio.  

Suniaga siente como venezolano una profunda y sentida preocupación por nuestro país. Hombre culto, al igual que Escalante, no entiende como hemos sido capaces de girar en círculos concéntricos atrapados por las tendencias autocráticas militaristas que la Independencia nos heredó.

El mito heroico, surgido luego de la Independencia, y elaborado a la medida del sector militar y caudillista, confiscó la idea de que por los siglos de los siglos el pueblo Venezolano contraía una deuda histórica con esa casta de guerreros. Tanto es así que en doscientos años de historia, ciento cincuenta, han sido monopolizados por estos tigres depredadores.

La idea de ciudadanía y republica terminaron siendo pulidos adornos para la exhibición de los embajadores y plenipotenciarios de países extranjeros. En la práctica, el déficit institucional y la indisciplina social nos fueron impuestos con la marca de un hierro. La política venezolana fue un entramado de barbarie donde sólo podían sobrevivir quienes demostraran tener el control de la violencia. El Golpe de Estado, la asonada traicionera y los atajos históricos hicieron de la política venezolana un laberinto infernal.

La propuesta civilista y modernizadora, fundamentada en una racionalidad política a partir de un orden institucional respetado por todos, fue la gran utopía que la generación del 28 intentó elaborar y que hoy tiene no pocos adeptos. La tímida apertura de López Contreras logró continuidad en el sucesor Medina Angarita, mas luego, los antiguos aliados, después de saborear las mieles del poder, confrontaron bajo los imperativos del mismo ritual egoísta de siempre: la tentación a perpetuarse en el poder.

Dentro de ese escenario dantesco y poco dado a una lógica que tenga como norte el interés nacional, irrumpe la figura desconcertada y desubicada de Diógenes Escalante, que al igual que Francisco de Miranda (1750-1816), es un expatriado de su propio país. Ambos idealizaron el desierto en que Venezuela fue convertida por las razzias sin pausas, ambos creen en la civilización y las salidas decentes, ambos serán trágicamente desmentidos en sus anhelos y esperanzas.

Hoy el país, en pleno siglo XXI, sigue prisionero del bochinche, el gobernante mediocre y la irresponsabilidad más absoluta en el manejo de lo público. Francisco Suniaga, al igual que tantos otros, nos recuerda que el sueño de orden y progreso sólo es posible bajo el tránsito de la democracia civil.

(*): DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ
http://angelrafaellombardiboscan.wordpress.com/


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