Distorsión y silencio en línea: el dilema de la autocensura en Venezuela
Escrito por Cecilia Bermúdez | @chilanglik_   
Sábado, 30 de Diciembre de 2023 00:00

altEn un país donde se edita lo que se dice, la autocensura no solo cambia lo que se comunica, sino que también lleva al silencio.

Especialmente en el ámbito digital, las palabras pueden ser tanto armas de resistencia como herramientas de opresión. Ante esto, censurar los propios pensamientos es una respuesta casi automática e imperceptible al entorno cada vez más restrictivo del país.

Esto ha salido a colación en el informe de "Freedom on the Net 2023” que habla sobre el estado de la libertad de Venezuela en los medios digitales y ha sido un punto de discusión recurrente desde 2016, año en el que el país apareció por primera vez en el reporte.

Cada año, el informe ha mostrado cómo la práctica de la autocensura se ha arraigado y extendido. Según el informe más reciente, “se ha convertido en una práctica común en medio de la detención y el encarcelamiento por expresiones en línea”. Esta situación refleja un clima donde la expresión libre y abierta conlleva un riesgo personal y profesional significativo.

Las leyes vagamente definidas y la aplicación de restricciones a voluntad del régimen han creado un campo minado para aquellos que desean expresar sus opiniones, especialmente en plataformas digitales.

Una de esas voces que se alza en contra del régimen es Luis Carlos Díaz, un prominente periodista y ciberactivista venezolano, quien vivió de primera mano el peligro detrás de la (falta de) libertad de expresión, ya que en 2019 fue detenido arbitrariamente por agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN).

Luis Carlos comenta que en Venezuela "nos encontramos en una encrucijada donde hablar puede ser tan peligroso como permanecer en silencio". Esto no solo refleja las auto-restricciones de periodistas o personalidades, sino también la historia de cualquiera que haya pensado “¿será que puedo tuitear esto?”.

El detenerte antes de hablar parece de sabios, y en este país te puede salvar la vida.

Entonces, la autocensura no es una elección, sino una reacción forzada a un ambiente de miedo y represión.

La realidad presente, marcada por la cautela y el silencio en las voces del periodismo, los creadores de contenido y la ciudadanía, es el resultado de una serie de transformaciones y eventos que han moldeado el panorama de la libertad de expresión en el país. Desde las leyes restrictivas hasta las políticas gubernamentales y las respuestas sociales, cada elemento ha jugado un papel en la evolución de la autocensura.

Es esencial mirar hacia atrás en el tiempo para apreciar plenamente cómo este fenómeno se ha enraizado en la sociedad.


Venezuela, el internet y los años recientes.

Freedom House, una organización no gubernamental con sede en Washington D.C. se dedica a la investigación y promoción de la democracia y los derechos humanos. Desde 1972, esta organización ha medido el estado de las libertades civiles en todo el mundo, y desde 2009 ha monitoreado el espacio digital con su informe “Freedom on the Net” (Libertad en la Net).

Este informe ha jugado un rol vital en el análisis de la libertad en internet y el acceso a la información desde 2009, ya que se ha convertido en una herramienta esencial para activistas y periodistas, con un enfoque en promover un internet libre, abierto y seguro.

Venezuela ha sido incluida en el informe desde 2016, año en el que mostró una tendencia preocupante hacia la restricción de la libertad en línea, la escalada de la autocensura, y el comienzo del creciente control gubernamental sobre el espacio digital.

Los años siguientes, la Ley Resorte, introducida en 2017, y la Ley contra el odio de 2018, restringieron aún más la libertad de expresión en línea en Venezuela.

Los informes de 2019 y 2020 destacaron un aumento en el acoso a los periodistas en el país, y en el 2021 esto se tradujo en arrestos arbitrarios relacionados con publicaciones en redes sociales y plataformas de mensajería.

Luis Carlos lo plantea de esta manera: “Cuando uno habla del espacio digital como si fuese un espacio de libertad (en Venezuela), pues es mentira (…) Tiene páginas web bloqueadas, hay periodistas perseguidos o enjuiciados por publicar contenidos y montones de ciudadanos han sido apresados o tienen procesos abiertos por haber escrito cosas en Twitter, en Facebook, en YouTube, en TikTok o en estados de WhatsApp.”

Un informe anual de la ONG Espacio Público que cubrió el 2021 y el primer trimestre de 2022 indicó que menos del 40% de los medios reportan sobre la crisis política y económica del país, en parte por temor a represalias.

De hecho, en abril de 2022, el Instituto Prensa y Sociedad (IPYS Venezuela) informó que casi el 54% de los profesionales de la comunicación habían omitido información de interés público específicamente por temor a amenazas.

En 2023, la autocensura es asumida, como un coro donde las voces más audaces son forzadas a susurrar.

Díaz subraya que la autocensura en Venezuela no es simplemente una decisión individual, sino una reacción a un contexto más amplio y problemático, pero aun así "es inaceptable que la gente se tenga que inhibir o tenga que limitar lo que dice. Usé la palabra inhibir y es fundamental porque es la palabra que utiliza la misión de determinación de hechos de la ONU". 

En dicho informe se describe un panorama de represión política que combina tácticas represivas “blandas”, que apuntan a restringir los derechos políticos como la libertad de reunión, expresión, o prensa; y  “duras” que se dirigen fundamentalmente al núcleo de los derechos humanos, como la restricción del derecho a la vida, integridad física y libertad individual. 

Todo esto contribuye a un estado de control, vigilancia y miedo permanentes que inhibe el desarrollo de un espacio cívico y democrático sólido.

En este contexto, los periodistas, creadores de contenido, actores políticos y la sociedad civil en general se ve incapaz de actuar libremente sin estar sometida a la supervisión o coacción del régimen.

Así, la autocensura se convierte en una respuesta adaptativa, donde la inhibición y la limitación se vuelven mecanismos de defensa en un entorno donde expresar libremente una opinión puede acarrear graves consecuencias.

Entonces surge una pregunta ineludible: ¿Cuál es el verdadero impacto de esto en la calidad del periodismo en Venezuela?

No es solo una cuestión de lo que se dice o se deja de decir, sino del efecto de la autocensura en uno de los pilares fundamentales de la democracia.


Impacto en la Calidad del Periodismo

“En Venezuela es tabú hablar de narcotráfico y militares ¿y qué, vamos a reclamarle a la prensa que no publica? O sea, hay periodistas muertos por eso”, afirma Luis Carlos.

En definitiva, la autocensura ha dejado una huella indeleble en la calidad y diversidad del periodismo en el país, erosiona lo que debería ser una prensa libre, deja a la sociedad desinformada, y alimenta un ciclo de ignorancia y apatía.

Díaz también aborda la complejidad de medir la autocensura: "No se sabe cuánto, cuándo, dónde y quién se está autocensurando".

El problema se agrava cuando esto invade los medios. De hecho, el informe de "Freedom on the Net" señala que menos del 40% reporta sobre la crisis política y económica del país. 

Pero, ¿por qué autocensura y no censura de los medios? Porque en teoría y según el régimen, Venezuela es un país con libre expresión.

En la práctica, luego de que un canal diga algo que no le gusta al estado, la licencia para aparecer en el espectro nacional puede ser revocada, el programa puede ser cancelado, o los periodistas involucrados pueden ser despedidos (en el mejor de los casos), sin contar con las amenazas de no volverlo a hacer.

Así, las agencias de noticias se enfrentan a la difícil tarea de equilibrar la necesidad de informar con la seguridad personal y la de sus fuentes, generando un periodismo cauteloso donde la prudencia prevalece sobre la audacia. Lo que a menudo puede llevar a acusaciones de que los medios no asumen ningún riesgo.

Al respecto, Luis Carlos plantea un dilema moral y profesional: "Quizás puedes hacer el mejor artículo posible, pero a cambio, al día siguiente vas a estar cerrado y vas a estar sin trabajo. Tú y centenares de personas más."

Los periodistas, enfrentados a este dilema, adoptan estrategias de supervivencia que llevan a una constante evaluación y reevaluación de los riesgos asociados con cada historia o artículo.

La calidad del periodismo se ve comprometida no solo por lo que se omite, sino también por la forma en que se reportan los eventos. La autocensura lleva a un enfoque donde los aspectos más polémicos de una historia se silencian. Este enfoque conduce a un periodismo que, aunque presente, se aleja de su papel como vigilante de la democracia.

Díaz comparte su propia lucha y las medidas que ha implementado para protegerse en el entorno digital: "Estuve más de tres años bajo un proceso judicial que además impedía completamente hablar de mi propio caso. Me lo impedía a mí, a mi esposa y a mis abogados". Esta experiencia limitó no solo su capacidad de expresarse, sino también su habilidad para trabajar y desenvolverse libremente. 

Como resultado, Díaz tuvo que adaptar su enfoque profesional: "Las medidas de protección tienen que ver en muchos casos con analizar el tipo de información que se maneja, las consecuencias de la publicación de esa información y luego evaluar cuál es el mejor canal o el mejor empaque para que esa información cumpla su registro".

Sorprendentemente, una de las estrategias de protección que ha funcionado para Díaz ha sido mantener cierta visibilidad ya que es una personalidad notoria ante instituciones de derechos humanos en el mundo.

Sin embargo, continúa siendo cauteloso. "Hay cosas que quizás no puedo publicar directamente yo con mi firma, pero que pueden aparecer en otros espacios tipo informes o reportes o algún tipo de trabajo distinto", explica Díaz. Esta estrategia le ha permitido seguir trabajando en este entorno restringido.

La experiencia de Díaz ilustra la complejidad y la necesidad de adaptación que enfrentan los periodistas en Venezuela. No se trata solo de evitar ciertos temas, sino de encontrar maneras ingeniosas y seguras para continuar informando y produciendo contenido relevante. 

Esta restricción en la cobertura de temas vitales tiene un efecto dominó en la sociedad. Como los periodistas se ven obligados a operar en un marco de autocensura, la confianza del público en los medios disminuye, y con ella, la capacidad de la prensa para actuar como un ente que promueva el cambio y la transparencia.


Estrategias y Adaptaciones: La Respuesta de los Periodistas en Venezuela

Al enfrentar un panorama dominado por la autocensura y restricciones severas, los periodistas han desarrollado estrategias de adaptación y resistencia.

Luis Carlos Díaz ofrece una visión detallada de los desafíos y adaptaciones que los periodistas y creadores de contenido enfrentan en el país. Su testimonio pinta un cuadro de medios en estado de trauma, donde los profesionales de la comunicación han tenido que reinventarse para sobrevivir en un ambiente hostil.

“Somos una generación que ha aprendido a ser más sagaz para algunas cosas o a buscar otros lenguajes y otras maneras de decir las cosas,” explica. Esta adaptación va más allá de la mera autocensura; representa un esfuerzo por preservar la esencia del periodismo a través de métodos creativos y a menudo indirectos.

Díaz describe un escenario donde muchos periodistas se han visto obligados a abandonar medios tradicionales, algunos comprados o cerrados por influencias del chavismo, y a buscar refugio en el espacio digital como creadores de contenido. "Se comportaron como unos náufragos que estaban buscando una nueva isla y llegaron a Internet a hacer lo que pudieron hacer," relata. 

Esta migración forzada hacia plataformas digitales no solo ha sido un cambio de medio, sino también una transformación en la forma en que los periodistas abordan su trabajo y su relación con la audiencia.

“Los rituales de consumo informativo se rompen", y como dice Díaz, el periodismo independiente se produce en nichos digitales, alcanzando solo a un segmento reducido y altamente informado de la población. 

Esta fragmentación del alcance periodístico no solo limita la distribución de la información, sino que también redefine el papel del periodismo en la sociedad venezolana.

Además, el cambio en el modelo económico de los medios ha sido significativo. Muchos periodistas han pasado de ser empleados a convertirse en emprendedores, buscando financiamiento para sus proyectos, a menudo a través de ONGs, fundaciones internacionales y otros fondos de cooperación. "La lógica de los medios cambió por completo," afirma Díaz. 

Este cambio ha alterado fundamentalmente las dinámicas de poder y las relaciones económicas dentro del periodismo venezolano, presentando nuevos retos y oportunidades.

Los medios que han osado profundizar en temas sensibles han enfrentado persecuciones y represalias. Díaz menciona el caso de Armando Info, cuyos principales periodistas han sido forzados al exilio y enfrentan juicios abiertos. Este ejemplo subraya la dura realidad de los riesgos asociados con el periodismo independiente en Venezuela, un país donde, según Díaz, el clima no democrático convierte al periodismo en "una rareza" y "un objeto escaso".

De hecho, Luis Carlos ofrece un consejo pragmático: "Hay que ser honestos acá. Si quieres expresarte libremente en línea, necesitas un entorno libre y entorno libre no hay en Venezuela". 

Y esta opresión no solo cae sobre el periodismo, sino sobre los creadores de contenido digital.


La otra cara de la autocensura en la web: los creadores de contenido

Seas quien seas, hay riesgos asociados a mostrar la realidad del país. 

Algunos creadores de contenido muestran una realidad de hamburguesas a un dólar, y otros muestran personas que no pueden costearse ni siquiera eso, en pobreza extrema.

Luis Carlos, famoso por su actividad en Twitter (ahora “X”), también se ha adentrado en este mundo, y comenta que el espacio digital "se abre con algunas oportunidades en materia de entretenimiento (…) Mucho público se conecta con aproximarse a la realidad, pero curiosamente a los espacios placenteros de la realidad."

Hay una inclinación hacia temas que se alejen de las realidades perturbadoras del país, como la gastronomía o el turismo. Esto no solo refleja las preferencias del público sino también las realidades del entorno en el que operan estos creadores, donde la audiencia opta por temas que ofrezcan un escape. 

Sin embargo, esta dinámica marca una brecha significativa en el panorama digital del país.

Es decir, los creadores de contenido en una posición donde deben competir por atención y relevancia en un entorno saturado de material feliz y aspiracional, lo que a menudo lleva a marginar los temas relacionados con la crisis humanitaria del país. 

Hay muchas historias que contar, como la situación de las cárceles, los refugiados, la pobreza, la desnutrición o la crisis en los hospitales, pero no hay quien las cuente. "No hay creadores de contenido dedicados a esos temas tan activamente o tan públicos," afirma Luis Carlos.

Y esto sin contar con las dificultades financieras y logísticas de mostrar las realidades más duras de Venezuela.

"Siento que Venezuela tiene un gran potencial para contar historias sin caer en la miseria, pero ese potencial depende de que haya mucha plata", subraya Díaz, sobre la escasez de recursos para producir material con este tipo de temáticas en el país.

La falta de atención y apoyo a estos temas más críticos también impide que aspectos vitales de la situación venezolana sean expuestos y entendidos por un público más amplio.

En este contexto, los creadores de contenido en Venezuela desempeñan un papel crucial en mantener informada a la sociedad, aunque dentro de un marco limitado por las preferencias del público y las restricciones del entorno.

Ellos también se tienen que adaptar para sobrevivir (¿les suena familiar?).


Una sociedad que quiere hablar más alto

Venezuela se enfrenta a una realidad compleja y desafiante. La autocensura, más que una mera táctica de supervivencia individual, es un síntoma de un ambiente de miedo y represión, una reacción forzada ante un contexto de riesgos y amenazas constantes.

Las historias no contadas y las voces silenciadas son un recordatorio de lo que se pierde cuando la autocensura se convierte en una norma en lugar de una excepción.

Además, es importante reconocer que no es un fenómeno aislado. La disminución en la diversidad y calidad del periodismo tienen un efecto dominó, debilitando la confianza del público en los medios y minando la capacidad de la prensa para actuar como un ente de cambio y transparencia.

Los periodistas y creadores de contenido en Venezuela siguen luchando para superar estos desafíos, con estrategias ingeniosas para evadir la censura y comunicar sus mensajes. Sin embargo, la presión para medir cada palabra y evitar temas sensibles es constante. 

La situación en el país, por tanto, no es solo un reflejo de la represión gubernamental, sino también una muestra de resistencia, del compromiso con un país libre.

Así que sí, como bien supondrán, en este artículo también nos autocensuramos.


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