El alzamiento del Rupununi
Escrito por Juan Guerrero | X: @camilodeasis   
Viernes, 08 de Diciembre de 2023 00:00

altDesde la firma del llamado Acuerdo de Ginebra, el Estado venezolano diseñó una astuta estrategia para recuperar el Esequibo

“Orinoco al norte, Brasil por el sur,

Esequibo al este, Colombia al oeste. 

Este el cuadrante de nuestra Guayana, 

y toda esa tierra, toda esa tierra es venezolana.”

Calipso tradicional. 

Letra. María Lourdes Basanta, 1966

 

Este próximo 2 de enero se cumplirán 55 años de la llamada “Revuelta del Rupununi”, en 1969, una insurrección de la población venezolana del Esequibo en contra del gobierno central de la naciente república de Guyana. Apenas se habían cumplido tres años de la firma del Acuerdo de Ginebra, y el naciente Estado guyanés, de manos de los líderes independentistas, Forbes Burnham, afroguyanés, Cheddi Jagan, Janet Jagan, indoguyaneses, (partido progresista popular), comenzaron a hostigar a los campesinos y hacendados que tenían años asentadas en el territorio venezolano, y contra las comunidades ancestrales aborígenes amerindias, en la parte suroeste del Esequibo. La política racista, pública y notoria, del primer ministro, Forbes Burnham, a través de su ministro de agricultura, Robert Jordan, les advirtió a más de 40 mil familias que poblaban la zona del Rupununi, frontera entre Brasil y el estado Bolívar (en Venezuela), que sus títulos de propiedad no se les entregarían y el gobierno retiraría las concesiones sobre la tierra, pues serían reemplazados por familias traídas de Jamaica y Bermudas, para asentarlos y desplazar la población tradicional, de mestizos e indígenas y poblarlas con negros.

En estas circunstancias, los líderes agrarios se organizaron para defenderse y tomaron el control de gran parte de la pequeña ciudad de Letham, así como otras villas y caseríos en la región del Rupununi esequibense. La rebelión contó con el apoyo de las comunidades indígenas, mestizos y blancos, de los principales centros poblados de la región. Sin embargo, cuando los líderes de la revuelta tomaron contacto con las autoridades venezolanas, estas se replegaron, argumentando que era un conflicto que podría desembocar en un enfrentamiento con los norteamericanos y Europa, toda vez que estaba en su apogeo la llamada Guerra Fría, entre Occidente y la Unión Soviética, además de existir un cambio de gobierno, (el presidente, Raúl Leoni debía entregar el gobierno al candidato vencedor, Rafael Caldera, en enero de 1970.) Esto llevó a un pronunciamiento oficial, por el ministro de relaciones exteriores, Ignacio Iribarren Borges, según el cual Venezuela no tenía injerencia en los actos cometidos por los sublevados. Así las cosas, uno de los líderes del movimiento, la señora Valerie Hart, quien debió huir y refugiarse en Venezuela, nunca fue recibida por el presidente de la república y solo recibió, como apoyo, asilo político, tierras en el estado Bolívar y la cedulación venezolana, de su familia y del resto de los sublevados.  

Por su parte, el gobierno central guyanés, arremetió contra los pobladores enviando un contingente de poco más de 200 soldados, quienes sofocaron a sangre y fuego a los civiles, matando a más de 100 personas y causando cerca de 300 heridos, además de la destrucción de la totalidad de los hogares y demás propiedades de los esequibenses, que fueron incendiados, robados, sus mujeres e hijas, violadas, y muchos caseríos y pequeñas zonas urbanas, literalmente borradas de la faz de la tierra. En los testimonios de quienes sobrevivieron (ver, en: https://youtu.be/Sljmmv2nd-4?si=Y88NxStqqblgylBe) se puede apreciar lo dantesco, criminal y homicida, como se comportaron las fuerzas de defensa de la joven república cooperativa de Guyana, para aplastar a pobladores, la mayoría de ellos armados con palos, armas artesanales e instrumentos de labranza, contra fusiles y hasta lanzallamas, con los que arremetieron contra seres humanos de nacionalidad venezolana, tal y como expresó en su momento, la señora Hart: “Nosotros los habitantes del Rupununi, en la Guayana Esequiba, y en consecuencia venezolanos por nacimiento, según el artículo 35 de la Constitución Nacional, hacemos un enérgico llamamiento al gobierno, al pueblo y a las fuerzas armadas de Venezuela para que nos ayuden e impidan que las hordas del primer ministro de Guyana nos masacren.” Fue en vano. Por más declaraciones y llamamientos que hicieron los líderes en busca de apoyo, solo encontraron silencio oficial, tanto del presidente saliente, Raúl Leoni, como del entrante, Rafael Caldera. 

Curiosamente cuando el todavía canciller Borges se entrevista con Caldera, informándole sobre la revuelta y los “pasos discretos dados por los servicios secretos militares venezolanos” para lograr la secesión, pidió unas horas para responder. Al paso del tiempo, hubo llamadas del embajador norteamericano, Maurice Bernbaum, notificando la preocupación del gobierno por la posible intervención venezolana en el conflicto. Obviamente, apenas unos meses antes los Estados Unidos de Norteamérica habían apoyado a Burnham contra la aspiración de Jagan (social-comunista pro soviético), para detener el avance del comunismo en esta parte del mundo. Sin embargo, de nada valió el esfuerzo porque pronto el nuevo primer ministro demostró con quien estaba alineado. Meses después el presidente Caldera sería “asesorado” para acudir a Trinidad y firmar el llamado Protocolo de Puerto España, que congeló por 12 años las negociaciones por la zona del Esequibo.

Hay que dejarlo claro. Desde la firma del llamado Acuerdo de Ginebra, el Estado venezolano diseñó una astuta estrategia para recuperar el Esequibo. Una de ellas fue esta tentativa de alzamiento con los mismos pobladores de la zona, el otro, la ocupación de la isla de Anacoco, otra más, la delimitación de las aguas marítimas frente a la desembocadura del Orinoco. Sin embargo, las posteriores manifestaciones en favor de una política de Estado en enfoques múltiples, coherentes y cohesionados, a partir del Acuerdo de Ginebra, se han visto alterados por las intervenciones, tanto internas por desconocimiento y mediocridad de algunos dirigentes políticos, como de injerencia externa, como el caso de Cuba y su fuerte lazo de “hermandad” con Guyana, desde 1975, cuando el gobierno guyanés puso el territorio como puente aéreo para que las tropas cubanas se reabastecieran en su guerra con Angola. Además, la penetración de Guyana en territorio esequibo-venezolano, desde principios de 1970, ha fracturado la tradición cultural de la población, tanto por alejarlos de la práctica idiomática del español, en la parte centro-sur del territorio, como la introducción de nuevas religiones, en desmedro de la cultura católica, por introducción de creencias como el islamismo, que, en poco más de 40 años comienzan a dar sus frutos en desmedro de la cultura venezolana, católica e hispánica. De allí el avasallante adoctrinamiento impuesto por el sistema “cooperativo” guyanés, de “socialización” de sus ciudadanos. Con ello, el poder de los originarios afro e indoguyaneses se impone, en contra de las otras etnias y grupos sociales, entre ellos, los aborígenes, mestizos y blancos, siempre proclives a identificarse con la cultura venezolana.

Si para recuperar el territorio venezolano del Esequibo hay que descender a los infiernos y aliarse con el propio demonio, tenemos que hacerlo; aunque sea pactando con un pañuelo en la nariz. 

|*|: Lecturas de papel

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