Tanizaki: “El elogio de la sombra”
Escrito por Iván R. Méndez | X: @ivanxcaracas   
Jueves, 27 de Octubre de 2016 11:41

altAhora los  hispanoamericanos podemos leer por primera vez traducido del japonés este originalísimo ensayo del japonés Junichiro Tanizaki (1886-1965).

“El elogio de la sombra”, traducido por el doctor  Ryukichi Terao  , cuenta con la colaboración y un epílogo que la contextualiza del escritor Ednodio Quintero. La edición, finamente cuidada, corre por bid & co. editor , que ya cuenta con varios títulos japoneses en su retador catálogo.

Un viaje hacia la esencia de Japón

“El elogio de la sombra” como elemento clave de la cultura japonesa en plena mutación (el proceso de occidentalización o “Restauración Meiji” empezó entre 1866-69) hacia otros valores es un motivo que Tanizaki varía una y otra vez en este breve texto, considerado por la crítica de su país como “el mejor ensayo jamás publicado en la ya milenaria y prestigiosa historia de la literatura japonesa”. La obra fue elogiada por Octavio Paz y Jorge Luis Borges (quién publicó un poemario replicando el título).

Estas páginas  no requieren aplausos ni mayores referencias para sentarse a nuestro lado y conversarnos sobre la preocupación de un hombre ante las mudanzas del “ser” de su país. Confieso que me atrapó  desde las primeras líneas, cuando nos habla de cómo afectan las instalaciones de electricidad, agua y gas a una vivienda tradicional japonesa. También  nos menciona las artimañas para esconder el teléfono e incluso la estufa eléctrica (que oculta dentro del horno), pero no hay manera que acepte la intromisión del ventilador en esas instancias. El retrete japonés, rodeado de naturaleza, la disposición de los tatamis y biombos, son otros elementos entretejidos en el discurso del cual no escapa una comparación entre el teatro Nô versus el Kabuki.

La escritura de Tanizaki es ágil e íntima, lo podemos sentir refunfuñando a nuestro lado, hasta que nos conectamos con ese hombre en batalla por su propia identidad que se desnuda para el lector (sí, un heredero de Montaigne ). “El elogio de la sombra” (escrito en 1933) responde a la socio-estética que motiva a Tanizaki en esos días , “como primordialmente no me interesa la política, mi única preocupación ha sido estudiar las formas y estilos de la vestimenta, comida, vivienda, la belleza femenina o el modo como han evolucionado los medios de entretenimiento”.

Tanizaki se proyecta al pasado y al futuro y se pregunta cómo habrían sido esas innovaciones de Occidente si se hubiesen inventado en la China Antigua o en Japón. Por ejemplo, a la pluma estilográfica le “habrían puesto un pincel a la punta y habrían creado una tinta negra como el carbón, distinta a la azulina occidental”. Para el japonés, la química y la física serían distintas, más cercanas la idiosincrasia del japonés si hubiesen surgido en ese territorio.

”Se habría abierto un horizonte cultural inédito si se hubiera dado entre nosotros un impulso original hacia los inventos prácticos, que desde luego habrían ejercido una fuerte influencia en amplios sectores”.


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La sombra

Tanizaki alerta sobre el peligro de las maneras occidentales: amantes de lo brillante (contra la cultura de lo opaco, de esa intimidad de mugre que representa la pátina) y de las intensas iluminaciones con su batallón de bombillos que generan calor y le roban la sombra a todos los espacios. Incluso en el papel occidental (“un rudimentario objeto de uso práctico”) encuentra el autor una pérdida, el japonés tiene una textura inefable y un registro de blancos que “absorbe con la suavidad de la primera nevada”. El cristal de cuarzo de Koshu tiene majestuosidad por las leves brumas que no perjudican su transparencia (versus el limpísimo cristal de roca que empezaba a llegar desde Chile )…

Pero es en la arquitectura (en los techos, por ejemplo) donde la avanzada de la luz se lleva las sombras tan afines a lo japonés.

“Quizá a los antiguos japoneses no les quedaba otra alternativa que conformarse con la penumbra aunque prefirieran tener habitaciones luminosas. Sin embargo, la estética se cultiva siempre en la vida cotidiana: nuestros ancestros, acostumbrados a vivir en espacios oscuros, fueron descubriendo poco a poco la belleza de las sombras y comenzaron a utilizarla con propósitos estéticos. De hecho, la belleza de los salones japoneses no consiste en otra cosa que en la gradación de las sombras (…) la genialidad de nuestros ancestros se revela en la división estratégica del vacío capaz de propiciar la espontánea formación de sombras que transforman el lugar en un ambiente espectral, procedimiento este mucho más eficiente que cualquier pintura mural o adorno decorativo”.

La sombra está en el ADN de las  mujeres “ya que su piel, por más blanca que pudiera ser, siempre está teñida de sombras tenues”, por eso se empolvan de blanco las partes expuestas, pero no lograr borrar el “tono oscuro sedimentado en el fondo de su piel”… Asevera con acidez, “lamento decir lo desagradable  que resulta encontrar una japonesa en un grupo de mujeres occidentales, pues destaca de tal manera como una mancha de tinta sobre un papel blanco”… Tal vez por eso los ancestros  “delimitaron las zonas luminosas por los cuatro costados para crear un espacio de sombras y encerrar a la mujer en la más profunda oscuridad con el propósito de admirar su blancura en todo su esplendor”.

 

Sobre el escritor

Junichiro Tanizaki publica su primera novela a los 24 años (”El tatuador”) y debutó con temas tan dispares como la sensualidad, la belleza, la moda, los vestidos, los peinados, la culinaria… hasta 1923, cuando un gran terremoto destruyó Tokio y Yokohama, entonces  se muda a Kansai, una región muy tradicional que marcará un alejamiento del cosmopolitismo hacia las raíces de lo japonés. “Nieve tenue”  y “Hay quien prefiere las ortigas” son dos valiosas obras de este período. Al alcanzar su séptima década de vida empieza a publicar novelas eróticas. En 1949 recibió el Premio Imperial.

 

En un momento-país donde lo editorial está volcado a la autoayuda, a los vampiros o los compendios de entrevistas y artículos que se simulan como obras, un título como “El elogio de la sombra” es una pausa y una sorpresa. Es un libro fundamental para quien ha hecho de la arquitectura, el diseño o la antropología el eje de su vida, pero es también una lección de escritura para quien intenta retratar el presente, siempre en fuga, que vivimos.

 


Ficha del libro

Junichiro Tanizaki, Elogio de la sombra

bid&co. editor, 98 páginas | 6 ilustraciones a todo color

Web de la editorial: www.bidandco.net/ | Twitter: @ bidandco

 

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