Las ligeras y vanidosas reacciones de Hugo Chávez a la decisión soberana colombiana de afianzar su alianza estratégica con lo que él llama el imperio del mal, son una muestra reiterada de sus caprichos del momento, que se han traducido en las retaliaciones comerciales a nuestra nación, decisión emocional no compatible con una estrategia fracasada de llevar al vecino país a la consolidación de su seguridad alimentaria y, más allá de esto, su "socialismo del siglo XXI".

En Colombia, sentimos indignación a las diferentes y continuas formas de agresión chavista; apoyamos el arreglo pacífico y no violento de disputas y reconocemos a las democracias respetuosas del derecho internacional.

No dudo de que las reacciones magnificadas por un autócrata que fácilmente se enfada seguirán siendo una constante y conducirán a descubrir un dirigente que viene perdiendo el dominio de los acontecimientos y, lo más grave, que desafía con su impredecible capacidad y voluntad las condiciones para crear un conflicto con alto precio para ambas naciones.

Por otra parte, la Venezuela criolla chavista no está educada para una ciega obediencia a sus mandatos, está acostumbrada a los excesos del consumo subsidiado y es cultora de un infundado militarismo-guerrerista de alta exigencia presupuestal.

Semejante proyecto de la nación bolivariana, intuyo, probablemente no será sostenible en el tiempo. A la larga, sus gobernados no respetarán una dirección que refleja las propias inseguridades y paranoias del mandatario venezolano, que sólo ve los síntomas de la crisis y no las consecuencias a largo plazo.

Señor Hugo Chávez Frías, presidente de la República Bolivariana de Venezuela:

"Hay dos tragedias en la vida. Una consiste en no lograr lo que más se desea. La otra, en lograrlo". George Bernard Shaw.