“Nada mejor, más útil y más necesario que la medida tomada por las fuerzas armadas hondureñas. A payaso de ese jaez, a pendejo de esa alcurnia, lo mejor era sacarlo de patitas y en volandas de Honduras.”
No entrará Zelaya en la categoría de los imprescindibles, esos hombres que según el famoso poema de Bertolt Brecht, luchan toda la vida. La de hoy ha sido una de las payasadas más patéticas y lamentables dada por ex presidente alguno en la de suyo turbulenta y nada gloriosa historia política de Centroamérica.

Ver a Zelaya llegar hasta la frontera de  Honduras en una elegante camioneta blanca, cruzar a pie el linde del que fuera hasta hace menos de un mes el país en el que pretendiera gobernar de manera vitalicia, a lo mero Chávez, y devolverse corriendo en cuanto olfateó la lejana posibilidad de caer preso, constituye una de las pantomimas políticas más hilarantes que este continente de lo real maravilloso, cantinflérico y desvergonzado le diera al mundo.

Con razón el ex canciller e historiador Simón Alberto Consalvi, en entrevista con Leopoldo Castillo, se acaba de preguntar si le cabe a Zelaya la afirmación de la compositora chilena Violeta Parra, quien en una de sus maravillosas décimas afirmaba apesadumbrada que “Dios le pone sombrero a quien no tiene cabeza”. Al parecer, debajo de la cofia folklórica de Mel, el bolivariano, no hay más que una mata de pelos. Rebeldes, por cierto, que cuando llegaba al encuentro del ALBA en Managua no hacía más que peinarse y repeinarse, como un chuleta de barrio.

Ése es el socio menor del teniente coronel. Su última adquisición. Al parecer lo compró barato, pero fallado. Esa es la calaña que cadquiere con los dineros que le jala del esmirriado tesoro de PDVSA el ministrillo Rodríguez. Ése el perfil de presidente caro a sus propósitos de montar una comandita de revoltosos que le gerencien su mini imperio latinoamericano. ¡Otro pobre  hombre! Véanlos en una romana: Evo, Correa, Daniel Ortega y Zelaya. No valen lo que un concejal de Guasdalito.

Nada mejor, más útil y más necesario que la medida tomada por las fuerzas armadas hondureñas. A payaso de ese jaez, a pendejo de esa alcurnia, lo mejor era sacarlo de patitas y en volandas de Honduras. ¿Un Salvador Allende escarbando la frontera argentina para asomarse a Santiago y regresar desaforado a las pampas? ¿Sin soltar un celular, rodeados de percusios y fablistanes, en un show digno de Tin Tan? Fidel Castro habrá vuelto a nado a la isla del infortunio después de pretender invadir Santo Domingo. Pero de allí no pasó. Luego tuvo a buen recaudo amaestrar palomas para que le coronaran su ingreso a la Habana en gloria y majestad.

¿Dónde terminará esta comedia por entregas? ¿Anticipa Zelaya el futuro que le espera a su patrón, el teniente coronel? ¿Veremos algunos de estos días a Chávez en trámite parecido?  Nada de raro. ¿O nos vamos a olvidar del día glorioso en que terminó escondido entre las estanterías del Museo Militar? ¿O de cuando se entregó sumiso en Fuerte Tiuna? Esa ominosa jornada que Heinz Dieterich acaba de desnudar en toda su fantasmagoría engañosa y pérfida: “Otra víctima del golpe hondureño es la falsedad oficialista, repetida innumerables veces por el populismo venezolano, de que fue “el pueblo que derrotó a los golpistas” militares del 2002 en Venezuela. Esa falacia, inventada para ocultar los méritos históricos de los militares de Maracay durante la asonada, cede su lugar a la eterna verdad formulada por Mao Tse Tung: que el poder político nace, en última instancia, “de los cañones de los fusiles”. Una verdad que se puede volver decisiva en Venezuela para el 2010-12.”

Si las tragedias se repiten como comedias, hay comedias – como la del 11 de abril – que se repiten como farsas. ¡Farsantes! Todos ellos tal para cual. Ya tendrán  su merecido, que habemos quienes queremos que América Latina salga del circo y entre en el gran teatro del mundo. Téngalo por seguro.