Las Fronteras colombo venezolanas: Espacio vital para el ejercicio de la soberanía
Escrito por Claudio Briceño Monzón | @CabmClaudio   
Miércoles, 13 de Febrero de 2019 07:03

altLas fronteras se han transformado en una de las regiones que conceptualiza alguna parte de nuestra vida contemporánea

“Nuestras sociedades civiles desean participar en proyectos de integración acordes con la dinámica

global de las relaciones internacionales, pero reservando claramente los espacios,

por ello mismo más importantes, de las soberanías nacionales.”[1]

Carlos Fuentes

Las fronteras suponen una doble dicotomía de separar e integrar, igualmente representa un binomio en el contexto territorial de paisaje simbólico, entre la idea del intercambio y del cambio, de la invasión y la defensa, de la cultura y de la asimilación. La configuración de una frontera, supone la proyección de unos sistemas de vida, que representa una idiosincrasia cultural, en los espacios limítrofes de culturas hibridas, entre el sentir de un país y el vivir del vecino. 

En el imaginario colectivo venezolano, hablar de frontera nos lleva al mito de la territorialidad de la Capitanía General, que desde finales del siglo XIX ha sido un relicto clave en la estructuración de una nacionalidad en el origen del país. Esta perspectiva se relaciona con la tradición historiográfica del siglo XX, en su visión de las perdidas territoriales con países vecinos, que fueron creando la visión de un país despojado–mutilado de su territorio por Nueva Granada (Colombia), Portugal (Brasil) e Inglaterra (Guyana); conformando una conciencia nacional permeable a una visión de desconfianza, paranoica, militarista (hipótesis de guerra-conflicto) que caracterizó el discurso geopolítico, es decir, que el territorio era la base de la nación y de su histórica agresión y usurpación territorial.

Las fronteras se han transformado en una de las regiones que conceptualiza alguna parte de nuestra vida contemporánea, percibidas al pasar de una nación a otra: como viajero o turista, como empresario o académico, como refugiado o asilado, como contrabandista o comerciante, como migrante legal o ilegal. Desde el centro político de cada país, se han imaginado al contorno limítrofe como una zona de inseguridad, como territorios vacíos que podían ser poblados, y en las décadas del 60 y 80 del siglo pasado como espacios penetrados por un vecino percibido como enemigo. 

En Venezuela se ha afianzado que con el país que hemos perdido más territorio, a través de los distintos tratados y laudos, ha sido Colombia. Desde el Tratado Pombo-Michelena de 1833; el Laudo Español dictado en 1891 por la Reina Regente de España, María Cristina; el Laudo Suizo de 1922, dictado por la Confederación Suiza; hasta el Tratado de Límites firmado en el templo del Rosario de Cúcuta en 1941, llevaron a Colombia hasta las costas del Golfo de Venezuela y las riberas del río Orinoco. 

A partir de octubre de 1964, se manifiesta públicamente el potente interés de Colombia en el Golfo de Venezuela, en la búsqueda de asegurar la explotación petrolera con la exploración de un área del Golfo que desde entonces aspiraron tener jurisdicción y dominio para la explotación de esta región. Este problema ha preocupado a las dos naciones desde su origen hasta la década del noventa del siglo XX, desarrollándose a través de negociaciones directas que en sus inicios reflejaron el interés petrolero de los colombianos en dicha área. Hasta 1980 éste fue el tema más relevante en las relaciones bilaterales entre ambos países. En 1989, se reanudaron las negociaciones directas con Colombia para la delimitación de áreas marinas y submarinas en el Golfo de Venezuela. Las mismas se insertaron dentro de un acuerdo global de negociación, destinado a enfrentar los problemas de mayor relevancia bilateral.

La frontera colombo-venezolana, están conformadas por inmensos y despoblados espacios, los cuales poseen grandes riquezas naturales y heterogéneas regiones orográficas de norte a sur: desde la Península de la Guajira, la cordillera de Perijá, el paso andino, los llanos y las selvas orinoquenses amazónicas. Territorios que históricamente desde la década del setenta del siglo pasado necesitaron la presencia notoria y permanente de la Fuerza Armada venezolana. Esta zona se convirtió en soporte de delincuentes, paramilitares, guerrilleros y narcotraficantes. Lo que originó numerosas vulneraciones a la soberanía territorial de Venezuela. Esto ocasionó la necesidad por parte de los gobiernos venezolanos de darle una mayor importancia a sus fronteras occidentales, siendo imperativo incentivar su poblamiento y mejorar la infraestructura de las vías de comunicación y el desarrollo de sus ciudades fronterizas.  

En los diferentes países de América Latina, ha proliferado el manejo de los conflictos fronterizos actuales, para servir de válvula de escape a las problemáticas internas de gobernabilidad que se manifiestan en crisis políticas y económicas; donde los gobernantes manipulan esas controversias, como es el caso de la reclamación Venezolana por el territorio de la Guayana Esequiba; o las habituales crisis fronteriza con Colombia; donde se hace evidente la exacerbación de la soberanía política en su manifestación de integridad territorial como equivalente al nacionalismo. El actual gobierno venezolano, ha perseguido muy claramente en la sociedad civil, la percepción que la defensa de las regiones fronterizas, es parte esencial del nacionalismo y que los máximos representantes de la defensa de esos espacios, son la Fuerza Armada, quienes son los mejores preparados en el país para la seguridad, defensa de la soberanía nacional.  

La declaración de Nicolás Maduro del cierre de la frontera Colombo–Venezolana en una primera instancia por 72 horas, a partir del 20 de agosto de 2015, y después su cierre indefinido, como consecuencia del Decreto–Ley Nº1950, el cual instituyó que por las circunstancias delictivas y violentas relacionadas con paramilitares, narcotráfico y el contrabando de extracción organizado a diversas escalas; el ataque a miembros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, donde resultaron gravemente heridos; los atentados contra la moneda venezolana y contra los bienes adquiridos en bolívares que ha generado el tráfico ilícito de mercancías producidas e importadas por Venezuela (todo ello como consecuencia del control cambiario venezolano y la distorsión económica generada de las tasas de cambio oficiales y las paralelas); defender y asegurar la vida digna de los venezolanos haciendo cumplir el orden constitucional, restableciendo la paz social que garantice el acceso oportuno a bienes y servicios básicos y de primera necesidad; la adopción de medidas de restricción temporal de garantías autorizadas constitucional y legalmente, que refuerce la seguridad ciudadana, y la protección contra atentados socio económicos.

A la Fuerza Armada Nacional le corresponde diseñar concepciones estratégicas de cómo actuar a la hora de un conflicto armado en las zonas fronterizas, en el caso de la frontera colombo–venezolana, tal proyección estratégica estaría dividida en dos áreas especiales: un Área de Defensa, que comprendería lo referido a soberanía, delimitación de zonas fronterizas, equipos y armamento necesarios; y un Área de Salvaguarda, referida a los hechos ilícitos. 

En esta visión militarista, la defensa de las fronteras occidentales de Venezuela, requeriría  la incorporación de la tecnología militar actual, lo cual no es congruente con las efectivas necesidades de desarrollo humano (caso de la escasez de alimentos básicos en lado venezolanos de la frontera, como la existencia de una híper inflación), para enfrentar eventualidades bélicas inexistentes. Pero realmente existen ataques que puedan considerarse como "amenazas al territorio y a la soberanía", como lo es la subversión armada, y algunos desacuerdos fronterizos que pueden resolverse por medidas diplomáticas. 

Para Venezuela existe peligro que puede requerir una respuesta militar, el desbordamiento del desorden interno de Colombia, actualmente creemos que no es una amenaza latente para el país.  Por eso la creación de un Ministerio de Fronteras de la Paz, parece algo contradictoria al nombrar en su despacho a un general de división, ya que en la frontera con Colombia, existen históricamente una serie de conflictos que no son solamente militares, sino de gestión de políticas públicas, económicas, sociales, entre otras. Por ejemplo: Venezuela y Colombia deben desarrollar estrategias adecuadas entre ambos países para el estímulo de aquellas microrregiones limítrofes donde se han producido las condiciones para una integración económica efectiva, y adelantar los trabajos necesarios en base a equipo de trabajo multidisciplinario binacional, donde deben participar profesionales civiles, de diferentes saberes, desde ingenieros de caminos, médicos generales  hasta economistas. 

El componente militar no es el exclusivamente fundamental, para el desarrollo de las políticas públicas en las regiones fronterizas; siendo necesarias las estrategias de seguridad en estas zonas, pero igualmente es obligatorio el desarrollar de las principales prioridades, en las ciudades y pueblos de fronteras, desde el suministro de electricidad y agua potable, como el servició de televisión (satelital o por cable) y de internet; siendo primordial además de la edificaciones militares, la construcción de hospitales y colegios, para mejorar las condiciones de vida y el bien común de los habitantes fronterizos. Para el desarrollo de estas políticas de integración fronterizas entre ambos países, sería conveniente profundizar los estudios ya realizados en la década del noventa del siglo pasado, donde se adelantaron investigaciones en las siguientes ciudades gemelas: Paraguaipoa – Maicao; San Antonio, Ureña – Villa del Rosario, Cúcuta; Guasdualito, El Amparo – Arauquita, Arauca; Puerto Ayacucho, Puerto Páez – Puerto Carreño, Casuarito. 

Algo que hay que dejar bien claro, es que la Fuerza Armada en Venezuela, no puede ejercer exclusivamente el monopolio de la seguridad y defensa de las zonas fronterizas, ya que estos espacios no están excluidos del desarrollo civil del país, y su poblamiento efímero contribuye igualmente a la seguridad o vulnerabilidad de la frontera. En la frontera colombo–venezolana, existe una agenda pendiente de una serie de problemas binacionales, que aún continúan sin resolverse, que no son exclusivamente una prerrogativa del componente militar, entre los que podemos señalar: migraciones, cuencas hidrográficas, delimitación de áreas marinas y submarinas al noroeste del Golfo de Venezuela, ríos internacionales, trabajos de demarcación y densificación de hitos fronterizos, transporte internacional, metodología de tratamiento para la utilización de recursos naturales transfronterizos, tráfico de estupefacientes, cooperación y asistencia mutua en casos de emergencia. En este conjunto de asuntos aun no resueltos, es relevante aclarar que la exacerbada participación que el actual gobierno venezolano le está dando al estamento militar, en el diseño de las políticas públicas en las regiones fronterizas, es más que evidente que estamos ante un Estado Cuartel, del cual tenemos toda la visión que será un fracaso para el desarrollo de la cooperación y la integración fronteriza. Por esta razón la política fronteriza nacional debe concebirse en una forma que permita la entrada en juego de todos los estratos de la sociedad en todos los diferentes espacios de la frontera.

La incoherencia del cierre de la frontera quedo evidenciados cuando miles de venezolanos  lograron cruzar la frontera, por cuatro pasos fronterizos, el domingo 10 de julio, y el sábado y domingo 16 y 17 de julio de 2016, demostraron con hechos palpables en videos y fotos, como el primer fin de semana cruzaron 35.000 personas y el segundo 135.000 personas aproximadamente, en lo que fue la reapertura temporal de límites, donde el paso masivo de venezolanos desesperados por adquirir alimentos, productos de limpieza personal, medicinas, repuestos de vehículos, entre otros muchos rubros de los que actualmente escasean en Venezuela, fue un testimonio fehaciente de la actual crisis que vive Venezuela por la mala administración ejercida por el gobierno del presidente Nicolás Maduro, y que la política del cierre fronterizo no tiene motivación actualmente ya que las condiciones son desfavorables para la economía venezolano por sus malos manejos económicas, que son más que evidente en las regiones fronterizas, donde del lado de Colombia, ciudades fronterizas  como Cúcuta o el mismo Puerto de Santander, están más que abastecidas de los productos de las cesta básica que sus ciudades gemelas del lado venezolano en este caso San Antonio y Boca de La Grita.

De 2017 a 2018, en Venezuela se intensificó lo que el gobierno denomina guerra económica, pero que nosotros entendemos como economía de guerra, es decir aumento la híper inflación, la escasez de productos básicos alimenticios, de salud y de todos los rubros de la economía del país. El desequilibrio económico entre los sueldos y el precio de cualquier artículo de consumo diario no tiene correlación. Hemos llegado a encabezar las estadísticas mundiales de constituirnos en el país con el menor ingreso per capital por habitante, de 2 dólares mensuales, y tener la inflación más alta del mundo. Todo ello originó un emigración incontrolable de venezolanos, a los países vecinos, en una cifra que se acerca a más de 5 millones, lo que ha origina una nueva problemática regional en América del Sur, fruto de la mala administración de un gobierno militarista, que no le interesa el bien común de los ciudadanos, sino perpetuarse eternamente en el poder, sin interesarle la opinión y soberanía del pueblo. Las Fuerzas Armadas, no acepta la amnistía, es decir, el hecho de ser perdonados por medio de un acto legislativo por haber cometido determinados delitos que serán exonerados si se acogen a dicha ley. Por el contrario los militares apoyan incondicionalmente el autoritario gobierno de Nicolás Maduro, el cual será recordado en nuestra historia como el presidente más dictatorial de la historia reciente de Venezuela, su nula percepción democrática, es contraria a su expresión totalitaria, que se sostiene en el poder por una Fuerza Armada, poco republicana y muy involucrada en el mal gobierno que sostienen. El General Padrino López asevera que el bloqueo de la frontera colombo-venezolana no es por la entrada de la ayuda humanitaria sino por resguardar la seguridad nacional.

No es posible que en pleno siglo XXI entre Venezuela y Colombia, continuemos desarrollando sistemas de seguridad, en la concepción de la defensa y la carrera armamentista, en lugar de fomentar un sistema inspirado en principios de justicia social y desarrollo común de intereses sobre la base de la cooperación y la integración. Las buenas relaciones binacionales, la integración fronteriza, la convivencia pacífica y el intercambio económico, político y social son indispensables para el crecimiento y desarrollo de ambos países. Y quienes nos hemos dedicado a estudiar y continuamos estudiando tan importantes temas, lo hacemos convencidos de que esa amistad debe fortalecerse y nunca debilitarse, para que finalmente podamos hablar de un destino común.

El cierre unilateral de la frontera por parte de Venezuela y su prolongación por más de 4 años, ha tenido consecuencias desfavorables para los venezolanos y colombianos que viven en estas regiones, el estado de excepción no ha logrado controlar la inseguridad y la escasez de productos de la canasta básica venezolana, para la mayoría de los habitantes de fronteras sus vidas se han visto empobrecidas como consecuencia del cierre del intercambio comercial en la frontera, lo que ha originado desempleo y que la población busque desesperadamente actividades ilícitas que generen ingresos para la manutención de sus familias. Militarizar la frontera no logró resolver los problemas de la región limítrofe, por el contrario se incrementó el contrabando e intercambio por caminos verdes pocos transitados, las denominadas trochas.

Tenemos que ser optimistas y predecir un futuro de concordia e integración y coexistencia pacífica entre dos países que han desarrollado una hermandad desde la génesis de su nacimiento como repúblicas independientes. Entre Venezuela y Colombia no es posible que ocurra una guerra, por lo que es necesario entender y valorar la paz no como el silencio de las armas; es justicia y significa, por tanto, la eliminación de la pobreza, el hambre, la conformidad, el desamparo y la ignorancia. La paz no es un objetivo final; es el punto de partida para un desarrollo integral y equitativo que obtenga la mayor eficacia del trabajo común, del esfuerzo colectivo, de la inteligencia humana. La paz es vital para lograr una América Latina unida e integrada, que trascienda su intrínseca y creciente importancia en el nuevo equilibrio internacional.  Hoy para los venezolanos las fronteras con Colombia, son vistas como espacios de corporación, por donde puede renacer el horizonte de la esperanza de poder lograr recuperar nuevamente el estado de derecho y la libertad democrática.

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Notas

 

[1] Carlos, Fuentes. El Coloquio de Invierno 1991 MéxicoEl Nacional, (Suplemento Literario), Caracas, 19 de abril de 1992.

(*): Título completo: "Las Fronteras colombo venezolanas: Espacio vital para el ejercicio de la soberanía o territorio propicio para integrarnos al estado de derecho y la libertad democrática"


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