Veo muy clara la estrategia de Venezuela: quiere demostrar que el conflicto armado interno que vive nuestro país y la instalación de bases militares estadounidenses en territorio colombiano son una amenaza para la paz de la región. Para contener esta amenaza, Chávez está dispuesto a llegar a una respuesta armada.

Con el fin de evitar la confrontación, o de estar mejor preparada y respaldada para encararla, Venezuela ha desatado una escalada de presiones económicas, militares y diplomáticas, que le están dando buenos resultados.

Ha impulsado un bloqueo económico cuyo saldo es una caída del 70,4 por ciento de las exportaciones colombianas hacia Venezuela en el mes de octubre. Ha aumentado el pie de fuerza en las fronteras y está encarcelando o expulsando a colombianos que pasan las fronteras en busca de una mejor vida. Está dinamitando puentes y clausurando sitios de tránsito entre los dos países.

Y así como tiene una posición especialmente activa en las fronteras, ha empezado a desarrollar una intensa labor diplomática. Ha logrado que la gran mayoría de los países latinoamericanos respalden su reclamo frente a la instalación de bases estadounidenses en nuestro territorio y que los países europeos asuman una posición de preocupación frente a este tema.

Ahora ha tomado la iniciativa de llevar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas la propuesta de que este organismo examine el impacto del conflicto colombiano y considere la posibilidad de una intervención que ponga freno a su desborde en la región.

No veo nada clara la estrategia colombiana. No tengo claro cuál es el propósito del presidente Uribe, ni cuáles son los medios para conseguirlo. La revista The Economist ha revelado que fue el gobierno colombiano quien le pidió a Washington la instalación de las bases militares en nuestro territorio y ha dicho que los funcionarios del país argumentaron que el objetivo era disuadir a Venezuela de cualquier ataque armado a Colombia.

¿Ese es el objetivo, señor Presidente? Contener a Chávez, colocarlo a la defensiva, lograr que recurra a la mediación y opte por la diplomacia. Si así es, los resultados son muy malos. Porque hemos logrado todo lo contrario. En los dos últimos meses ha crecido la posibilidad de que Venezuela se embarque en una aventura militar en nuestro país. Chávez se ha envalentonado y se siente más respaldado. Tiene ahora menos presiones de Washington y menos críticas de otros países.

Venezuela ha pasado de país acusado a país acusador. Hasta hace unos meses, los venezolanos debían responder las acusaciones de respaldo a las Farc; ahora promueven con frecuencia escándalos de infiltración de paramilitares en su territorio y reclaman una y otra vez la anulación del acuerdo con Estados Unidos.

Entre tanto, Washington guarda silencio, dejando ver que no tiene un interés inmediato de mostrarle los dientes a Venezuela. Que su propósito es instalar un mecanismo que contribuya a la vigilancia y el control de la región a mediano y largo plazo. Señalando con su conducta tranquila y pasiva que no está interesado en crear un escenario de guerra distinto a los que ya tiene en Irak y Afganistán.

Colombia se desgasta una y otra vez promoviendo mediaciones que el gobierno venezolano ni siquiera menciona. Ni la invitación al gobierno español a realizar un monitoreo de la frontera; ni las ofertas de mediación de Lula, del Brasil; Leonel Fernández, de República Dominicana, y Pepe Mújica, de Uruguay, han motivado una alusión de Chávez.

El mandatario venezolano busca que Colombia desista de la instalación de las bases militares o se propone crear un ambiente favorable para una agresión militar. En cambio, nosotros sabemos muy poco de la estrategia del presidente Uribe.

El Tiempo