Pacheco en Copenhague
Escrito por Arlán A. Narváez-Vaz R.   
Miércoles, 02 de Diciembre de 2009 06:35

altEl Pacheco al que se refiere este escrito no es Carlos Pacheco Pacheco, entrañable amigo desde nuestros tempranos años escolares, quien el próximo lunes 7 será incorporado como Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua en reconocimiento a sus sobrados méritos y dedicación. El Pacheco al que nos referiremos es aquel humilde agricultor de Galipán que, a principios del siglo XX, bajaba del Ávila en la madrugada a vender sus flores, cuando todavía su Sultana estaba cubierta por un manto de espesa neblina y los caraqueños despertaban por el frío, para percatarse de que había llegado Pacheco.

La que fue conocida como ciudad de la eterna primavera, Caracas, puesto que su temperatura, cuando muy baja, llegaba a los 11 grados y nunca sobrepasaba los 27 en los días más calurosos, jamás hubiera soñado llegar al agobiante calor de los 35 grados que padecimos varios días de este año, ni muchísimo menos entrar en diciembre, el mes de Pacheco, sin que éste aún se haya presentado y con calorones de hasta 33 grados, cual si fuera Maracaibo: ¡Qué molleja de calor!

Pero no se trata de un fenómeno exclusivo de nuestra Capital, algo semejante se repite a lo largo y ancho del territorio nacional, tanto que se estima que dentro de diez años desaparecerán por completo las cada vez más pequeñas y aisladas acumulaciones de nieve de nuestras cumbres andinas; más aun es un problema de expresión planetaria que tiene repercusiones mucho más graves que la desaparición de la nieve en Venezuela o el inclemente calor que sustituyó la primavera caraqueña. El progresivo derretimiento del casco polar, hasta el punto de que ya es posible circunvalar el planeta por el Polo Norte (hasta hace muy poco inexpugnable para la navegación); la violencia de los fenómenos atmosféricos, como ciclones o tifones; las terribles sequías que están desertificando porciones significativas del planeta o las cada vez más frecuentes inundaciones que arrasan poblaciones enteras, son simplemente algunas de las más importantes manifestaciones del fenómeno, conocido como cambio climático, que no es cualquier cosa porque los expertos anticipan que una elevación de 6 grados en la temperatura promedio del planeta podría acarrear grandes tragedias y la extinción de la vida como hoy la conocemos.

La humanidad no ha sido indiferente a esta terrible amenaza para su futuro y, a través de la ONU, ha realizado conferencias y otros eventos en los que se han alcanzado acuerdos para detener y tratar de revertir el fenómeno. En este marco, el próximo lunes 7 de diciembre, se iniciará en Copenhague la XV Conferencia Internacional sobre Cambio Climático, que ha concentrado mucha atención de quienes estamos concientes de la importancia del problema, por cuanto se espera que allí se alcancen acuerdos significativos en cuanto a los objetivos y compromisos de las naciones civilizadas para conjurar las amenazas del fenómeno, muy especialmente en virtud de que el acuerdo actualmente existente, conocido como Protocolo de Kyoto, se extingue en el 2012, razón por la cual ya se habla de la esperanza en lo que habría de conocerse como Protocolo de Copenhague.

Venezuela habría de ser uno de los países más activos en esa Conferencia, especialmente por la altísima cuota de responsabilidad que tenemos como productores y vendedores de uno de los principales causantes del problema, el petróleo, que al ser refinado o consumido para generar energía expele a la atmósfera grandes cantidades de dióxido de carbono y con ello acelera el terrible efecto invernadero. El sabiondo del maratón mediático de los domingos, con toda seguridad, aprovechará la Conferencia para formar una alharaca en contra del capitalismo y de los países consumidores, pero, cual Poncio Pilatos, se lavará las manos y olvidará nuestra gran responsabilidad como productores. Esta posición es más hipócrita, irresponsable y criminal que la de los narcoproductores o narcotraficantes, quienes justifican el mal que hacen porque, como hay consumidores, si ellos no venden la droga otros lo harán; sin embargo, la comparación con el narcoproductor no es completa si no asimilamos que ellos actúan en la sombra, mientras que en nuestro caso, como productores de una de las causas más importantes del calentamiento global, quienes actúan lo hacen desde el mismo gobierno. La culpa no es sólo del “imperio”: asumamos la responsabilidad y el compromiso consecuente. ¡Cosas veredes, Sancho!

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