Una interrogante que data del año 1975 cuando por primera vez el científico norteamericano Wallace Broecker, en su artículo Cambio climático, publicado en la revista Science, se preguntaba: ¿Estamos al borde de un calentamiento global pronunciado?
Este tema ha sido objeto de muchos estudios y análisis por científicos de diversas especialidades, en virtud de las múltiples implicaciones vinculadas a los graves daños que pueden significar para la especie humana y su entorno las peligrosas variaciones de la temperatura en la atmósfera, en los océanos y en la superficie terrestre de nuestro planeta.

A pesar de los diferentes enfoques y ópticas, es innegable el incremento de las temperaturas desde el siglo XIX hasta nuestros días, como consecuencia de la actividad humana, donde al efecto invernadero acrecentado por los altos volúmenes de contaminación se le atribuye una alta cuota de responsabilidad.

Por supuesto, el indetenible consumo de combustibles fósiles, mayormente en los países desarrollados, hace posible un incremento sustancial de las emisiones de bióxido de carbono en la atmósfera terrestre, creando las condiciones para mantener en el ambiente una mayor cantidad de la energía calórica que recibimos del sol.

Proyecciones confiables de origen científico plantean la desaparición de una cuarta parte de la flora y la fauna terrestre en un término de cuarenta años si no se toman medidas para frenar el calentamiento global. Ya estamos observando los efectos devastadores de gigantescos incendios, inundaciones y tsunamis en todo el globo. Y en un futuro, incontables pérdidas humanas, producto de desequilibrios generados por el calentamiento de los polos y consecuente aumento del nivel de los océanos.

Iniciativa de líderes, de algunos países y organismos internacionales como la ONU por intermedio del PANEL INTERGUBERNAMENTAL PARA EL CALENTAMIENTO GLOBAL, promotor del PROTOCOLO DE KIOTO, han promovido compromisos para enfrentar tan delicada situación que amenaza la humanidad en todos sus órdenes. Se calcula que los daños ocasionados al proceso de crecimiento económico reflejados en el producto interno bruto, estarían por el orden de 20% negativo a nivel mundial. Pero si se establecen correctivos, la magnitud de la inversión para tales fines no sería mayor del 1% del PIB. Sin embargo, son verdaderamente impresionantes, las dificultades que se han presentado en el “mundo civilizado”, para tomar en serio semejante problema, a pesar de sus enormes dimensiones. Algunos argumentos han pretendido desvirtuar la rigurosidad científica, más atados a intereses económicos poco serios que a la búsqueda de la verdad.

Ante este problema global, se impone un desafío global en la lucha por la supervivencia, impostergable como la que debe librarse por la seguridad personal contra la violencia desbordada y las guerras en el mundo. Este enfoque global se fortalecerá en la medida que se impulsen las acciones locales. Desde este pequeño lugar del planeta no debe pesar en nuestras conciencias el remordimiento de no haber hecho nada por evitarlo. Actuemos en consecuencia para sobrevivir.

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Fuente: El Carabobeño