Chile: la concertación a la deriva
Escrito por Luis Fernandez Moyano   
Martes, 13 de Octubre de 2009 08:45

altQue dos indiscutibles líderes históricos de la DC chilena, Patricio Aylwin y Gabriel Valdés, expongan abiertamente sus críticas a las desafortunadas expresiones políticas del candidato de su partido a la presidencia de la República, Eduardo Frei, es señal inequívoca de que algo muy grave sucede con el candidato y su partido. Pero que un retoño de político, sin mayor experiencia que una breve y mediocre pasantía por la Cámara de Diputados y sin más alcurnia que la de ser hijo de quien fuera hasta su muerte el secretario general del MIR e hijastro y pupilo de un bonzo del PS chileno, también de proveniencia mirista, habla aún peor del mismo Partido Socialista. Y del conjunto de la izquierda. Algo muy grave acontece en la política chilena: la Concertación navega sin rumbo, a la deriva, y sus partidos parecen haber olvidado tras estos veinte años de gobierno la trascendental enseñanza de una tragedia: desperdiciar una ocasión histórica para renovarse y replantear sus proyectos hacia una nueva democracia de partidos en Chile.           

Que el candidato de la Concertación y ex presidente de la república por la misma coalición no haya despertado mayor entusiasmo en el fatigado electorado chileno se explica por si mismo. Amén de no ser precisamente una figura carismática, capaz de resistir el desgaste de la Coalición que representa, Eduardo Frei no parece ser el producto de una necesidad histórica y, por consiguiente, la carta ideal de los partidos concertacionistas. Fue designado antes por cumplir con las normas del entendimiento, tras dos presidencias socialistas, que por representar al hombre ideal para esta difícil circunstancia. Por lo visto, no parecía existir otra figura en la DC capaz de encarnar el importante reto de asumir la presidencia de la república, toda vez que la anterior candidata de dicho partido, Soledad Alvear, se eclipsó tras ser derrotada en las preliminares de la pasada contienda por Michelle Bachelet.            

Lo trágico de la circunstancia es que tampoco en el resto de la izquierda chilena parecen existir figuras de relieve, a no ser el mismo Ricardo Lagos, otra carta ya marcada en el barajo de la política nacional. Puede que este agotamiento de líderes políticos en el seno del centro y la izquierda política nacionales, así como el agotamiento de la creatividad política de una clase en retirada,  explique la emergencia del tercero en discordia, un joven cineasta con estudios de filosofía súbitamente incorporado  al escenario político sin otro curriculum que una avisada capacidad para escandalizar con declaraciones propias de un enfant terrible de la rive gauche, descendiente directo de una familia con pasado oligárquico por sus cuatro costados, criado en Paris, heredero de la vieja nomenclatura política nacional  y por lo visto dotado del suficiente desenfado como para desafiar a esa misma oligarquía política. Lo asombroso del caso y lo que debiera mover a una profunda reflexión de la elite política chilena, de toda clase y condición, es que una figura tan rocambolesca no sólo se haya encumbrado en las encuestas sino que pueda incluso desplazar al candidato oficialista, el grave y descompasado Eduardo Frei Ruiz Tagle.            

Es lógico que en estas circunstancias, el candidato de la centro derecha opositora Sebastián Piñera se haya mantenido firmemente en el primer lugar de las encuestas de opinión. Y que muy posiblemente triunfe en la segunda vuelta, cuando enfrente a un Eduardo Frei resquebrajado por la desafección de sus propios camaradas o a un Marco Henríquez, abandonado a la suerte de la izquierda socialista ante el seguro trasvase de los electores de la DC, emocional y políticamente mucho más cercanos al candidato de la centro derecha. Lugar al que, en rigor, también ellos pertenecen.            

Si así fuera, lo más probable es la desaparición a mediano plazo de la Concertación y la recomposición del cuadro político para retornar, tras casi cuarenta años de busquedas e intentos, al escenario político  anterior al gobierno de Salvador Allende: un Chile a tres bandas. Sería lógico y razonable. Si asi fuera, la etapa de transición habría llegado a su fin.                   


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