El conflicto
Escrito por Manuel Felipe Sierra   
Viernes, 09 de Octubre de 2009 08:09

altEn el conflicto de Honduras, Zelaya ya no es Zelaya ni Micheletti es Micheletti. Si bien el presidente depuesto fue el detonante de la crisis y el presidente provisional el muro para contener la guerra civil, ambos personajes son ahora simples piezas

sobre la mesa de negociación.

La búsqueda de un acuerdo inmediato con la mediación de la OEA y la ONU es la única salida posible. Zelaya es la carta que se juegan en desventaja los países del ALBA (Chávez), la OEA (Insulza) y el subimperialismo continental (Lula). Micheletti es la ficha de la institucionalidad democrática tras cien días de resistencia.

Zelaya no pudo regresar como quería. Es posible que lo haga para un mandato simbólico que suture la desgarradura constitucional. Ya no podría insistir, sin embargo, en la "cuarta urna", en una constituyente ventajista ni en la reelección presidencial.

No le fue posible reeditar en Centroamérica el socialismo del siglo XXI. Micheletti volverá a la calle después de soportar una brutal presión de la comunidad internacional. Honduras, por esta vía reencontraría el cauce democrático.

La crisis hondureña abunda en lecturas. Chávez con la OEA y el ALBA primero, y luego de modo personal y directo no pudo imponer su modelo en una zona que todavía resiente los estragos de las contiendas armadas. No era fácil en Honduras pese a la obsequiosa permisividad de un gobernante atrabiliario y fatuo como Zelaya. Tampoco lo ha sido en El Salvador, donde el terreno parecía abonado con la victoria de Mauricio Funes, apuntalado por el Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí, el más importante frente guerrillero de la región.

La OEA en manos de Insulza (un funcionario genuflexo y obsesionado por su reelección) volvió a los viejos tiempos de "ministerio de colonias" cuando por órdenes de Washington servía de paraguas a las dictaduras militares. Ahora sus pasos lo marca la chequera petrolera de Chávez en sintonía con la pretensión hegemónica del Brasil de Lula. La política exterior de Obama demostró en este caso, además de incoherencia, una escasa comprensión de la nueva realidad latinoamericana. Anclado en el dogma de la legitimidad de origen, el mandatario estadounidense no parece reparar en que muchos de los países que claman por la pureza democrática en la OEA convierten a ésta en un trapo sucio en sus propias casas.

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Fuente: El Nacional


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