Hollywood, ‘Al sur de la frontera’
Escrito por Editorial El Espectador   
Viernes, 11 de Septiembre de 2009 07:57

altPor estos días la foto curiosa del Festival de Cine de Venecia la produjo un Hugo Chávez que posaba para las cámaras y firmaba autógrafos en la alfombra roja, rodeado de escoltas y a la espera del estreno del nuevo documental del estadounidense Oliver Stone, South of the border Sobre su nueva realización, el creador de películas como JFK, Asesinos por Naturaleza, The Doors, Wall Street y documentales como Comandante, Persona non grata y Las torres gemelas afirmó que la intención es la de retratar cómo una generación de dirigentes de izquierda buscan afanosamente escapar de las garras del Fondo Monetario Internacional. Entrevistas a los líderes más emblemáticos de Brasil, Bolivia, Argentina, Paraguay, Ecuador y Cuba vendrían a comprobar, en el documental, que es posible ir más allá de la mera crítica a la política exterior estadounidense.

La pobreza en Venezuela, que según las más recientes cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) ha disminuido 24,5% durante la última década, al pasar de 50,5 puntos porcentuales en 1998 al índice de 26% en 2008, con seguridad merece el análisis al que se nos invita. Se suelen pasar por alto, en medio de la polarización que suscita el caudillo, los indicadores. El debate, sin dogmatismos, habría que darlo con argumentos técnicos. Con todo, el modelo implantado, el socialismo del siglo XXI, no luce sostenible y, bien manejada, la bonanza petrolera ha podido surtir muchos mejores efectos.

Hasta ahí, sin embargo, todo normal. Cuestión de enfoque dirían los más asépticos. El hecho de que un artista decida hacer una película exaltando al líder venezolano Hugo Chávez no tiene, en realidad, nada de insultante. Todo lo contrario: bienvenidas las formas de expresión artísticas que invitan a la reflexión, a contemplar polémicos puntos de vista y a abordar la realidad desde otros esquemas. De hecho la demonización de la figura de Hugo Chávez a la que se refirió insistentemente el cineasta da fe de lo sesgados y tendenciosos que pueden llegar a ser los medios de comunicación. Más allá del propio Fidel Castro, en repetidas ocasiones el presidente venezolano ha sido considerado en la prensa norteamericana una amenaza regional. Incluso parecida a la que encarna Osama bin Laden.

Sin embargo, lo que sí resulta indignante de la crítica política que encarna Stone, y que bien mirada no pasa de ser una burda reducción que cae en los mismos errores que promete denunciar, es la total afinidad con los ideales de la revolución bolivariana y a partir de ésta, todo lo que pueda llevar implícito el romanticismo de la lucha guerrillera que algunos incautos en Europa defienden y financian. De su paso por Colombia en busca de una chiva que le fue negada, Stone dedujo que las Farc son campesinos organizados que con sus armas enfrentan ejércitos de paramilitares legitimados por los Estados Unidos. Tan dignos y heroicos son sus propósitos que bien valen la pena un secuestro. O en su defecto, muchos. Miles, si es preciso dar la pelea contra el establecimiento impuesto por un imperialismo yanqui que todo lo corrompe y somete, etc.

¿En dónde quedó —habría que preguntarle a Oliver Stone y sus seguidores— el interés en la libertad y el derecho a vivir dignamente? Faltará que el documental llegue a Colombia para juzgarlo en su integridad, pero con sus declaraciones basta para anticipar que el retrato es caricatura.


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