¡A la guerra!
Escrito por Héctor Chiriboga (El Telégrafo/Quito)   
Jueves, 20 de Agosto de 2009 09:19

altEn las opiniones de lectores de diarios, acerca de la posibilidad de una guerra con Colombia se mantienen la idea de que el conflicto ya existe, solo que es encubierto. Desde esa perspectiva, cualquier cosa es vista con sospecha. Sesudo análisis, llamamiento pacifista o comentario antigobierno son tachados de traición y cobardía.

Supongo que todos los tiempos han visto la presencia de personas así. Hay de todo. Desde los que aparecen en las concentraciones, forman parte del bulto que heroicamente canta las consignas, pero que seguro no estará en la selva, hasta los que de verdad sean receptivos al llamado y expongan su cuerpo buscando morir.

Susan Sontag menciona, a propósito de la fotografía de guerra, que las mayorías no pondrán objeciones a emprender o a continuar un conflicto y aceptarán las razones que les dé su gobierno. Para ella, incluso la idea de morir a manos de otra persona no es argumento suficiente para hacer de la guerra algo impopular.

Eso lo hemos visto y vivido. La historia de este país es el relato de las continuas agresiones que ha sufrido. Una buena parte del  país creció y vive con el sentimiento de patriotismo derivado de las derrotas del 41 y 81, que alimentaron heroísmos y presupuestos, y de la victoria militar del 95, antecedente, tal vez, del posterior “sí se puede”.

Sin embargo, cuando todo pasa, a más de los relatos épicos, nadie quiere saber de la guerra y sus productos. Comparadas con las europeas, nuestras guerras de semanas y cientos de hombres en el frente son muy localizadas. Escaramuzas de frontera, con muertos y heridos en pequeña escala. Pero a nivel de los sujetos que en ellas participan, el sufrimiento es grande, sea que salgan vivos o queden baldados. En este último caso, al dolor de perder algo del propio cuerpo se sumará el abandono de aquellos que los alentaron.

El afán de sacrificio ciega frente al desastre unido a toda guerra. Tampoco deja ver que en nuestro caso, así el empeño sea defensivo, no dejará de asociarse con una maniobra distractora del gobernante, pues la “Ley moral” de la que hablaba Sun Tzu, no le favorece. Y que además, lejos de moverse en este terreno de manera subrepticia, en secreto, como recomendaba el general chino, para frustrar a su adversario, “ganando el día sin derramar una gota de sangre”, se dedica más bien a amenazar mostrando debilidad.

(*): Licenciado en Sociología por la Universidad de Guayaquil (1990), Diplomado en Estudios Amerindios (1994). Docente en la carrera de Comunicación de la U. Católica.


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