Santoral chavista
Escrito por Alexander Cambero | X: @alexandercamber   
Lunes, 26 de Abril de 2010 07:35

altValiente el bronce que deja que construyan asesinos con sus bondades ancestrales. En el mundo de las tres edades antiguas, apareció como la aleación del cobre con el estaño. Se hizo célebre, ya que muchos lograron la perennidad de sus recuerdos convertidos en verdad histórica. Buscaron elevarse en los altares del incienso del fervor, no quisieron conformarse con el mundo pasajero, el anhelo cautivante era eternizarse más allá de las borrascas y los calendarios.
El socialismo podrido tiene su santoral.  Allí están todo un grupo de revoltosos que buscaron ahogar a la libertad, entre ríos de sangre y las peores torturas que puede soportar un ser humano. Son parte de un ecosistema genético, de una ideología que afinca sus raíces en el aniquilamiento de quién se atreve a pensar diferente. Debido a ello, es que tiene la obligación conceptual de perpetuar el pensamiento momificado, como son fruto de la manipulación colectiva requieren que sus fieles sean señuelos fáciles de la idolatría  política.  
En Venezuela comenzamos a ver el fenómeno. Efigies que buscan cautivar a fanáticos del socialismo podrido, la veneración de asesinos convictos y confesos; devenidos en nuestra nación en forjadores de un ideario.
La construcción de plazas en homenaje a Manuel Marulanda Vélez, el sanguinario jefe del grupo terrorista de las FARC. Es un hecho inaudito para la inmensa mayoría de las naciones democráticas del mundo. Es condecorar a quién exterminó a miles de inocentes en nombre de una utópica redención social, que los ha hecho millonarios con el negocio del secuestro y el narcotráfico.  Igual ocurre con Fidel Castro, honrar al sátrapa caribeño es escupir sobre la tumbas de miles de cubanos asesinados por esas sanguijuelas. Colocar una estatua de él en pleno centro de Caracas es un insulto a la venezolanidad. Una afrenta contra nuestro  proverbial civilismo democrático, seguramente nuestros héroes estarían llenos de cólera al sentirse acompañados de semejante engendro de la raza humana. En este orden de ideas, se encuentra la figura de Ernesto Guevara, ¿Cuántas balas acabaron con vidas inocentes, teniendo como inspirador al médico argentino? ¿Merece un homenaje, aquel que no  le tembló el pulso para destruir familias enteras en nombre del socialismo?  
Este régimen tiene invertido los valores. Los homenajes son para los delincuentes y matones, mientras  personas honorables como Oswaldo Álvarez Paz, es privado de su libertad, por solo opinar acerca de unos hechos que son del conocimiento público. Tan sórdida es su política que cualquier hecho, por sangriento que sea, tiene la justificación o condena extrema debido a la preferencia ideológica del imputado. Si el acusado pertenece al régimen  tiene el respaldo del aparato del gobierno, inmediatamente está en la calle. Si por el contrario, es opositor inmediatamente se le priva de la libertad, es vulgarmente ruleteado y sometido al escarnio público; por toda la red cloacal de medios de comunicación del estado. Una verdadera hojilla para diseccionar la honorabilidad de las personas.
Ahora quieren convertir a Edwin Valero en modelo. Sin ocultar sus innegables méritos deportivos, homenajear a quién asesinó a su esposa a sangre fría, que antes la maltrató y la mancilló en su honor. Es algo que indica la decadencia moral en la que nos encontramos. Una administración enferma que premia al malandraje y veja a la mayoría honesta. Colocar la bandera nacional sobre el ataúd de un hombre que enceguecido por la impunidad liquidó a la madre de sus hijos, es algo que como venezolano no comparto. Merecemos mejores ejemplos que capítulos que nos hunden como nación de espíritu racional.  

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