Hoy día, hay quienes no han aprendido nada de la historia contemporánea y con frecuencia preparan el entramado que da forma a la destrucción del orden institucional. De esta manera y con variadas combinaciones lúgubres han conformado las escatológicas milicias pretorianas, con estatuto militar muy similares a los inmisericordiosos Celotes de la Judea del siglo primero; a quienes literalmente se les conocía como “los varones del puñal”. Ahora, a estos laboriosos adeptos de la revolución se les conocerá como ¡la muchedumbre del Kalashnikov!; quienes en tropel desfilaron con un convulsionado verde mortecino, donde acentúan sus conciencias anómalas. Tal como los cruzados en su entrada triunfal a Jerusalén, en la que nada detenía sus obsesos vicios, de perpleja holgazanería medieval.

El ahora declarado Marxista -tras bambalinas de un rojo carmesí y con voluble arraigo, para entronizarse en el poder- ha decretado la guerrilla comunicacional que no es más que un rapto de inocentes criaturitas; que utilizarán en breve tiempo como sirvientes, porteadores, mensajeros, tamborileros y delatores, hasta de su misma familia. De esta forma le arrebatan el derecho a jugar, reír y de disfrutar su infancia.

Estas truculentas imposiciones son una copia perfecta de la isla de la felicidad secuestrada, cuya mala onda ideológica está cínicamente dirigida por el roble antillano; cuyo poder original concebido en forma ritual le ha concedido vida eterna para seguir mutilando, desmoralizando y trepanando con crueldad indescriptible la fortaleza, sabiduría y pureza de su pueblo. Tal como una ráfaga de viento que apaga la parpadeante llama de la libertad y lo que es peor, el llanero de la gabardina revolucionaria cumple a cabalidad, con los mandatos del barbudo momificado y le da rienda suelta a su influencia demoniaca, para controlar a la población; quien al fin y al cabo, es el bufón de la corte marxista.

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