El frenesí presidencial
Escrito por Ricardo Ciliberto Bustillos   
Lunes, 06 de Marzo de 2023 00:00

altQuizás por cinismo o por indolencia electoral muchos piensan que la Presidencia de la República puede estar a la vuelta de la esquina.

Un resabio inocultable que arrastramos desde el siglo XIX y que tiene su máxima expresión en la última parte del XX.

Franklin  Roosevelt, en un memorable discurso, señaló que la presidencia “no es un mero  cargo administrativo. Es ante todo un puesto de liderazgo moral”. Esta afirmación  la  habíamos aludido cuando andaban por allí - como desaforados -  un gentío lanzándose a tan alto destino por allá en el 2018, aunque a la postre la mayoría resolvió echar mano al expediente de la abstención Y es que, lamentablemente, muchos continúan confundidos acerca de algunos elementos del sistema democrático. Porque no es solo votar, ni creer únicamente en la alternancia en el gobierno y tampoco tener  -  como  especie de evangelio –  el convencimiento insensato  que el pueblo es el que manda y  -  en consecuencia -  la representación puede irse  “donde el viento se devuelve”. Una mala costumbre y deleznable praxis  desde que decidimos abrazar los valores republicanos, la separación de poderes y sobre todo el régimen presidencialista. En tal sentido, hay que entender que la democracia no es el pueblo en el gobierno. Los ciudadanos eligen sus representantes y -  en el caso específico -  el presidente resulta el delegado y portavoz de todos – sin excepción alguna -  en el más alto puesto de la administración pública o del Poder Ejecutivo.  No el dueño del país, como algunos perversamente sugieren. De allí que, ni en su cabeza ni en su espíritu  pueden convivir fracciones,  partidos políticos y mucho menos posiciones sectarias, vengativas, personales o volitivas. No es ninguna primicia recordar que su inmensa responsabilidad  implica   diálogo, equilibrio y apertura, además poseer un gran conocimiento de nuestra tragedia y ser un decidido promotor de sus factibles soluciones, con la adición inequívoca de su honestidad,  prestigio, modestia y discreción.

La Presidencia de la República, por más demócratas que procuremos ser, no está ahí al lado, en un programa radial o televisivo, en una aplicación vía internet, en un mitin o en apresurado paso por un caserío ofreciendo el cielo. ¿Cuántas frustraciones se han quedado   en el camino en este sempiterno frenesí  presidencial?

Postularse a este importantísimo cargo, como dirían algunos, el primer empleo del país, requiere de atributos y condiciones que van más allá de una espectacular y atrayente campaña electoral, de una locución embriagante y convincente, y sobre todo de una oferta que, como ya ha sido habitual, resulta irrealizable.

Insistentemente se ha mencionado que un aspirante y posterior presidente no  pueden  estar vociferando amenazas, insultos y enojosas declaraciones que fomenten la desunión de los venezolanos. Ni siquiera en sus andanzas de promoción personal para estas primarias.  Ya tenemos demasiados años en este maní. Sería una tamaña irresponsabilidad colectiva reincidir en el error. Diríamos que ante esta posibilidad hay que tomar serias precauciones.

Debemos estar atentos de los hasta ahora pre-candidatos y de algunos que faltan (o hacen falta) que no se han manifestado. Queda mucha agua por pasar bajo el puente. Por lo pronto, cada día se hace más necesario aprender la lección: la democracia no es un carnaval de pretendientes  basado en aquello de la “igualdad ciudadana”. El pueblo ha demostrado que sí se equivoca, y es ahora cuando el compromiso y la lealtad  con Venezuela tienen que estar al frente, asumiendo -  entre otras - la enorme obligación, por parte de sus dirigentes, de orientar a la población.  A buen entendedor, pocas palabras. Que esta pre-campaña nos sirva de aviso para no olvidar  las sabias palabras de Roosevelt.


|*|: Especial para www.opinionynoticias.com


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