La construcción de la nación en América Latina
Escrito por Yoselin Fagundez S. | X: @yoselinfagundez   
Viernes, 30 de Diciembre de 2022 00:00

altTras los procesos de emancipación en Latinoamérica, la literatura conservó todas las funciones públicas

que había adquirido durante este periodo. En medio del conflicto y las guerras civiles, los hombres de letras se inclinaron por la justicia social y abogaron por la organización política. Las opiniones en literatura estaban gobernadas por el clasicismo académico, que luego encontró espacio para el debate con el recién llegado romanticismo europeo. 

La más famosa de estas disputas fue sobre la distinción literaria entre clasicismo y romanticismo, que involucraba el uso del lenguaje y reformas lingüísticas en un contexto post independentista. José Victorino Lastarria (1817-1888), quien se reputa como el origen de la controversia, dio un discurso en 1842 ante la Sociedad Literaria de Santiago para manifestar la necesidad de una emancipación literaria. Aunque no utilizó la palabra romanticismo, Lastarria elogió la literatura francesa.

Por su parte, Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) atribuye la poca literatura chilena al respeto excesivo por el estilo literario clásico, lo que podría aludir a la influencia de Andrés Bello (1781-1865), un gran gramático que había comentado, publicado y traducido varias obras representativas de esta escuela, como Víctor Hugo, Walter Scott y Lord Byron

El romanticismo es considerado un movimiento cultural e ideológico. Sus impulsores fueron fundamentalmente literatos y pensadores franceses, ingleses y alemanes. En el caso de las letras, el romanticismo convirtió a la literatura en un paradigma de libertad y de creación, al promover ideas que permitieran la edificación de la nación y el sentido de pertenencia.

Sobre los usos del romanticismo, la posición de Bello se inclinaba hacia la preocupación de su aplicabilidad a la realidad de las nuevas naciones independientes hispanoamericanas. En el caso de Chile, donde la literatura era incipiente, se temía que el romanticismo aupara la imitación irreflexiva y azuzara el uso de vocablos superfluos, que se traducirían en una posible distorsión del lenguaje. Esta discusión dejó en evidencia, entre otras cosas, la importancia del idioma para la identidad de las nuevas repúblicas. 

En este apremio por construir los estados nacionales con una identidad propia y buscando determinadas respuestas culturales, las distintas formaciones discursivas se enmarcaron momentáneamente dentro del liberalismo radical, otras veces, americanista, y otras tantas se inclinaron hacia posiciones más conservadoras. En América Latina la transformación fue parcial. Se mantuvo una brecha entre las realidades económicas y sociales, y el mayor impacto fue en el cambio de las formas e instituciones políticas, organizadas por principios liberales. (González-Stephan, 2002)

Bajo la premisa de una identidad propia y de conquistar la emancipación intelectual, surgió el problema de una literatura nacional que robusteciese la unidad cultural y una identidad única. En este sentido, se impulsó un lenguaje historiográfico propio que favoreció la escritura de las historias nacionales para facilitar la consolidación de la nación.

Las historias nacionales no solo ejercieron una función estratégica para ofrecer una imagen ideológica alineada con determinados pensamientos políticos, sino también permitieron inspirar la idea de unidad y de una cultura auténtica. Las novelas ayudaron a imaginar la nación y a través de la producción literaria se contribuyó a la consolidación de las aspiraciones de integración racial, territorial y política de esa nación.

Urbaneja Achelpohl (1895), refiriéndose a esta emancipación cultural e intelectual, reconoce que “no era obra de los héroes la completa libertad del espíritu, sino de los pensadores” (p.88). Como resultado de la ruptura política con España, las élites latinoamericanas reconocieron la necesidad de esta emancipación a través de la literatura y la historia patria. No solo era definir la estructura del Estado y la forma de gobierno, sino que se requería precisar una nueva identidad como independientes en un sentido más amplio. Es allí donde la literatura y, en especial, las historias patrias tuvieron un rol importante en la configuración de la idea de nación.


Bibliografía

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