De aquí a la mortalidad
Escrito por Alirio Pérez Lo Presti | X: @perezlopresti   
Martes, 30 de Agosto de 2022 00:00

altPueden ser de cualquier parte de América Latina, de lo que estoy muy seguro es que no eran venezolanos.

La pareja se nos acercó a la mesa de la feria de comida. Él con panza batracoide y ella de contextura mediana: Mientras hacían señas ininteligibles con los dedos nos dijeron que los ayudásemos, que eran venezolanos y necesitaban dinero porque eran refugiados. -Llegaron a la mesa equivocada, compadre, el venezolano soy yo-, les dije, mientras trataban de escurrirse entre los comensales y el encargado de la seguridad los sacaba del local. Ahora resulta que hay quienes se hacen pasar por venezolanos para pedir limosna. 

Siguen saliendo

Recientemente la Organización de las Naciones notificó que los venezolanos en el mundo, forzados a salir del que una vez fue el país más rico de la región, ascendió a más de seis millones ochocientas mil almas. Con la flexibilidad que supone el fin de la pandemia, el momento es ideal para que una nueva estampida de connacionales recorra los más disímiles rincones de la tierra. La exportación forzada de los elementos culturales que nos asemejan va creando nuevos espacios y escenarios que podrían ser potenciales oportunidades de exploración económica. No es solo un sinfín de personas que se ven en la necesidad de migrar, también es un mercado que consume alimentos y asuntos propios que nos identifican, como la música o nuestro particular sentido del humor. Esa música se universalizará y ese humor tan propio y transgresor, que siempre ha tendido a burlarse de lo que sea sin ningún tipo de freno, causará hilaridad o rechazo dependiendo de quién capte el mensaje. En esa salida saldrá todo tipo de personas del espectro social. Algunos dedicamos tiempo en tratar de comprender las características de lo que pasa y seguirá ocurriendo, a la vez que vemos cómo en los noticieros de la televisión, los mal portados ocupan los espacios estelares por los delitos cometidos. 

Treinta millones

Creo que alguna vez fuimos unos treinta millones de personas que habitábamos el paraíso terrenal. El castigo por haber desconocido todos los avisos de advertencia era la expulsión del maravilloso lugar de donde somos. Como castigo, lo estamos pagando con creces. Quienes lo asumen como una nueva y buena oportunidad tendrán que pasar la página. Al fin y al cabo, la salida de mi casa es la puerta de entrada a todos los lugares del mundo. Tal puede implicar cual, en este caso, lo que hace que el carácter trashumante del venezolano se vuelva su sino, su condición ontológica. De alguna manera, el carácter migrante se ha de transformar por definición en su verdadero ser. Así nomás. O porque parte de su familia se fue del país o porque está en él. En recorrer las páginas de los diarios de otras naciones se nos irá buena parte del tiempo. Es menester adaptarnos a otras realidades para poder salir adelante. La necesidad de interpretar lo circundante y las infinitas expresiones idiomáticas son apenas algunas barreras o desafíos a los cuales se va a enfrentar cualquier venezolano del presente. Todo indica que millones se seguirán sumando a un peregrinar que a la par de la tragedia, sin duda es también la posibilidad de apreciar la más extraordinaria aventura, en todas sus formas. No olvidemos que en nuestro país la educación la pagaba la renta petrolera, por lo que muchos pudimos beneficiarnos de ella a través de los estudios formales. Difícilmente veremos una sociedad en donde la educación sea gratuita y de calidad en todos sus niveles. Quien no estudió en Venezuela difícilmente lo hará en otro lado, porque las oportunidades para hacerlo eran incomparables. El profesional venezolano será una persona potencialmente deseable en cualquier sociedad, mientras nuestros niños cantarán el himno nacional de otros países y se irán mimetizando con otras identidades. 

Diásporas y otras menudencias

Por lo pronto seguirán saliendo y saliendo venezolanos hasta llegar a los más distantes lugares de la tierra. La mayoría jamás regresará. Que se desintegre una sociedad por sus errores en la toma de decisiones es algo que ha pasado muchas veces en la historia de la humanidad. En tiempos de comunicaciones pertinentes e impertinentes, esta fuga desmedida, diáspora en caída libre, desplazamiento a donde sea, gente que se muestra desadaptada porque no estaba preparada para migrar (¿quién lo está?) se hace notar de manera mucho más escandalosa que en cualquier otro tiempo. Mientras tanto y aunque nos parezca insólito, la humanidad sigue dando vueltas y la vida sigue. Pobre de quien se le ocurra quemar el único cartucho vital y conformarse con la mezquindad como espacio para la vida. La diáspora venezolana, probablemente, apenas comienza. 

 

 


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