Ética política
Escrito por Freddy Marcano | X: @freddyamarcano   
Martes, 26 de Abril de 2022 00:00

altEn los últimos 20 años, en Venezuela, hemos estado regidos por un gobierno que se auto denomina chavismo,

 nombre proveniente de su creador y líder. Personaje  que apareció, no de muy buena manera, por la década de los 90.  Este régimen, desde mi perspectiva, ha hecho dos  aportes a la política venezolana: uno positivo  y otro negativo. El  positivo es  la legitimación de una agenda social en el siglo XXI que, en el siglo anterior, estuvo por encima de la agenda política con la creación y consolidación de la democracia representativa. Para los efectos de la presente nota, no importa si ha sido populista, demagógica y falsa la postura, pero lo cierto es que la pobreza (y, por supuesto, los pobres), fueron los protagonistas de un discurso ya prescrito. Esa pobreza estructural que descubrimos, a propósito de los planes de estabilización y reajuste económico, la cual íbamos en camino a solucionar antes de la reaparición del golpismo en los años noventa, y puede decirse, que con ello comenzó la descomposición de la política venezolana.

Negativamente, la segunda contribución objetiva que hizo fue entronizar el maniqueísmo como un régimen capaz de afectar a los partidos e individualidades de la oposición.  Ha contaminado el debate hasta aniquilarlo (nótese la calculada intrascendencia promedio del discurso parlamentario de este siglo). Impuso la perspectiva más arbitraria y caprichosa posible, como dogma político desde el poder y como dogma moral desde la oposición: en un caso, comprensible, por el uso literal y descarado de la fuerza, como el de los recursos presupuestarios al dominar el Estado; y, en el otro, apelando a una ética que se basta a sí misma, como si fuese suficiente para hacer oposición.  Y ésta participa de la satanización de una vida política que, al no hallar elementos objetivos de diferenciación, como efectiva e irrefutablemente existe con el llamado alacranato, apela a la entera subjetividad del líder que una y otra vez fracasa.

Esa ética ineficaz, se convierte en moralina. Ésta no debemos confundirla con la moral. Es la de un ejercicio aislado, autosuficiente y también auto engañado de la acción política. Monacal, conventual e insular de la política, lleva a la desarticulación, a la negación del otro y al mesianismo, por mucha falta de carisma que haya. Esto sólo puede hacerse desde el poder a punta de reales y bayonetas; y, sin embargo, Nicolás Maduro atrae a determinados sectores, hace un alto en sus fanatismos, y logra que, un grupo importante, firme una carta dirigida a Biden con la petición de aliviar las sanciones. Esto es, se hace política, la que precisamente no se hace desde la oposición cuando no se articula en lo más mínimo con otros, al mismo tiempo que se les exige lo que no es posible dar. Así de simple. Por ello, la crisis de la oposición es de creatividad de los que se reclaman como los más opositores de la oposición: pleonasmo que es artificio y consecuencia de la derrota consecutiva del liderazgo político del patio.

Esta triste realidad es la que vemos y palpamos; es una clase política venezolana siempre en busca de nuevas conquistas, solo para garantizar su permanencia en, o su aspiración a, el poder, dejando a un lado el bienestar de la sociedad; encontrando un nicho de descomposición moral y ético jamás visto;  logrando atraer a muchos que por falta de valores y principios sólo son mercenarios políticos, en busca del mejor postor para venderse como “lideres” y capaces de mover grandes masas, muchas veces a través de manejos tecnológicos que le quitan realidad al hecho.

Pero siempre hay oportunidad de cambio, para una política que se refunde en los valores de la ética, la moral y la solidaridad;  en la paz y el respeto a los derechos políticos, sociales y culturales de todos, porque solo así se podrá reconstruir el país. Llevando a cabo una verdadera revolución de nuestras conciencias y costumbres aunque el término lo hayan descompuesto los que hoy ostentan el poder. Los que insistimos, resistimos y persistimos en la lucha por la libertad y la democracia solo podemos, en estos casos, denunciar y manifestar nuestro rechazo a estas conductas solapadas y deshonestas de una oposición que no aglutina, sino que, con sus conductas, intenta debilitar,  sin lograrlo, a la mayoría de los venezolanos.


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