Tiempos y acciones políticas internacionales (ONU-OIT)
Escrito por William Anseume | X: @WilliamAnseumeB   
Lunes, 15 de Julio de 2019 05:55

altNi la ONU, a través de su comisionada para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, ni la OIT con la visita de sus representantes poseen real posibilidad coercitiva

para influir determinantemente en transformar para bien la realidad venezolana. 

Uno se alegra como bebé acariciado porque Michelle Bachelet, después de todo, vino. Su sola llegada era ya una clara señal sustancial de que la marcha en materia de DDHH en nuestro país carece del aval del mundo, excluyendo a las dictaduras amigas de Miraflores. Uno se solaza en la idea de que el informe de la comisionada del organismo mundial, con lágrimas incluidas, grapadas entre los pasajes del documento, sea "demoledor" contra el ejercicio criminal del poder que se estableció en Venezuela. Tal vez cargas para los expedientes en la Corte Penal Internacional. Uno se entusiasma porque también la OIT hizo presencia en Caracas, para escuchar a trabajadores y sindicalistas, con todos sus mecanismos: encuesta, queja y demás instrumentos para demandar la atención internacional ante las violaciones constantes a los acuerdos internacionales de discusión y ejecución de las contrataciones colectivas o de las condiciones generales de trabajo, como el sueldo mínimo. ¿Y qué?

La presión enorme o pequeña no avanza de ahí: de ser presión informada, cumplida, muy bien descrita, redactada con sapiencia acusadora: " niño malo, esto que haces no está permitido. No lo hagas más". 

La muestra fehaciente de la desproporción entre  el "regaño" informado y la realidad acabadora a diario, cada hora, la encontramos de inmediato, a la salida de Bachelet: un niño sin ojos, un militar asesinado previa tortura, presos políticos más abundantes, tratados con vileza y saña. Tanto para la ONU, en DDHH, como para la OIT será igual: llevarán su informe con las violaciones de los acuerdos internacionales y más nada. ¿Qué más pueden hacer sino dejar constancia más o menos burocrática para el mundo de lo que sabe el orbe: en Venezuela no se cumplen ni la constitución, ni las leyes, ni los acuerdos internacionales; así como no hay nada ni nadie en el mundo que se las haga cumplir a la dictadura criminal. En esto, internacionalmente, se sufre una feroz impotencia sin viagra liberadora. 

Redunda el mensaje  en el mundo de las crueldades de la tiranía. Así los mensajes de la ONU, en la ONU, serán nuevamente redundantes, con algunos ejemplos más, con alguna ampliación de datos. ¿Pero, dónde queda el poder coercitivo? 

Esos organismos y sus instrumentos morrocoyunos fueron diseñados para países democráticos de la posguerra, para insistir, sin embargo, en la no intervención para con el accionar interno de sus pueblos, especialmente para con el accionar ( la inacción, más bien) ante posibles malévolos gobernantes. Para poner coto a la satrapía no sirven realmente. En la ONU existe el poder final del veto. Nada podrá esencialmente hacerse desde allí. 

Urge en los organismos internacionales y sus instrumentación una respuesta más efectiva para estos casos de Estados que se colocan al margen de la ley y de los acuerdos internacionales. Estados genocidas. El tiempo diplomático y político es sumamente imperfecto. Nada tienen que ver realmente con los ciudadanos padecientes.  Esto debe ser ajustado a la realidad. De no ser así, se repetirá la mirada triste de Diego Arria contemplando, hace más de veinte años, cadáveres de bosnios asesinados. Será una lamentable recolección de muertos, cómo va siendo, y una estampida de incidencia mundial, como es. 

 


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