¿Pésimo truco, propio de marrulleros?
Escrito por Antonio José Monagas | X: @ajmonagas   
Miércoles, 03 de Julio de 2019 01:21

altHay realidades que tergiversan el concepto de “política”. Pero también hay personas cuyo conocimiento de “política” es tan ínfimo, que roza con lo vulgar.

Sin embargo, muchos son atrevidos al hacer consideraciones de esta calaña que ignoran lo que en verdad contiene el significado de “política”. Si bien este problema, tiene al país en ascuas, es imposible eludir la cruda situación por la que atraviesa Venezuela no sólo por estos tiempos. Las dificultades que derivan de tan lamentable proceder, vienen del siglo pasado. Incluso, del decimonónico. Solamente que, con los años, se intensificó. Sobre todo, ayudada por presunciones, suposiciones, equivocadas decisiones y la terrible manía de hacer conjeturas sin prueba alguna.

Hoy, después de un buen tiempo, todo empeoró. Y no, precisamente, porque faltara gente preparada y capaz de corregir o de arrimar el hombro ante la solución de los problemas que fueron presentándose. Entrado el siglo XXI, la situación se exasperó con el arribo al poder de individuos sin la formación política básica y necesaria. No bastaron las intenciones para reponer los elementos políticos por parte de advenedizos que, desde un principio, se atrevieron a dictaminar. Fueron múltiples y reiteradas las razones inconclusas o indeterminadas a partir de las cuales quisieron reconstituir una Venezuela ya fallida. 

De esto, Venezuela devino en una franca desgracia. Infortunio éste que sigue sin comprenderse por quienes se han arrogado condiciones de “activistas políticos" para presumir de gobernantes. Cuando escasamente llegan a plantear fatuidades y necedades que ni siquiera logran superar la línea de la ridiculez. El inmediatismo y la improvisación se impusieron para lo cual, esos personajes de marras, se valieron de su soberbia, engreimiento y resentimiento para terminar de descomponer al país. Ya, para entonces, alcanzada la condición de nación “tambaleante” política y socialmente.

El país, retrocedió. Y así fue, a una velocidad inversamente proporcional a las exigencias asomadas por el desarrollo. Todo se dio “a paso de vencedores”. Pero de vencedores arruinados en conocimientos que dieran con proyectos, programas e ideas que conciliaran capacidades, recursos y necesidades. Trilogía ésta, casi nunca entendida. Así, Venezuela se hizo un embrollo “multifactorial” y “pluridimensional”.

Pero la tendencia a buscar respuestas que dieran con soluciones expuestas en apenas un plano, la conjugación de dos variables, una relación bipolar o cartesiana, hizo que lejos de encontrarle salida a tantos conflictos, las realidades se oscurecieran cada vez más. Ahora la desventura de Venezuela, se complicó a una escala exponencial. 

Aunque así pintan las realidades, esto no quiere decir que el país cayó en una fosa sin retorno. Nada de eso. Descontando a los politiqueros de oficio, a los carroñeros de oportunidades, a los aprovechadores de turno, a los mafiosos del momento, a los corruptos de moda, todavía Venezuela cuenta con gente capacitada y motivada para sacarla del marasmo. Están en las universidades, colegios profesionales, foros profesionales, academias científicas, instituciones y empresas lúcidas, así como en gremios hacendosos. No en los cuarteles o en cenáculos de conspicua constitución. Tampoco en las calles debatiendo con fantasmas.

Ese país, sigue en pié y listo para dar la pelea. Además, de frente y con el aplomo que la historia contemporánea ha hecho ver como referentes válidos y vigentes. La demostración que desde la Asamblea Nacional se ha dado, es un precedente de valiosa y valerosa figuración. Sería mezquino negar su esfuerzo.

Todo ello, ha apostado a lograr las reivindicaciones que harán resurgir a Venezuela de la miseria a donde la llevó la tétrica e infecunda “revolución”. Proceso éste, solamente comparable con un triste y muy dispendioso “aquelarre”. Toda esta retahíla de ilusos resultados, ha sido la expresión de una costosa trampa en la que ha caído el país completo. O acaso fue el guión perfecto de un ¿pésimo truco, propio de marrulleros?

 


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