De la guerra de cuarta generación
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Viernes, 03 de Mayo de 2019 06:23

altPor estos días, tuvimos ocasión de leer algunos fragmentos de la novela “El día que murió Kapuscinski” de Ramón Lobo, célebre corresponsal de guerra.

El recorrido de algunas páginas de un ejemplar prometido en  préstamo, nos impuso nuevamente sobre la debacle editorial que padecemos, desde hace demasiado tiempo; las particularidades de un oficio, por siempre, irrepetible a juzgar, incluso, por las entrevistas concedidas por el propio Lobo; y la asombrosa aspiración que algunos jóvenes tienen para ejercerlo, y – dirán -  muy después vendrá la literatura a lo Pérez Reverte.

Recordamos a un novel periodista chileno que le pidió a un amigo común,  contactar con un parlamentario de la oposición, antes de proseguir viaje, aunque ya no precisamos si de regreso a su país. Nos vimos en un café de la Universidad Central y quizá cumplimos con el último turno de una segura ronda exploratoria hecha, entre varios diputados, teniendo por escenario un posible, abierto y crudo conflicto en casa.

Nada particulares sus preguntas, indagaba sobre un perfil social y político de la coyuntura venezolana, nada más, mientras que nosotros lo hicimos en torno a la vocación y el desempeño, las destrezas y el blindaje emocional, la preparación e inserción eficaz en un conflicto del reportero de algo mucho más que un suceso. Nos lo comentaba, asegurando que no había  problema psicológico alguno que lo pivoteara tan lejos de casa. Sin embargo,  hubo un breve impasse: aseguraba que nada peor que Pinochet, consecuente con el testimonio de sus padres y abuelos.

Transcurría 2014 y ascendían las cifras de muertos, malheridos, detenidos y torturados,  en Venezuela.  Después, incluyendo el diálogo incondicional, alcanzará un ritmo demencial,  como ha ocurrido desde 2017, dejando en pañales al dictador del sur.

Le perdimos la pista al audaz fablistán, preguntándonos cuán lejos estará de nuestro infierno,  con el lento genocidio que el chavismo  ha provocado y la inmensa diáspora que ha celebrado, dizque  aligerándole  sus problemas.   La guerra de cuarta generación, librada acá intensamente, también cuenta con una extensa corresponsalía, por lo que el mundo sabe muy bien hasta dónde llega el número de sus víctimas y la morbidez inaudita de sus victimarios. Empero, realizada a cabalidad, tiene otras dimensiones, plantea otros desafíos, elevándose cada vez más el precio de su superación por los traumas, las secuelas, las novedades que dejará sobre el campo de batalla.

 


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