Un asunto de mantenimiento operativo…
Escrito por Antonio José Monagas | X: @ajmonagas   
Martes, 16 de Abril de 2019 06:18

altIniciar esta disertación reconociendo problemas que afectaron el comportamiento social y económico de poblaciones enteras, sobre todo frente a la recurrente tragedia

que ha paralizado el país por causas que no se justifican, pudiera resultar extremadamente justo y necesario. Y así debe ser toda vez que la historia universal remite a situaciones que dejaron ver el miedo que, ingentes comunidades, tuvieron ante lo que llamaron “la enfermedad del sol”. Sobre todo, cuando éste desaparecía y dejaba la Tierra a oscuras. 

El desarrollo de la Física permitió superar tales temores. Así, como entender numerosos fenómenos que alarmaban pueblos. Incluso, gobiernos. No sólo fue el estudio del cielo, sus planetas, estrellas, constelaciones y demás fenómenos astronómicos. También fue de la naturaleza de los electrones, de las moléculas y de los átomos. Sin embargo, fue durante el Renacimiento cuando se inició el estudio sistemático de la electricidad y el magnetismo. Aunque el conocimiento claro de estas materias propias de la Física, no tienen lugar sino hasta finales del siglo decimonónico. 

Difícilmente, otro logro científico tuvo consecuencias tan profundas y de tan largo alcance, como éste. Desde entonces, el dominio de la electricidad y el desarrollo de las comunicaciones cambiaron el modo actual de vivir. El mundo entero revolucionó su discurrir, toda vez que las tecnologías se adhirieron a tan potenciales fuerzas físicas, como en efecto dejó ver el carácter de la electricidad. Tanto así, que la electricidad se convirtió en una de las formas de consumo de energía más limpias y prácticas. De hecho, constituye un insumo imprescindible dentro del componente energético de todo proceso industrial de producción. Asimismo, su uso en el hogar es insustituible. Su demanda ha revelado un crecimiento tan vertiginoso, que hizo que cada vez más las sociedades se hicieron más dependientes de ella.

Venezuela no fue la excepción. Igual se sumó a las implicaciones de tan palmaria revolución tecnológica. Desde que la Electricidad de Caracas asumió el liderazgo en la generación, trasmisión y distribución de la energía eléctrica, en Noviembre de 1895, el país se hizo más ávido de consumirla. Aunque siete años antes, la empresa The Maracaibo Electric Light Co., convertía a Maracaibo en una de las primeras ciudades de Sur América en disfrutar del servicio eléctrico. 

Pero entrada la segunda mitad del siglo XX, el país pasó a hacerse partícipe de nuevos esquemas de crecimiento y desarrollo que clamaron por la prestación de un servicio de electricidad cuya eficiencia se correspondiera con los criterios que pautaban la apertura de un sector empresarial e industrial. Así como de importantes emprendimientos inmobiliarios, que iban a requerir fuentes estables y garantes de un servicio de electricidad acorde con una rotunda y creciente demanda. Las necesidades nacionales de electricidad, eran obvias. No obstante, no fueron totalmente satisfechas por cuanto, a pesar de que repuntó la creación de empresas productoras y administradoras del servicio de electricidad, la demanda superó rápidamente la oferta. Entre otras del sector privado, fueron: Energía y Luz Electrica de San Cristóbal, Electricidad de Valencia, Luz y Fuerza Eléctrica de Puerto Cabello, Electricidad de Guarenas-Guatire, Luz Eléctrica de Yaracuy y Energía Eléctrica de Barquisimeto (ENELBAR), principalmente. Mientras que del sector estatal, se tienen, Luz Eléctrica de Venezuela, (ENELVEN), Electrificación del Caroní C.A. (EDELCA), Compañía Anónima de Administración y Fomento Eléctrico (CADAFE) la cual luego cambia de denominación y personalidad jurídica para CADELA y Corporación Eléctrica Nacional (CORPOELEC). 

Y así fue hasta que la construcción de la Central Hidroeléctrica Raúl Leoni, hoy llamada Central Hidroeléctrica Simón Bolívar, cuya inauguración final ocurre en Noviembre de 1986, comenzó a ofrecer la mayor cuota de energía eléctrica al país. El resto, lo aportarían plantas termoeléctricas o hidroeléctricas de menor envergadura. No obstante, algunos de esos proyectos no fueron totalmente terminados lo cual violentó la planificación que a dicho respecto se tenía. 

El hecho de no haberse cumplido el programa de equipamiento de acuerdo con el análisis prospectivo de la capacidad que habría de instalarse en la última década del siglo XX, tanto como en los años hasta ahora consumados del siglo XXI, devino en la acumulación de problemas que no lograron despejarse. Por consiguiente, los gobiernos de entonces no ejecutaron los requerimientos de capacidad instalada correspondientes a las estimaciones de la demanda que ingenieros y economistas consultores, habían proyectado. 

La Asociación de Ingenieros Mecánicos y Electricistas, AVIEM, había considerado que luego de 1996 se haría inminente “aumentar la generación a termocarbón, desarrollar los aprovechamientos hidroeléctricos del Orinoco y los cuantificados hasta dicho año, y utilización de energía nuclear” (I Congreso Venezolano de Energía: La energía eléctrica en Venezuela. Caracas, 1978) Esto, para amortiguar el crecimiento de la demanda que ocurriría entrado el siglo  XXI. Pues para entonces, “habremos utilizado  todos nuestros recursos hidroeléctricos y será necesario incorporar en gran escala, otras fuentes para satisfacer nuestros requerimientos de energía eléctrica” (Ibídem). 

Pero  el deterioro causado por la desidia que emergió como resultado del patético esquema de desarrollo económico que acompañó el arribo del modelo militarista que se apoderó del poder político en 1999, desplazó toda consideración de mantenimiento preventivo y correctivo requerido por el sistema eléctrico nacional. Ello devino en un traumático deterioro que provocó el colapso de la generación, trasmisión y distribución de la energía eléctrica. Particularmente, a partir de 2010.

Tal crisis, había sido anunciada con antelación, por estudiosos de firmas de ingeniería, centros de investigación y desarrollo y centros de estudios universitarios, preocupados pues los tiempos veían venirse encima. Sobre todo, ante el estado de pésimas condiciones que ya acorralaba las empresas eléctricas venezolanas. Ingentes oportunidades dejaron pasarse sin que llegaran a detallarse las condiciones que adolecían frente a reordenamientos propios del subsector eléctrico nacional. Muchas prioridades quedaron rezagadas como necesidades de proyectos de desarrollo e inversiones clamados para el interés nacional.

La AVIEM había advertido que “de sufrir retrasos considerables, los márgenes de reserva necesarios para garantizar una electricidad siempre disponible, serían críticos y podría afectar seriamente la operación del sistema eléctrico nacional” (Ob. Cit.) Actualmente, la capacidad de carga distribuida nacionalmente no cuenta con reserva alguna. Por lo contrario, se tiene un déficit bastante calamitoso, 3.435 MW operativos. Por consiguiente, se ha puesto en jaque, en lo que ha corrido desde el 7 marzo 2019, la operación del sistema eléctrico en todas sus fases y condiciones.   

El régimen socialista venezolano, acusa a razones de índole política y geopolítica de la crisis eléctrica nacional que ha surgido. Y lo peor, es que comunicadores sociales y personas afectas al régimen se han prestado a la absurda tarea de buscar convencer a incautos, idealistas, resignados y conformistas, de que la logística que acompaña la generación, trasmisión y distribución de electricidad, es un problema que sólo lo explica la “política” a manera de ficción. Ni siquiera el populismo, la revolución o el socialismo de última categoría, tienen consigo razones para justificar tan perturbadora realidad. Más, cuando la correspondiente ideología no cuenta con consideraciones que respondan. Por eso, han hablado de que lo sucedido a principios de Marzo 2019, fue una guerra cibernética y electromagnética que incidió sobre controles numéricos del centro generador de Guri gobernados éstos por patrones electrónicos dialógicos y conmutadores analógicos manuales para los cuales no hay poder digital capaz de intercalar órdenes en sus fuentes controladoras de barrido simple.

La causa de tan histórico desastre, es de alcance internacional dado lo absurdo y ridículo de la explicación gobiernera. La misma se complementa con la de un supuesto ataque terrorista. Aunque debió ser “terrorismo de comiquitas” pues no hay otra forma de concebir consecutivas acciones de saboteo  que a juicio de cualquiera, lucen de carácter infalible toda vez que ocurrieron en áreas fuertemente militarizadas. Sin embargo, esto puede explicarse al considerarse la incidencia de una negligencia garrafal, tanto como de la corrupción que dejó sin recursos, a proyectos eléctricos aprobados financieramente por el Ejecutivo Nacional en su momento. 

De manera que la presunta “guerra eléctrica” provocada por infiltración del acérrimo capitalismo del Imperio Yanqui, no calza con las motivaciones endilgadas por quienes no saben otra cosa que “echarle la culpa a la vaca”. Debería todo explicarse, según las teorías de las fuerzas ejercidas sobre una corriente en un campo magnético. Así podría haberse rebatido cualquier incipiente trazo de que el calentamiento de las líneas de alta tensión fueron reducidas por influjos electromagnéticos teledirigidos. Hipótesis ésta que se cae por su propio  y fantasioso peso . 

Ello fue  causado, simplemente, por el calor generado por el incendio bajo las líneas de alta tensión extendidas entre las subestaciones Malena y San Gerónimo, lo que produjo la reducción de la protección térmica respectiva para así activarse la interrupción del sistema eléctrico. Asimismo, cabe agregar a una sucesión de causas, la impericia de buena parte del personal que atiende salas de máquinas de centros de potencia quienes, por ensayo y error, acometen un manejo que raya con desviaciones de control. Tampoco, se tiene el mantenimiento en caliente ni la vigilancia aérea de las redes de distribución a nivel nacional, como venía haciéndose. Otra causa, fue la acumulación térmica imposible de irradiarse por obsolescencia del aceite y material componente de transformadores de alto reciclaje o potencia eléctrica. La misma ha sido causante de explosiones achacadas a un manido saboteo. 

Igual debe contarse, la anulación de plantas termoeléctricas de reducida potencia. De 84 en otrora instaladas, apenas quedan tres de las cuales sólo dos siguen operativas. Las plantas de energía eólica, resultaron ser un fiasco. Aparte que su capacidad de generación eléctrica es tan irrisoria, no funcionan. Todo esto da cuenta del mayor deterioro eléctrico suscitado en país latinoamericano alguno. 

Así que para determinar algunas causas del problema que tiene al país sumido en el ocio, por un mal gobierno zarandeado por el Imperio, habría que dominar el tema que refiere la energía y movimiento de las cargas en parques eléctricos dedicados a la generación, transmisión y distribución del servicio eléctrico. Porque en verdad, lo acontecido es un problema  resultado de la pésima experticia logística y operativa de la empresa que controla el sistema eléctrico nacional. O para decir lo expuesto arriba de otro modo, es un problema de orden físico, no político. Mucho menos, de ficción o fábula pues nadie se lo cree. La electricidad no es cuento. No es otra cosa que un asunto de mantenimiento operativo…

 


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