La rebelión y el peo de Guaidó
Escrito por William Anseume | X: @WilliamAnseumeB   
Viernes, 05 de Abril de 2019 06:35

altEl sábado pasado Juan Guaidó estuvo en los altos mirandinos: Los Teques, Los Salias y San Antonio.

Profirió en repetidas  oportunidades el término mal sonante y oliente: "peo". "Aquí se tiene que prender un:...". Dejaba, al hablar, a los presentes la responsabilidad de la pronunciación escatológica, aunque en otras oportunidades él mismo la enunció. Más allá de la tontería que implica un término grosero ante una multitud clamante, luce como una ingenua intención de congraciarse con la gente más elemental. Tal vez con el chavismo disidente. Mala conseja le dieron. (Des) luce totalmente innecesario. Tiene el poder de la convocatoria y de la esperanza de la gran mayoría de los venezolanos sobre sí, como representante (presidente) de la Asamblea Nacional y como presidente encargado. Tiene la autoridad.

Esto puede chocar momentáneamente con consideraciones antiguas, como las emitidas desde el intento de fundación de la nación, cuando Gual y España: "Conferir a un hombre solo todo el poder, es precipitarse a la esclavitud, con intención de evitarla, y obrar contra el objeto de las asociaciones políticas". En el fondo, según mi apreciación, falta el deseo de concretar un resultado pronto. Si no se quiere aplicar el artículo que propicia la intervención y el rescate más inmediato posible para la reconstitución del Estado, se tiene que trazar una alternativa detenedora de esta inaguantable situación política, social y económica. Todo lo demás, incluso el llamado al peo o los peítos cada vez que se vaya el agua o la luz, planteados por Guaidó, serán "peos a la luna", como señala otra escatológica expresión popular. 

El simulacro es otra acción risible. ¿Simulacro de qué? ¿Anotaciones de datos e identificaciones para qué? ¿Se está pensando en recavar datos electorales o movilizadores? Para una movilización, ya está demostrado, sólo tiene que convocar. La rebelión es una consideración especialísimia, fundamental, de los Derechos Humanos. Si no se quiere la intervención, por sus diversas inconveniencias, el llamado urgente debe ser a la concreción de la rebelión que muchos juramos en público, no a buscar datos para mover electores, tarea partidista, sino poner fecha y dirigirnos, como ya planteó alguna vez, al centro del poder para tomarlo, sacando a la tiranía, y cumplir así el primer punto de la ruta, donde se tiene que concentrar toda la energía:  cese de la usurpación, para luego avanzar en los otros dos pasos. Porque: "La resistencia a la opresión, es la consecuencia de los otros derechos del hombre".  

Este proceso no puede, no debe, prolongarse; es inaceptable que se prolongue a expensas de la vida humana de los ciudadanos venezolanos. Se precisa una fecha definitiva y pronta en la que todos acudamos al llamado terminal y se le ponga fin a la prolongación del tormento, bien sea desde afuera, o desde adentro con ayuda foránea o, si finalmente la comunidad internacional nos abandona, cosa que me resulta hoy increíble, pues nosotros resolviendo entre todos este tortuoso sufrimiento colectivo nacional. Si no se atiende ya el llamado al rescate internacional, debe presentarse ya la alternativa, con fecha y todo.

Apuesto una vez más a la conducción efectiva de Juan Guaidó y de la Asamblea Nacional. Pero el tiempo de la resolución se agota. Perder de nuevo la oportunidad de arrancar de raíz el mal que nos carcome será llevar a un temporalidad que luce infinita la posibilidad de renovar alguna esperanza: echemos el resto; para luego es tarde. No es solo su peo (de Guaidó), es también el nuestro).

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