“Y vuelve la mula al trigo”
Escrito por Antonio José Monagas | X: @ajmonagas   
Domingo, 17 de Marzo de 2019 06:03

altEl léxico popular es sabio. La historia lingüística es fiel testigo de tan modesta pero atinada sapiencia.

El problema es cuando la política busca interpretarla en aras de su estragado discurrir. Sobre todo, cuando quienes tienen cuota de responsabilidad en decisiones que comprometen una situación trascendente, deben buscar la salida más inmediata y expedita a los problemas que enfrenta. Sin embargo, no siempre suele salir airosa del percance pues muchas veces, el politiquero, ostentando el poder que lo encumbra, procede a presumir de lo que no tiene, ni de lo que no es. Y es cuando de tanto insistir en hallar la respuesta o solución al problema que lo acecha, sale cada vez más anulado que de costumbre.

Léase el caso del ataque “cibernético” y del sabotaje “electromagnético” atestado por el Comando Cibernético norteamericano con la complicidad de infiltrados pagados por el Imperio yanqui. Cuánta ridiculez hay contenida en tan risibles consideraciones…¿?

De ahí que cabe reconocer lo que refiere el refrán popular: “Y vuelve la mula al trigo”. Pero que en el caso venezolano, la mula vuelve por su propia testarudez al redil o al corral. O quizás mejor,  a su encierro para así seguir dándose “cabezazos” de manera voluntaria y estùpida. Pero, ni modo. Así son las cosas de la vida animal.

El discurso presidencial continua repitiendo sin medida y sin razón, la misma excusa. O sea, la del ataque o golpe cibernético. Ésta, lejos de portar algún valor para el mundo de la ciencia y la tecnología venezolana, hace ver la verborrea presidencial objeto de burla dado el desconocimiento de física, ingeniería, de sistemas de potencia, y tantas otras concepciones que envuelven al fenómeno de la naturaleza conocido como: electricidad. La misma, vista en términos de su comportamiento termodinámico y atómico.  

El caso venezolano evidencia un colapso que sólo responde al campo de las probabilidades estocásticas propias de procesos intervenidos por la electricidad en su dimensión operacional. Tales probabilidades, cuya evolución en el tiempo es aleatoria, es razón para inferir que su causa no obedece a otro factor que no sea de su propia naturaleza. De manera que resulta absurdo y vergonzoso, asegurar condiciones que sólo caben en el pensamiento de un libretista del cine ciencia-ficción, cuyo propósito busca especular presunciones o imaginarios que pudieran ser objeto de la ciencia futurista. 

Sin embargo, cabe la justificación a la que se subordina un gobernante que busca redimirse de yerros cometidos sin medida alguna. Y aunque pueda tener ante si varias opciones para evadir la culpa del ultimo yerro cometido, siempre apuesta a inculpar a otro de lo que no ha podido resolver y que se ha agravado por su impúdica actitud. 

Desde que el discurso presidencial consiguió la causa del “apagón” nacional en el pretexto de un golpe cibernético y teledirigido vía satelital con el conjuro de una oposición contrarrevolucionaria, son pocos quienes han creído tan manido cuento de aventuras. Todo ello, tiene un guión preestablecido y además alevoso. Debajo de todo ello está, nada más y nada menos, la necesidad de recuperar el espacio político perdido a consecuencia de la escalada de una nueva gramática y narrativa política impulsada desde la presidencia de la Asamblea Nacional.

Y aunque es bastante posible que el régimen continúe escondiendo sus mentiras tras el fantasioso cuento del “golpe cibernético” referido a manera de emboscada del imperialismo yanqui mediante un ataque de virus de computación, el tiempo dará cuenta de la verdad sucedida en el centro de un sistema eléctrico nacional. Sistema éste condenado desde hace tiempo, al abandono por causa de la corrupción y del correspondiente saqueo. Y además, por la inexcusable inestabilidad, injustificable debilidad y creciente vulnerabilidad del susodicho sistema. Ahora, ante un abierto jaque.

Por fortuna, la excusa del “apagón” no recayó sobre problemas de la Cuarta República. O de que en el siglo XIX, el país era tierra de caudillos y confrontaciones. O terreno de monte y culebras, iguanas y renacuajos.Es así que ante el hecho que representa repetir fastidiosamente un guión sin justificación alguna, o sin que parezca que la razón o el sentido común pueda impedirlo, sólo queda por decir: “Y vuelve la mula al trigo”.

 


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