Donald Trump, Venezuela y América Latina
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Miércoles, 20 de Febrero de 2019 07:02

altNo descansaremos hasta liberar al pueblo venezolano, afirmó. Si con ello sacude la coraza de hierro del castrismo cubano y precipita la liberación de Cuba, habrá entrado a la historia.

 A Miguel Rodríguez

 

El acto celebrado ayer en La Florida con la participación estelar del presidente norteamericano Donald Trump y su esposa constituye un hito en la historia de la liberación de Venezuela del cáncer castro comunista inoculado por el populista venezolano Hugo Chávez y su caudillismo militarista, que trasciende con mucho las estrictas fronteras de la Venezuela aherrojada por los ejércitos cubanos. Pues como jamás nunca antes, desde los tiempos de la imperdonable traición de John Kennedy hacia los comandos invasores que fueron a dejar sus vidas sobre Playa Girón y muchísimo menos durante la ominosa gestión del demócrata Barack Obama y su acercamiento para con la tiranía cubana buscando la fotografía de un abrazo con Raúl Castro que creyó lo inscribiría en los fastos de la historia universal, un mandatario norteamericano había abrazado con mayor fervor y grandeza la defensa de la democracia y el frontal rechazo al socialismo como el peor de los males que han azotado a nuestra región. Por no decir al mundo entero. Algo absolutamente impensable en boca de los últimos presidentes demócratas. 

Más allá de la canallesca mezquindad de los medios cercanos al Partido Demócrata, a los Clinton y los Obama, como el New York Times, que tuvo que soltar su hipocresía progre, buenista y anti republicana – la misma con la que intentó impedir la victoria de Jair Bolsonaro - pretendiendo sumir en el descrédito el extraordinario encuentro de Donald Trump con la comunidad latina y, en particular, venezolana, que ha encontrado refugio en esa suerte de capital norteamericana de la América española, lo cierto es que jamás un país latinoamericano había recibido tanto afecto, tanto compromiso y tanta solidaridad de un mandatario norteamericano como el que ayer recibimos los venezolanos de Donald Trump y Melanie, su esposa. 

No fue un acto motivado por la demagogia y el oportunismo. Un gesto de populismo electorero, como pretenden los encarnizados enemigos del presidente norteamericano desde los centros de poder del Partido Demócrata y sus instrumentos de manipulación mediática, no sólo los de los medios impresos y televisivos norteamericanos como CNN, CBS, The New York Times y el Washington Post, por mencionar sólo a los más influyentes. Sino también sus aliados a nivel global, como El País, de España. Que lo enfocan y descalifican siguiendo, por cierto, la vieja sabiduría del refranero español: todo ladrón juzga por su condición. Negándose a comprender, o precisamente porque comprenden perfectamente que Donald Trump, al imponer su nueva y muy particular e inédita visión geoestratégica, nacionalista y patriótica en defensa del corazón de los Estados Unidos, hiere sus intereses de dominación mundial. Aquel que es sostenido en alianza con el Vaticano, la Internacional Socialista e incluso con los poderes económicos mundiales - George Soros - y las mismas Naciones Unidas.  Es un giro estratégico de inmensa relevancia, un acto de alta política dirigido a enmendar el rumbo del comportamiento de la primera potencia mundial respecto de sus relaciones internacionales durante las últimas décadas. Cuyos enemigos primarios, en última instancia, están en China, Rusia, Irán, y lo que constituye una inmensa novedad para nosotros, los latinoamericanos, en Cuba, en Nicaragua, en Venezuela. Es así como Fidel ha terminado encontrando, post mortem, la horma de su zapato. Su contrincante perfecto. 

Hemos tenido perfectamente claro que con Obama jamás encontraríamos al aliado perfecto que sirviera a nuestra liberación. Muy por el contrario, sus intereses iban, respecto de nuestro hemisferio, por el camino opuesto. Su Secretaria de Estado, la Sra. Hillary Clinton afirmó que Lula era el mejor aliado de los Estados Unidos de Barack Obama. Está en la cárcel, por corrupto. De allí su desesperada búsqueda por superar la enemistad de los Estados Unidos con Cuba, buscar la reconciliación con los Castro, y apostar por un entendimiento con el castro chavismo cuyos principales sacrificados hemos sido los venezolanos. No atiendan a sus palabras, dijo el tristemente célebre John Maisto, uno de los embajadores norteamericanos más estúpidos que hayan servido al Departamento de Estado en Venezuela, refiriéndose a Hugo Chávez, sino a sus manos. 

Al cabo de los años, ya triunfante Donald Trump, tampoco Thomas Shannon creía necesario enfrentarse al régimen y auxiliar a la oposición, por lo menos a la más consecuente, en su lucha frontal contra el régimen castrochavista. Muy pronto fue desalojado del entorno presidencial. Era un estorbo, como buena parte del progresismo izquierdoso del Departamento de Estado. Un vendaval político conmovió a la audiencia que escuchó fervorosa el emotivo discurso del presidente Trump. No descansaremos hasta liberar al pueblo venezolano, afirmó. Si la promesa se cumple y logra desalojar con sus acciones, de cualquier naturaleza que ellas sean, al agente del G-2 cubano del Poder permitiendo así el inicio de un gobierno de transición auténticamente democrático, habrá dado un paso fundamental hacia su reelección. Si con ello sacude la coraza de hierro del castrismo cubano y precipita la liberación de Cuba, habrá entrado a la historia. Con absolutos e indiscutibles merecimientos. América entera se lo agradecerá. 

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