Codazos para una fotografía incierta
Escrito por Siul Nagarrab   
Domingo, 27 de Enero de 2019 04:40

altGrata la fotografía en un grupo espontáneo, puede quedar para la posterior  nostalgia cuando los años vayan honrando la deuda contraída con la vida.

Otra cosa es el flash obligado, por razones laborales y hasta familiares, pugnando rápidamente por una posición que diga de nuestra real o aparente importancia en el elenco.

Lo recomendable es el hábil movimiento táctico de distracción que desemboque en el centro protagónico de la gráfica, generando una ilusión de  jerarquía tras vencer a los otros aspirantes. O, al menos, que asegure la vecindad con la figura más relevante del recuadro.

En el escenario político, reino absoluto de las percepciones inmediatas, el oficio obliga o dice obligar a la pronta y privilegiada ubicación, por ligera que fuese la amenaza de las cámaras. Algo más que una sentencia popular, importa demasiado salir en la fotografía, aunque todo depende de la jugarreta del actor principal que puede ocupar un lugar imprevisto que otros interpretarán de relegamiento, provocando cierto desdén, pues, culturalmente estamos convencidos que sólo el ocupante de la cabecera de la mesa es el líder, así descubramos después una escasa relevancia del convencionalismo espacial.

El asunto viene a colación, por el testimonio de un amigo que, a pesar de una cierta experiencia política acumulada, asegura que la fotografía o el video de un acto político le genera un dolor de cabeza, porque se resiste a competir a codazos por una posición que será siempre apuesta por una toma incierta.  Hace poco, estuvo en el acto de juramentación de Juan Guaidó y abandonó la tarima cuando llamaron a acompañarle, pues, aun siendo diputado, se supone que debía correr para ganarle a propios y extraños el pequeño espacio de figuración disponible,  incluyendo  a los guardaespaldas y periodistas con los que suelen sorprender algunos de sus colegas que no pueden abrir la nevera en sus casas, sin que inmediatamente le hablen al bombillo.

¡Qué de cosas!, la generación de 1928 cuidó de tomarse una fotografía con las figuras emboinadas y ordenadas envidiablemente, dejando que el tiempo las jerarquizara, como ocurre con los clubes deportivos que se alinean ante la cámara, sin que el líder jonronero o goleador reclame alguna preeminencia, por lo demás, impertinente, al tratarse de un equipo: creemos que ocurre con un recuerdo de los Yanquis de Nueva York, campeones de 1923, donde hay que aguzar bien el ojo para apreciar al gordito Babe Ruth. En los eventos políticos, no vemos algo parecido y, por lo general, aún los menos espontáneos, las gráficas hablan, pues,   no son todos los que están, ni están todos los que son, en la recia pelea de hacerse notables a toda costa.

 

  


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