Vivir en la abundancia
Escrito por Juan Guerrero | X: @camilodeasis   
Viernes, 21 de Diciembre de 2018 00:01

altNo es cierto que para entrar al reino de los cielos se tenga que ser pobre. Todo lo contrario.

Los pobres son quienes tienen más restricciones. Tanto en el Paraíso eterno como en la misma Tierra.

Los maestros perfectos son los primeros que buscan elevarse y colocarse en la cúspide de las riquezas. Entre ellas, las espirituales tienen mayor significación. Todos los grandes maestros de la humanidad han venido de linaje ancestral que los marca y define. Uno de ellos, Jesús, desciende del rey David (Maljut Bei. Reino de la Casa de David). Su padre, José, como carpintero, pertenecía al gremio de los artesanos. Poseían bienes materiales, como vehículos de transporte (asno) además que el joven maestro, sabía leer y escribir.

Por lo tanto, no es verdad que Jesús era pobre de descendencia ni tampoco de bienes materiales. Además, para ser maestro espiritual necesitó de una muy elevada y rigurosa formación, y para ello debió dedicar tiempo y esfuerzo intelectual.

Ese esfuerzo significó enriquecerse intelectual y espiritualmente. Si observamos en el resto de los grandes maestros de la humanidad. Todos. Absolutamente todos han sido seres elevados, formados integralmente. Descendientes de familias reconocidas y ancestrales. 

Ningún verdadero gran maestro ha venido al mundo para llenar de pobreza la humanidad ni mucho menos, para generar odios ni venganzas. Los maestros verdaderos y trascendentes buscan siempre elevar a sus discípulos a escenarios donde la abundancia de bienes y dones marcan los paraísos. 

Por ello, la pobreza siempre será vista como una manera de estancamiento, de espacio –sea este espiritual o material- lleno de carencia, padecimiento y tristeza. En la pobreza se sufre y se vive con restricciones, temores, dudas y desesperanzas.

La vida de la abundancia siempre es la ruta que ofrecen los maestros a sus discípulos. Por eso la pobreza es el abismo a la absoluta carencia. Porque para entrar al reino de los cielos se necesita riqueza espiritual, así como los demás dones y virtudes que se obtienen con el esfuerzo material que lleva a la obtención de ellos, logrados como recompensas. Sean estos por estudios o trabajos. También por la heredad de tradición familiar o amistad.

Tenemos que insistir y seguir insistiendo en afirmar que los paraísos terrenales son, de cierta forma, cercanías de aquellos celestiales. En consecuencia, debemos deslastrarnos de ciertas mentalidades que venden falsos paraísos donde la pobreza es centro y piedra angular.

Ni la pobreza ni los pobres, jamás ni nunca podrán heredar los reinos, ni de los cielos ni mucho menos aquellos de los espacios terrenales donde existan sociedades realmente cultivadas y honorables.

Los pobres están, dolorosamente, encadenados a su círculo de dependencia de poderes que los manipulan, venden, traicionan, mientras viven en la ignorancia, la superstición, la ortodoxia y el fanatismo.

Ser pobre es estar enfrentado a la propia naturaleza que busca enriquecerse integralmente. Porque la riqueza no es, necesariamente, la abundancia de bienes materiales ni dinero y joyas. Obtener riqueza comienza con el cultivo espiritual del ser y continúa con la formación familiar, donde se logran virtudes, principios y valores como dones de vida. Después están los bienes académicos y profesionales. Sean de la educación formal o informal.

De cierto que en esa práctica de la vida se llega a ser un hombre rico, pleno y dispuesto en consciencia para entrar a esos reinos que los textos antiguos de todas las culturas mencionan como del Paraíso eterno.

No hay pobreza. El hombre de los cielos, el maestro espiritual de cualquier cultura y sociedad, siempre predicará a partir de la riqueza y llenará el vacío con su luz de conocimiento y abundancia. En estos días de tanta significación espiritual, dejemos un tiempo para la reflexión espiritual. Donde prevalezca la armonía, la sensatez, el raciocinio y sentido común. Demos paso a la presencia, siempre necesaria, de un verdadero maestro espiritual que nos ofrezca el recto camino a la riqueza que todos merecemos. La nuestra, la tuya y la mía.  

P.S. Para mis lectores. Que tengan días de armonía, abundancia y esperanza. Regresaremos, el 3 de enero de 2019.

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