Oposición venezolana: sordidez, silencio y prepotencia |
Escrito por Juan C. Rubio V. | @jrvizca |
Viernes, 16 de Noviembre de 2018 00:00 |
El colapso en Venezuela va más allá del drama que representa la carestía, la mafia y la falta de futuro. De hecho, muchos de nuestros grandes problemas a solucionar sobrepasan lo netamente material. En tal sentido, pudiésemos decir que el barranco en que hemos caído está sustentado en cómo hemos entendido nuestra relación con el Estado, la industria petrolera, la política y la sociedad. Entre esos asuntos, de carácter inminentemente psicológico y conceptual, tenemos aquellos que han transformado a grandes sectores del liderazgo político opositor en un flagelo conexo a la opresión del régimen. La referida transformación o "caída de gracia", por así decirlo, es algo que se refleja por doquier pero que no se habla en profundidad. El sentir popular, puesto sin pelos en la lengua, es de hastío hacia la clase política opositora tradicional. Las estadísticas lo comprueban en los bajísimos índices de confianza. La apatía y el desasosiego son palpables. Siendo así las cosas, vale la pena preguntarse cómo es que un liderazgo, apoyado tan vehementemente desde las elecciones parlamentarias del 2015 hasta las protestas del 2017, ya no es querido en ninguna parte. Las razones por las cuales el liderazgo opositor tradicional perdió su rol histórico en el cambio de dirección de la nación son múltiples y diversas. No obstante, para tener un bosquejo, podemos considerar lo siguiente: 1. Los mandatos que el electorado le dio a la oposición venezolana, tanto en el 2015 como en el 2017, de dar pie a un cambio sistémico en la nación no se cumplieron. Evidentemente, sabemos que la contrapartida en este tema es el carácter totalitario de un régimen que no se iba a dejar desplazar. Sin embargo, tal realidad no excusa el hecho de que al liderazgo le faltó la fortaleza y el coraje para tomar las medidas extraordinarias que la situación ameritaba y sigue ameritando.
4. La ambivalencia sin fin de la oposición tradicional sigue siendo en la actualidad un dolor de cabeza para los venezolanos. Durante mucho tiempo han dicho y desdicho, hecho y deshecho. Por ello, los ciudadanos se agotaron de una clase política cuya palabra no vale nada y la cual siempre actuará conforme a su interés en vez de oír a sus electores.
6. Por último, pero no menos importante, es que la oposición regular ha sido estigmatizada por el nivel de su fracaso. Se les dio poder político y permitieron la usurpación de la Asamblea Nacional. Se votó en un plebiscito y se derramó sangre por ellos para que éstos luego ignoraran al pueblo y claudicaran en la lucha. Lo transversal en los referidos factores es la revelación del parecido que tienen ciertas partes de la oposición con el chavismo. Como se dijo al principio de este artículo, el mayor problema está en la mentalidad que ha predominado en la clase política en general, esa miopía que ha llevado a Venezuela al infierno. Por ese motivo, no debe sorprender que los dos actores tradicionales sean corruptos y renuentes a responsabilizarse ante el pueblo venezolano. Si realmente nos fijamos en la oposición tradicional veremos los mismos vicios de quienes han usurpado la Presidencia y han secuestrado al país, por cuanto encontraremos a dirigentes que insultan y culpabilizan a una parte del pueblo por su fracaso, a diputados que piensan que no le deben respuestas y explicaciones a su propia base electoral por sus acciones u omisiones en el Poder Legislativo, a servidores públicos que realizan actuaciones sin ni siquiera considerar la opinión de los ciudadanos, a “líderes” que lo que les encanta es oírse a sí mismos hablar en vez de canalizar el sentir popular, políticos que se llenan la boca sobre la necesidad de cambio, pero avalan y perpetúan a la enfermedad paternalista y estatista que devoró a Venezuela, y, en definitiva; demagogos que pareciesen no estar viviendo en la realidad. Sé que de fondo la repulsión que nosotros, los ciudadanos, tenemos por los factores tradicionales en la oposición se deriva del pesar que proviene de la traición y del saber que se perdieron oportunidades históricas para traer a la nueva democracia. Sin embargo, a los lectores les digo que esa “caída de gracia” en cuanto a ciertos elementos de la oposición tenía que pasar. Las máscaras tenían que caer. El fracaso debía ser comprobado. Esto siendo así porque nosotros no podemos esperar al cambio sobre la base de quienes se obstinan en pensar y actuar de las maneras que nos trajeron hasta acá. Por tal razón, es que ahora se puede ver hacia adelante y luchar junto a líderes que no tienen el bagaje ni las taras políticas que conducen a la ruina.
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