Albán
Escrito por William Anseume | X: @WilliamAnseumeB   
Viernes, 12 de Octubre de 2018 00:00

altLa muerte de Fernando Albán, concejal y miembro del partido Primero Justicia ha desatado lógicas furias contenidas en la oposición venezolana, en toda la sociedad.

Los factores democráticos se han visto afectados directamente por este fallecimiento, indudable responsabilidad del Estado, ya que estaba en las mazmorras dictatoriales del denominado SEBIN. 

No es la única muerte de venezolano opositor, ni la única en las cárceles venezolanas custodiadas por los esbirros vestidos de negro, pero sí es sumamente dolorosa para toda la colectividad nacional. No me cabe duda de los tratos crueles y degradantes a los que debió ser sometido. Así actúan allí en ese cuerpo y en los lugares dominados por ese apartado policial. Aislamiento, maltrato, humillación y torturas forman parte consuetudinaria de su accionar con los presos políticos. Cuando en una oportunidad acudimos a llevar una denuncia precisamente por esos tratos crueles, ingenuos y para dejar precedentes, ante el organismo “competente” que debía ser la Defensoría del Pueblo, la fiscal que nos atendió nos señaló que allí, en los espacios marcados con esas siglas, no podían entrar a evaluar la denuncia. O sea, esos establecimientos y sus procederes están por encima de los alcances de los poderes del Estado. ¿Quién controla? Personeros de la más alta jerarquía del régimen, por supuesto. Allí deben apuntar las responsabilidades, unas por acción, otras por omisión. 

Por otra parte, no es posible sustraerse a algunas ideas de los funcionamientos políticos recientes. Casualmente, al partido Primero Justicia, por su actividad de búsqueda permanente de enfriamiento de la calle en sus momentos, no lo habían molestado en las figuras de sus líderes, hasta el rompimiento con el “diálogo” en República Dominicana. Por tanto, su alejamiento de los prisioneros políticos, incluido nada menos que Leopoldo López, y de la aberrante situación en las cárceles era más o menos notable. Ahora fluye la conciencia de una realidad que antes quiso escamotearse, por ganancia de terreno político. No pretendo excusar con ello el resultado de esta nueva persecución del régimen, sólo puntualizar alguna falta de solidaridad mostrada en momentos culminantes con muertos y presos antiguos. Considero que cualquier violencia a los Derechos Humanos es cuestionable y debe ser cuestionada dura y permanentemente donde ocurra, con quien sea. Por eso deploro firmemente la muerte de Fernando Albán, así como la persecución inclemente a partidarios de Primero Justicia: exiliados, presos, torturados y muertos. Ojalá pueda servir, como al parecer se muestra, de lección para una mayor unidad, porque todos estamos padeciendo en esta misma cárcel llamada Venezuela las vejaciones oprobiosas del sojuzgamiento tiránico. Si uno muere afecta a todos, y si uno es apresado o torturado, igual. 

Sin duda, todos los presos políticos, por razones de enfermedad, de malos tratos físicos y psicológicos, están en permanente riesgo de muerte en Venezuela. Debería haber una protección especial de los organismos internacionales para vigilar su salud, para blindar su vida, para obtener su inmediata libertad. Pero los organismos multilaterales en ese sentido son lentos, quedos, inhábiles. Falta mucho trabajo conjunto para contener desmanes dictatoriales en el mundo, ya sufrimos la desgracia de sus inclinaciones mayores a quienes dominan los Estados. El SEBIN y otros organismos de la crueldad no sólo como edificaciones sino como concepto y realización, como la Guardia Nacional, deberían desaparecer, hacer implosión pronto, como aquella cárcel Modelo, por ser receptáculo de las más grandes bajezas humanas contra humanos. 

La idea del SEBIN es la de la propagación del terror, como antiguamente la SN, no casualmente sus siglas terminan y comienzan igual. Esperemos que de esta renovada experiencia dictatorial, los capos no salgan ilesos judicialmente, que la muerte de Albán unifique criterios y acciones políticas, que se entienda que no queda un ápice de democracia donde anclar cercanía alguna con el régimen; que oxigenar esto, del modo que sea, es la muerte colectiva. Ojalá que la muerte de Albán no sea, de nuevo, sólo muerte, sino que reconstituya la vida en el país.

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