Los EEUU ante la tragedia venezolana
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Domingo, 19 de Agosto de 2018 10:05

altEl pasado 17 de agosto, el Secretario de Defensa del gobierno de los Estados Unidos James N. Mattis culminó en la Casa Nariño su breve periplo iniciado el 13 de agosto en Brasilia

y que lo llevara posteriormente a Buenos Aires y  Santiago de Chile. Los tres países, hoy por hoy, más importantes y socios privilegiados de los Estados Unidos en la región. Como es lógico suponer, el tema prioritario y de máxima urgencia para los países visitados fue el de Venezuela. Considerado unánimemente como el problema de máxima prioridad para la seguridad del hemisferio. 

Contrariamente a lo que pudiera pensarse, pese a tratarse de encuentros de la más alta instancia de las fuerzas armadas norteamericanas, en los que además de los respectivos presidentes de las repúblicas visitadas tuvieron activa participación sus respectivos ministros de defensa, el tema propiamente militar fue estrictamente colateral. La decisión parece tomada e irreversible: el gobierno de los Estados Unidos no considera la intervención militar como un essential para zanjar el más grave problema de seguridad que enfrenta nuestra región.

Pues para el hemisferio, el problema no pareciera ser la dictadura propiamente tal. Ni siquiera el peligro global que representan sus actividades coaligadas al terrorismo islámico y al narcotráfico, como hasta hace algunos meses. El problema no es propiamente político, sino humanitario: es su consecuencia más notoria y ya prácticamente inaceptable por los países visitados por el Secretario de Defensa, creado por la escandalosa estampida de millones de venezolanos en situación de pobreza, incluso de extrema pobreza que desbordan sus fronteras, creando graves problemas de seguridad, economía y salud pública en los países invadidos. Pues no se trata del exilio pudiente de familias acomodadas formadas por profesionales, incluso adinerados, que ya escogieron su lugar de residencia, la autodenominada diáspora, instalada motu proprio en los Estados Unidos, en España y otros países europeos, principalmente. El problema es la brutal exportación masiva de la pobreza generada por la llamada revolución bolivariana. Que convirtió en tan solo diecisiete años al principal exportador de petróleo de la región en el principal exportador de miseria. 

Dicho metafóricamente: el problema no es el cáncer que extingue día a día e inexorablemente a Venezuela, a saber la sangrienta y aterradora tiranía castro comunista de Nicolás Maduro, respaldada por todas las izquierdas de la región y el resto de las organizaciones castristas que constituyen el llamado Foro de Sao Paulo, que en el colmo de su penetración e influencia en los foros mundiales acaba de poner a una de sus activistas, la socialista chilena Michelle Bachelet, a cargo de la alta Comisión de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Para los Estados Unidos y sus aliados regionales el problema esencial no es el cáncer venezolano y la necesidad urgente de extirparlo, como dirían los chilenos: “por la razón o la fuerza”, sino uno de sus efectos colaterales: la estampida.

Toman, para ahondar nuestra tragedia, “el rábano por las hojas”. Y en el colmo del quid pro quo, para disimular la explícita renuncia a la única intervención quirúrgica que resta para evitar la muerte inexorable del paciente, a saber: la extirpación del tumor mediante una operación militar quirúrgica radical y de alto calibre, envían el mensaje de su benevolente pacifismo suicida con el ministro de guerra de los Estados Unidos. Para la que, por lo demás, están dadas absolutamente todas las condiciones. ¿Por qué no haber enviado a los ministros del área social e inmigratoria? 

Sólo el anuncio de enviar a las costas colombianas una nave hospital de la Quinta Flota para auxiliar a las autoridades sanitarias colombianas frente al grave problema inmigratorio venezolano tuvo algún sabor de auxilio propiamente militar. Pero la posición del gobierno de los Estados Unidos es categórica: “la crisis en Venezuela no es un asunto militar”, le dijo Mattis a los periodistas que lo acompañan en su gira. Si es así, entonces ¿a qué vino? La verdad contradice brutalmente al ministro de defensa de los Estados Unidos: la crisis venezolana ya es un asunto estrictamente militar.

Esta porfiada negativa del principal policía de la región a proceder a cortar de una vez y para ahorrar más pérdidas y sufrimientos el nudo gordiano del castro comunismo en América Latina, su patio trasero, que ya le cuesta a sus naciones millones de víctimas, no tiene explicación política racional posible. Presupone una miopía histórica de consecuencias incalculables. Pues el cáncer venezolano es infeccioso e incluso portable por quienes huyen en desbandada.

Ya no hay otra solución para este cáncer terminal, que extirparlo. Por la razón o la fuerza. Y como bien lo diría el lejano inspirador de esta sórdida tragedia, Karl Marx en La ideología alemana, llegó el momento de pasar del arma de la crítica, a la crítica de las armas. 

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