El falso estado de bienestar
Escrito por Juan Guerrero | X: @camilodeasis   
Jueves, 09 de Agosto de 2018 08:17

altDesde hace varios años hago un seguimiento por las redes sociales, tanto a grupos como a personas, quienes diariamente lanzan mensajes de amor, de bienaventuranza y paz, a diestra y siniestra. 

Cuando algo o alguien mejora en salud o consigue un empleo, de inmediato estos consejeros de utilería lo saludan con su eslogan preferido: “el universo conspira”

Además, cuando alguien muere de inmediato lo ponen a volar cual pajarito de Tuiter: “vuela alto” fulanito de tal. A juro y porque sí estos sacerdotes improvisados son capaces de llegar al frenesí del “odio amoroso” deseándote, desde que abres los ojos hasta que los cierras, bendiciones, amores pegostosos y demás besos truculentos, a través de un enrevesado catálogo de nombres angelicales, casi impronunciables.

Esta gente se parece a ciertos humoristas de pacotilla que andan por cuanta tarima se les presente, secuestrando micrófonos para obligar a las personas a reír a costa de las más inverosímiles nimiedades que puedan usarse. Lo más clásico y grotesco: el uso de un lenguaje absolutamente obsceno y degradante.

La vida sanamente compartida en la Venezuela de estos años grises se encuentra con la distracción de puro cartón y plástico, hecho a la medida revolucionaria de las apariencias. Porque si algo es real en este país de la improvisación permanente, es la apariencia de las cosas.

En esto tenemos que indicar, tristemente, que de lo ocurrido con el fulano magnicidio quien salió malograda, al grado superlativo, ha sido la Verdad. Es muy triste que los ciudadanos en un país, ante semejante acontecimiento, no terminen de creer o no creer lo ocurrido. 

Esa rendija por donde nos asomamos supone el dolor de querer creer en la verdad de los hechos. Pero estos solo dejan dudas y aportan más tribulación e incertidumbre a la realidad. Esta, indudablemente, termina sepultando el hecho entre colas, reclamos, protestas e insatisfacciones. Que en nada ayudan a la tan malograda vida del bienestar social e individual.

Estas construcciones de realidades y verdades parciales forman parte del mundo de eso llamado “hombre-masa”. Especie de individuo anónimo que apenas come, defeca, duerme y se asocia a sus pares en la jodedera de la vida signada por la absoluta banalidad.

Ese tipo de población está conformada por millones de venezolanos quienes se han instalado en el falso estado del bienestar, sea social, económico o espiritual, creyendo, por ejemplo, porque ahora comen mortadela, o porque creyéndose opositores chaviztas y enfrentándose a Maduro, son “influencer” de sus coterráneos.

Son esos venezolanos que huyen despavoridos de la realidad-real y van a parar a Colombia o Inglaterra, y desde ahí, después que vivieron a la sombra y silenciosamente de las dádivas chaviztas, se yerguen como orientadores políticos o espirituales, ocultando ese “bojote” que tanto se les nota.

La hipocresía de ese venezolano acartonado, es justamente no querer asumir su cuota de responsabilidad frente a la hecatombe social que, por acción u omisión, permitieron que ocurriera.

Ese falso estado de bienestar lo han implantado en la psicología de ese paria social llamado hombre-masa. Se pueden ver los ejemplos en los millones de hambrientos que aún y teniendo la barriga pegada al espinazo, continúan con su alharaca: “con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo”

En lo personal, y aún y siendo duro y hasta inhumano, habrá que dejar a la dinámica de los hechos que le estrellen la realidad en sus mismas narices. Porque la ortodoxia, la superstición y el fanatismo solo les hacen conocer la verdad de su emocionalismo. Son básicos y elementales.

El hombre-masa es dañino porque empobrece y crea falsos valores y principios. Las masas, cuando se les permite ser protagonistas, arruinan todo en la sociedad. A las masas no les interesa la búsqueda de la verdad ni mucho menos el sentido de la ley ni el imperio de la justicia. A ellos solo les interesa imponer la victoria de su fanatismo. Para ellos ese es su estado de bienestar. 

Vendrá más represión. Esa es la verdad. Mientras el régimen totalitario de Maduro y sus megabandas de delincuentes sean poder de Estado, es imposible acceder a la verdad de los hechos ni mucho menos, disfrutar de un estado de bienestar que nos permita mostrar el verdadero rostro de lo amoroso y sublime del ser.

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