En defensa de las reuniones unitarias
Escrito por Trino Márquez C. | X: @trinomarquezc   
Jueves, 26 de Julio de 2018 06:16

altEl encuentro entre Henrique Capriles, Henri Falcón, Henry Ramos Allup, Tomás Guanipa, Julio Borges y Leopoldo López, estos dos últimos vía skaype,

en la casa de Vicente Díaz, debería constituir el primer paso para el relanzamiento de la dirigencia opositora, en proceso de disolución desde 2017, cuando las protestas a lo largo de cuatro meses, con un saldo de más de 130 fallecidos, no lograron el objetivo de provocar la renuncia de Maduro o elecciones presidenciales adelantadas, con un CNE imparcial. Esas manifestaciones ni siquiera pudieron mover un milímetro la intransigente postura del régimen, obstinado en mantener sus políticas destinadas a implantar la dictadura socialista del siglo XXI.  

Después de ese extenuante ciclo de luchas, la única propuesta del gobierno fue convocar para el 15 de octubre la elección de gobernadores prevista en la Constitución, con el mismo CNE de siempre y bajo la condición de que quienes triunfaran tendrían que juramentarse ante la asamblea constituyente. La oferta vino acompañada con un caramelito de cianuro. Los resultados los conocemos. El fracaso de las protestas y las diferencias dentro de la MUD condujeron a la desmovilización del electorado y a la abstención de amplios sectores, especialmente de las clases medias. Los resultados finales arrojaron un número de gobernantes regionales mucho menor que el proyectado por las encuestas y el abrigado en su fuero interno por los aspirantes. Sólo se obtuvieron cinco gobernaciones. Para colmo de males, el mandatario electo por el Zulia, Juan Pablo Guanipa, fue destituido por la constituyente, siendo remplazado posteriormente por un señor llamado Omar Prieto, que parece etraído de una caverna. El estado más importante del país se quedó sin el líder que la mayoría del pueblo eligió. La onda expansiva de la desmoralización se extendió hasta el 10 de diciembre, cuando se celebraron los comicios de alcaldes. De nuevo el gobierno mostró cohesión, mientras la MUD se llenó de dudas que condujeron a una nueva y aplastante derrota. 

Envalentonado por los triunfos electorales sucesivos y por el fracaso de la ronda de conversaciones en República Dominicana, el régimen decidió aprovechar el desconcierto opositor para llamar a las elecciones del 20 de mayo. De nuevo la oposición fue asaltada por las dudas. Se fracturó. Otra vez el clan madurista salió fortalecido, gracias a la parálisis  opositora. 

El sacrificio infructuoso de los manifestantes de 2017 y las sucesivas debacles electorales, condujeron al desmembramiento de la MUD y a la fractura de la dirigencia democrática. Insólito que el desmembramiento ocurra en medio de la crisis más atroz padecida por los venezolanos desde la Guerra Federal, a mediados del siglo XIX, y frente al gobierno más inepto, desprestigiado y corrupto del que se tenga memoria. La hemiplejía de los dirigentes políticos no ha aplacado la furia popular. Diariamente se registran más de cuarenta protestas en todo el país. Las enfermeras fueron a la huelga hace más de tres semanas. Los trabajadores de Corpoelec encararon las amenazas y chantajes del régimen. Los profesores universitarios luchan. Numerosas ciudades y pueblos del interior se han convertido en campos de batalla donde se le reclama al gobierno la falta de agua, luz, gas, transporte colectivo, medicamentos. La hiperinflación pulverizó el ingreso de los venezolanos. 

Este es el contexto global, sintetizado de forma muy apretada, en el cual se  convocó la reunión de quienes van quedando de los líderes democráticos. Esos dirigentes -que a pesar de haber perdido mucho prestigio- son los mejores calificados en las encuestas de opinión. Su liderazgo continúa siendo reconocido. No aparecen nuevos rostros, y algunos de los ya habituales, no terminan de convertirse en referencias nacionales significativas.

La reunión en si misma fue importante. Un síntoma de que, si no la MUD, al menos los dirigentes más conocidos de quienes la integran (o integraron), aún están vivos. No se han rendido, ni están de reposo indefinido.

Resulta insólita, aunque esperable, las críticas mordaces y desconsideradas de un grupo de extremistas descerebrados, que viven soñando con invasiones ficticias y rebeliones apocalípticas que nunca ocurrirán, y ojalá jamás sucedan. Lo que acontece en Siria y Nicaragua es lamentable. El sadismo de los déspotas que las gobiernan está  causando la ruina de esas dos naciones. A Siria le costará décadas recuperarse. Nicaragua saldrá del conflicto aún más miserable. 

La reagrupación y el relanzamiento de la MUD, o de cualquier otra plataforma unitaria, constituyen pasos previos esenciales para que la democracia vuelva a aparecer en el horizonte como una conquista factible. Con una dirigencia atomizada, quebrada, la llama José María Aznar, es imposible romper el monolitismo del gobierno y provocar el cambio de este régimen por uno en el que predominen los principios republicanos.

Los dirigentes deberían persistir en su esfuerzo unitario, realizar las incorporaciones y consultas necesarias, y presentarse ante la nación con un programa y una política informativa que vuelva a cautivar a los venezolanos. Obvien a los extremistas. Hoy lo más importante son esos millones de venezolanos que padecen, sin esperanzas de redención, los estragos causados por Maduro y su grupo, y cuya esperanza reside en fugarse al exterior o adaptarse.


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