“Defiendo el derecho a la protesta que ha sido violado por los cuerpos de seguridad del Estado”.

Suscribo plenamente la frase anterior y otras que cito luego, que fueron escritas en reciente artículo con el mismo nombre de este que yo rubrico hoy.  Elías Jaua, vocero del régimen durante 20 años, siempre en el tope del poder, diputado, directivo parlamentario, vicepresidente de la República y ministro en un bojote de despachos -actualmente se le ha confiado el de Educación- es quien afirma lo antes dicho. 

Con ciertas dudas, porque no sé qué trama Jaua, me atrevo a felicitar su valentía y la claridad con la que plantea “No tengamos miedo”. Ojalá él no tenga miedo y siga sosteniendo esa posición para que reafirme lo que escribió: “No nos convirtamos en una ‘clase política’, en términos del autor Gaetano Mosca, es decir, una dirigencia política cuyo último fin es perpetuarse en el poder a través de un manejo administrativo de la política”. Cuánta razón tiene Elías al dibujar a Nicolás Maduro, quien supedita todo a su permanencia en el poder, sin importarle la desgracia y el hambre del pueblo.

Elías Jaua, recito con usted: “Como cantaba Alí Primera: ‘Aunque diga groserías el pueblo tiene derechos’. El pueblo también tiene el deber de abandonar la pasividad”. Comparto esa afirmación, como también su crítica al “burocratismo autoritario”, que lo lleva luego a afirmar que el pueblo “tiene el deber de organizarse para luchar por sus derechos”. “El estudiante tiene derecho a protestar por un servicio de alimentación regular y de calidad; los pobladores de los barrios y caseríos tienen el derecho de alzar su voz contra el abuso policial”.

También nosotros tenemos derecho a preguntarnos si estamos frente a una maniobra política de Jaua ante su partido y su gobierno, o si por el contrario, estamos frente a un hombre que rectifica y ahora quiere devolverle el poder al pueblo, y que dentro de su partido aspira que la conducción ya no esté más en un cogollo, sino en la base partidista de los militantes de la organización.

En el artículo de marras Jaua señala que el próximo congreso del PSUV debe ser de “transformación democrática de los métodos de dirección y la construcción de soluciones concretas”. “No le tengamos miedo a las bases, apostemos a que del ejercicio de su soberanía se legitimen y emerjan los auténticos liderazgos. Construyamos hegemonía democrática, es decir, orientemos y convenzamos ética y políticamente”. ¿Qué demócrata podría decir que no está de acuerdo con esto? 

El PSUV, dentro de su existencia, ha celebrado una sola elección de base, ha hecho una sola consulta a su militancia, de eso hace ya más de una década; nunca más escuchó a los militantes del partido, sino que se fueron a métodos de segundo y tercer grado, de instancias intermedias de designación a dedo, para que estas a su vez elijan autoridades o delegados a instancias superiores. Mataron la elección directa y popular. Yo recuerdo que Diosdado Cabello fue elegido en el Primer Congreso del PSUV como último suplente de la Dirección Nacional del Partido. Incluso, entonces se dijo que habían hecho trampa para lograr subirlo hasta esa última posición dentro de la estructura de dirección. Poco tiempo luego, sin que la base se hubiese pronunciado, vimos como el último suplente pasó a ser primer vicepresidente. Tremendo brinquito, violatorio de todos los derechos; era tiempo en que Chávez manejaba el partido como le venía en gana, como ahora hacen lo mismo Maduro y Diosdado, a la sazón, presidente y primer vicepresidente del PSUV. 

Lo de Jaua, sino no es una jugada politiquera, es que puso el oído en tierra y escuchó la grama crecer, percibiendo el inmenso malestar de los humildes militantes de base de un partido que, al igual que el pueblo entero, es víctima del hambre, la enfermedad, la corrupción y el crimen, que están cansados de Maduro y de los que se aprovechan de este narco-régimen, cuyo único objetivo es la permanencia en el poder, la lujuria y el disfrute del poder. Que lo dicho por Jaua está bien dicho, no se puede negar. En cuanto a las consecuencias de lo dicho, amanecerá y veremos.

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