Ciudadanos de “tercera”
Escrito por Antonio José Monagas | X: @ajmonagas   
Martes, 05 de Junio de 2018 00:00

altDe entrada, vale recordar el conjuro Joseph de Maistre, teórico político y filósofo saboyano, cuando señaló que “cada nación tiene el gobierno que merece”.

Opuesto a la ideas de la ilustración de la Revolución Francesa, su ideario político dejaba ve una postura contrarrevolucionaria luego de advertir que tales manifestaciones revolucionarias estaban alejadas de toda referencia a la Providencia Divina. Ella, como explicación de los fenómenos de la naturaleza y de la sociedad.

Esto, indudablemente, lo llevó a refutar a la democracia como sistema político por ser causa de desorden social y contradicciones económicas. Fue así como se atrevió a predecir la decadencia histórica que tendía a arrastrar al mundo moderno hacia su debacle. Lo cual no fue menos cierto, toda vez que la historia política, económica y social, así lo plasmó.

Venezuela, es patética referencia de todo lo que auguró tan particular representante del pensamiento conservador vivido en las postrimerías del siglo XVIII y los inicios del XIX. El problema que atañe a esta disertación, tiene su fuente en que la sociedad venezolana, desnuda de una cultura política que permitiera comprender las discordancias de la política cuando deja de reflexionarse desde la moralidad y la ética, hizo que el desarrollo nacional se viera usurpado. Usurpado por la actitud codiciosa, injuriosa e impúdica de quienes, gobernando desde el fragor del populismo demagógico, avasallaron las capacidades del país hasta su casi total desfallecimiento.

Las ejecutorias de ese Estado Represor, valiéndose del estado de necesidad por el que ha deambulado el venezolano rezagado de los valores que le imprime el concepto de ciudadanía al ejercicio político (bajo el cual se exaltan las libertades y los derechos humanos a los que el Estado venezolano tiene el deber de accionar), fracturaron importantes responsabilidad que anudan, consolidan y determinan el cuerpo social al cual se debe toda nación. Venezuela comenzó a verse derruida en términos de esos valores que le imprimen consistencia al concepto de ciudadanía. Fueron tiempos en medio de los cuales arreciaran problemas marcados y propiciados por gobiernos que pretendieron arrogarse condiciones de “Estado democrático y social de Derecho y de Justicia”.

La misma gente que acudía a la urnas electorales a respaldar los gobiernos que fueron dándose, cayó en el error que significaba padecer de la falta de la cultura política necesaria para hacer que su ejercicio político se convirtiera en razón de desarrollo y progreso. Pero, lamentablemente, más pudo el carácter dadivoso de gobiernos chantajistas, que el alcance de la honestidad y la dignidad como causales -a conciencia- de libertades. 

En consecuencia, el elector venezolano comenzó a verse tentado por una oferta política electoral que rebasaba realidades y posibilidades. Así vino desvirtuándose el ejercicio de la política hasta que la capacidad del gobernante no fue sino el reflejo de la debilidad de quienes se dejaron gobernar por infelices prebendas. Prebenda éstas que sólo significaron desgracias políticas, sociales y económicas. O sea, que el país se convirtiera en terreno fácil de desvalijamiento por parte de ciudadanos que nunca entendieron el concepto de ciudadanía. Tampoco el de vergüenza. Venezolanos que sólo quedaron para verse y ser vistos, actuar y conducirse, al vaivén de las migajas y promesas infructuosas ofrecidas por dichos gobiernos. Es decir, personas que quedaron comportándose como ciudadanos de “tercera”. 

 


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