Diálogo por el desalojo y la salvación de Venezuela
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Jueves, 15 de Marzo de 2018 06:17

altNo existe objetivo más urgente y prioritario que desalojar a la tiranía y salvar a Venezuela. 

 

A Luis Ugalde y Cecilia García Arocha 

El tiempo es hoy. Urge un diálogo, pero no el ordinario que se ha hecho ya habitual, que conduce ineluctablemente al fracaso, pues va contra los signos de los tiempos, refuerza al régimen agonizante, lo blinda en sus tiránicos trece, frente a un sector opositor incapaz de imponérsele pues carece de la debida fuerza, representatividad y claridad estratégica, sino un diálogo extraordinario, que ya se cae de maduro, pero que sólo la miopía y la tozudez podrían hacer fracasar: el de todas las fuerzas opositoras leales tras el logro de una estrategia y objetivos comunes e impostergables. Un diálogo para acordar los términos que permitan apurar y precipitar la salida de la Dictadura, que siendo inevitable, exige, como le recordaba Rómulo Betancourt el 21 de mayo de 1957 a Carlos Andrés Pérez y a  Luis Augusto Dubuc, como entonces para hacer caer a la dictadura de Pérez Jiménez, el empujón definitivo. Lo llamaré el DIÁLOGO POR LA SALVACIÓN DE VENEZUELA. Y recuerdo el antecedente betancourtiano, ejemplar como siempre, sin otro propósito que llamar la atención y despertar la conciencia de quienes debieran ser sus principales impulsores, a saber los más altos dirigentes de Acción Democrática. Obligados a hacerlo por el peso de su propia historia.

Es de tan obvia, vital y urgente necesidad, que asombra su postergación. Siendo, como debiera ser, el primer paso para el relanzamiento de una estrategia de fulminante contrataque que persiga, en perfecta coordinación de todas las fuerzas democráticas internas con el amplio respaldo democrático internacional, enfrentar exitosamente a los factores dictatoriales: fuerzas armadas, gobierno y PSUV, adelantando el recambio institucional que conduzca en sana paz al desalojo de la dictadura y el inicio de un proceso de transición hacia nuestra institucionalidad democrática y la plena vigencia del Estado de Derecho. Se acabaron los tiempos que alimentaron la ficción dialogante: Maduro y la MUD están muertos. Deben pasar a mejor vida. Sin derramamiento de sangre, sin inútil e innecesaria violencia, al menor costo posible en vidas. Como lo demandan todos los manuales de guerra, desde Tsun Tzu a Von Clausewitz. Llegar a la victoria de la verdad histórica sin pérdidas humanas que lamentar.

Pregunto: ¿qué sentido tiene que la ex MUD decida construir un Frente Amplio buscando abrirse a los espacios periféricos de la dictadura, cosa nada desdeñable, por cierto, pero sin duda secundaria en comparación con el intento por acometer un acercamiento sincero y sin segundas intenciones con la masa crítica agrupada en Soy Venezuela y los amplios sectores de la sociedad civil que la respaldan?

Basta recordar el poderío demostrado el 16 de julio, cuando una avasalladora multitud ciudadana protagonizara uno de los acontecimientos más hermosos e importantes en la historia de estas difíciles jornadas de lucha  y acordara sin una sola voz disidente, un solo disturbio y en absoluta paz y concordia nacional los cuatro puntos cardinales que debían fijar nuestra hoja de ruta, para comprender que ése – el entendimiento en torno a puntos básicos de acuerdo entre todas las fuerzas opositoras – continúa siendo el camino perfecto para alcanzar el magno objetivo. Que, tal como allí quedara consignado para siempre, no puede ser otro que abrir las fronteras de nuestra Patria a la asistencia humanitaria internacional, liberar a todos nuestros presos políticos, reconocer la suprema y soberana autoridad de la Asamblea Nacional desconociendo la írrita y fraudulenta constituyente, para  deponer al gobierno dictatorial de Nicolás Maduro lo antes posible.

Dado lo sucedido y demostrado el error de haber convocado a tal supremo acto de soberanía para abandonarlo de inmediato y correr tras el último espejismo del diálogo y el ilusorio atajo electorero, lo lógico y natural es volver, con humildad y recogimiento, al punto de partida. No rebobinar la historia hasta el decreto 1011 y refundar la Coordinadora Democrática, ni volver a replantearse la Plaza Altamira resucitando el Aula Magna, sino dar la vuelta a la esquina y volver a sentar en sana paz a todos aquellos que jamás debieron haberse separado: quienes se sienten cómodos cobijados bajo el alero del llamado Frente Amplio y quienes hacemos vida en torno al liderazgo de Soy Venezuela.

Las supuestas diferencias entre unos y otros, así toquen temas de fondo, no impiden que en uno y otro sector haya quienes miramos con expresas y no ocultas simpatías más allá de nuestras respectivas bardas. Cecilia García Arocha, Luis Ugalde, Alberto Arteaga Sánchez, Blanca Rosa Mármol de León, Germán Carrera Damas y Oswaldo Álvarez Paz, ¿no merecen reconocerse en una misma mesa de discusión y acuerdos?  Una elemental confesión de propósitos debe reconocer que todos queremos ver a la familia venezolana de vuelta en sus hogares, sentada a la mesa, libre del hambre, la enfermedad, el sufrimiento, la miseria.

Nunca es tarde. Pero el tiempo, el que resta, según Pablo de Tarso, es apremiante. No existe objetivo más urgente y prioritario que desalojar a la tiranía y salvar a Venezuela. Frente a la tiranía, la mano más dura, como en su tiempo contra Gómez y Pérez Jiménez. Sin ocultas simpatías, secretas complicidades, familiaridades obscenas. La mano abierta y suave, en cambio a todos quienes no tenemos otro objetivo que reconquistar la paz y volver a controlar el curso de nuestros destinos. Por ello creo de vital necesidad convocar a un diálogo de todas las fuerzas opositoras, sin exclusión ninguna, salvo la de la traición. Incluso con quienes, siendo hasta ayer nuestros enemigos, han decidido rebelarse contra la tiranía. Sentarse a una mesa común y definir la bitácora, sin aviesas intenciones ni ambiciones espurias. Venezuela, nuestra única Patria, así nos lo demanda.

         

 

         

 

            

 

            

 


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