Venezuela: semblanzas de la crisis y el cambio democrático
Escrito por Miguel González M. | @migonzalezm   
Jueves, 15 de Febrero de 2018 06:57

altLa crisis en Venezuela ha explotado en forma definitiva.

Millones de venezolanos deambulan en ciudades, pueblos y caseríos tratando de acceder a alimentos, medicinas y servicios conexos esenciales en medio de un ambiente de escasez, especulación e ineficacia gubernamental. Mientras otros miles de compatriotas han salido o tratan de salir del país, huyendo de una crisis consolidada y que desbordó; tanto al gobierno como a los principales actores políticos opositores. Venezuela, se encuentra en medio de un caos y sin avizorar una propuesta de cambio que logre aglutinar a las grandes mayorías.

Pese al cerco de la comunidad internacional Nicolás Maduro aún intenta; obtener la reelección presidencial (para el período 2019-2025), con o sin la participación de los partidos democráticos del país. Con su reelección Maduro impondría su proyecto de “estado comunal” que se basa en la centralización absoluta del gobierno, la estatización y colectivización de la economía y el control hegemónico de la sociedad. Después de la derrota político-electoral de 2015, el bloque oficialista se ha preparado con la adopción de estrategias; tanto para debilitar a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) como para fortalecer sus propias capacidades electorales.

Contra la MUD se realizó una cacería implacable: la persecución, detección o inhabilitación de sus principales líderes (Leopoldo López, Henrique Capriles; entre otros muchos), la ilegalización de sus tarjetas electorales (ocurrió con la tarjeta de la MUD) y también de sus organizaciones partidistas (casos de los partidos Voluntad Popular y Primero Justicia). Pero además, el bloque gubernamental logró la división interna del sector democrático; logrando insertar una guerra intestina entre quienes valoran la participación electoral y, otros que argumentan a favor de la abstención y, últimamente valoran una intervención extranjera.   

El bloque oficialista sigue utilizando de manera inescrupulosa y en su beneficio, las instituciones gubernamentales incentivando además su red de organización y de control popular (consejos comunales y comunas), ahora fortalecida con el “carnet de la patria”, los comités locales de alimentación y producción (CLAP), la distribución de subsidios directos (a sectores vulnerables y empobrecidos) y, más recientemente mediante los comités constituyentes estadales y las asambleas de base constituyentes (ABC). Es otras palabras, el régimen se preparó internamente para afrontar el reto de su permanencia sin importar la secuela de atropellos, clientelismo y corrupción.

La eventual reelección de Maduro; mediante unas “elecciones trucadas” no sería un proceso fácil. En principio carecería del reconocimiento político de la comunidad internacional; quien ya ha anunciado sus claras exigencias por la realización de elecciones libres y con plenas garantías en Venezuela. Pero ojo y, esto es verdaderamente trascendente, una reelección de Maduro tampoco contaría con el reconocimiento interno  de vastos sectores de la población venezolana y sobre todos de la legítima Asamblea Nacional. Visto así, el régimen, la legitimidad del gobierno madurista y su viabilidad estaría muy comprometida.

No cabe duda que, la solución más limpia y adecuada para la crisis venezolana es la electoral, de acuerdo a los mandatos constitucionales. Sin embargo, esa solución democrática tiene un gran obstáculo: la dispersión y la debilidad político-organizativa del sector democrático. La MUD se ha debilitado; tanto por sus propios errores como por la ofensiva sistemática desatada por el gobierno contra ella. La MUD no se muestra ahora como aquella otrora opción de cambio unitario, popular y democrático que alcanzó una victoria contundente en las elecciones parlamentarias del año 2015. El cambio en Venezuela requiere de una oposición unida, coherente y organizada. Mientras esas condiciones no se cumplan la restitución de la democracia se relentizará aún más.

Del ámbito internacional existen logros importantes contra las tropelías del régimen. Las sanciones a altos funcionarios; por parte de los gobiernos de Canadá, los Estados Unidos y la Unión Europea (UE), los señalamientos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) e investigación iniciada por la Corte Penal Internacional (CPI) son pruebas de ello. Sin embargo, aún persisten algunas dificultades; por ejemplo: la Organización de Estados Americanos (OEA) desistió de la aplicación de la Carta Democrática Interamericana (CDI) y las Mesas de Diálogo, con supervisión internacional no fueron eficaces para alcanzar los objetivos humanitarios y constitucionales planteados por la representación de la Asamblea Nacional.  

Más allá de la institucionalidad internacional hay también posiciones variadas. Por ejemplo, el grupo de Lima ha sido muy firme en la defensa de la democracia venezolana. Pero de igual manera, se manifiestan otros enfoques de naturaleza “guerrerista” o “supremacista” y que denotan visiones pocas asertivas y simplistas sobre la crisis venezolana: para Ricardo Haussmann (catedrático de Harvard) se necesita una intervención militar extranjera, para Marcos Rubio (senador por el estado de Florida) lo requerido es un golpe de estado dado por militares, para Diego Arria (exdiplomático venezolano) habría que desconocer a la MUD y hasta la propia Asamblea Nacional. En realidad, sobre estas últimas opciones no dudo que sean vitoreadas en el lado oficialista.   

La situación económica, política y social que padece nuestro país pareciera que se agravará más en el corto y mediano plazo. Lo único que detendría sus devastadoras consecuencias sería una alternativa de cambio democrático que fuera socialmente incluyente y políticamente responsable y eficaz. El cambio de régimen que necesita Venezuela debe ser sostenible y con plena conciencia de los retos que supone desplazar un régimen basado en el clientelismo y la corrupción, por otro distinto y fundamentado en valores éticos y democráticos. Necesitamos reconstruir el tejido social y construir ciudadanía para hacer viable el cambio que aspiramos. De lo contrario, habremos perdido tiempo, recursos y la oportunidad de rescatar el país.

 

@migonzalezm


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