De la dislocación institucional
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 05 de Febrero de 2018 00:00

altDías atrás, en una importante reunión de trabajo en torno a la materia territorial, una persona – ya no la recuerdo con precisión – emitió una sentencia

lapidaria que todavía gravita impenitente. Palabras más, palabras menos,  con la entrega del Esequibo formalizamos la desintegración a  la que nos conduce el socialismo.

La inicial reflexión nos condujo a las modalidades del ensayo totalitario que, en nombre de un ideal, por cierto, no siendo el caso venezolano, tienen por absoluta prioridad la entronización en el poder de elencos que lo celan hasta de su propia sombra. Poco importa el drama cotidiano de la población y la diáspora generada, la destrucción de una infraestructura que llevó varios decenios en levantar, o la terrible siembra de antivalores que contrastan evidentemente con un texto constitucional del que se burlan impunemente, pues, aunque se reduzca el círculo de los privilegios que impone un desesperado afán de supervivencia entre los beneficiarios reales y ficticios, el interés supremo radica, según el latigazo publicitario,  en que haya patria, aunque ya no se la vea por doquier.

Luego, nuestra convicción adquirió una mayor firmeza con la respuesta del ministro Vladimir Padrino López a Rex Tillerson, alto funcionario estadounidense, que movilizó a todo el alto mando militar,  protagonizando una incomprensible batalla mediática, por instrucciones superiores, a la que es ajena la población  ocupada en la elemental, inédita y cada vez más difícil búsqueda de dinero en efectivo, alimentos y medicamentos.  La versión ministerial de la situación del país fue monumental o, mejor, morbosamente idílica que, en definitiva, constituye una burla descarada y persistente de todo sufrimiento humano.

La intervención radioelevisiva demostró no sólo la grave dislocación institucional que atravesamos, pulverizado el artículo 328 constitucional, sino la exacta correspondencia con la emergencia humanitaria, cuya agudización dice garantizar la prolongación del poder establecido, como nunca lo imaginó Stalin que, al fin y al cabo, por más que los humillara y derrotara, tuvo que lidiar con Zinóviev y Kámenev, los supervivientes de la vieja intelligentsia bolchevique. La crisis cuenta con un desarrollo sistémico que no tiene precedentes en nuestro historial republicano, a la que se agrega la pérdida eventual del Esequibo y, corrigiendo el ejercicio hecho por Francisco Herrera Luque en “1998”, por absurdo que pareciese, la nación precursora de la independencia continental, será susceptible de una subasta entre los países vecinos o, allende los mares, de aquellos con los que se endeudó gigantesca,  irresponsable e impunemente.

Alarmados, a pesar de las cifras que exhiben los portales de la OPEP y de la Agencia Internacional de Energía, se dice que, en realidad, producimos alrededor de 900 mil barriles diarios, destinados completamente a la exportación, en el marco de la quiebra virtual de las industrias petrolera y petroquímica. Vale decir, pendemos de las últimas gotas del crudo, por lo que la devastación nos remite, en propiedad, al ensayo de una modalidad francamente demencial, teniendo a Miraflores como la vistosa y temible garita en un país de reclusos.

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Ilustración: Alonso. Economía Hoy, Caracas, 1991.

 


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