Basura, moscas y política
Escrito por Antonio José Monagas | X: @ajmonagas   
Domingo, 14 de Enero de 2018 06:14

altEl origen del socialismo, en los umbrales del siglo pasado, no pudo contener la vorágine que su propia representación determinó a fin de contrarrestar

las determinaciones que impulsaba el capitalismo desde su cuna geopolítica, la Europa Occidental. Este problema, nunca fue atendido por réplicas cuyas deficiencias teóricas obligó a capitular imposiciones y gestiones subscritas por la noción primigenia del socialismo. Así surgió en Venezuela un remedo de socialismo que al pretenderlo apegado a las exigencias del siglo XXI, se cayó de bruces estropeando todo lo que estaba en mitad de su camino. Ni siquiera pudo lidiar con su sombra. 

Así nació el proyecto que contaminó al sistema político venezolano. Éste, aún cuando con carencias y limitaciones, en virtud del impudor de la dirigencia política que presumió actuar de cara a las motivaciones de postulados y criterios del capitalismo, alcanzó a sacudir el pensamiento político de gobernantes cuyos discursos anunciaban una “democracia participativa y protagónica”. Así como otras tantas sandeces ideológicas que sólo sirvieron para rellenar espacio en las líneas de la Constitución de la República sancionada el quince de Diciembre, de 1999.

La inercia que su impúdica avalancha produjo, sobre todo a nivel de aquella parte de la sociedad que no contaba con educación política, ni con el civismo que requería la transformación social y económica de un país, indujo un comportamiento social alejado de una convivencia aceptable. Sin embargo, más que eso, el país comenzó a declinar en sus más importantes indicadores. Por tanto, indicadores en lo político, administrativo, económico, social, cultural, educacional, por mencionar algunos, se vinieron a menos. 

Así que luego de tantas declaraciones que intentaban encubrir el desastre que venía colándose por debajo de tanto adorno con el cual pretendía acicalarse lo escabrosa que ya estaba Venezuela, se afianzaron vicios propios de conductas insanas por causa de una desmedida corrupción que cundía por todos lados. Pero también de hábitos adquiridos en respuesta a la destemplanza de un modelo socioeconómico que no consideraba otra cosa que no fuera el populismo servil, fanfarrón y mugriento.

Cada vez que ese pueblo subordinado y hasta “militarizado” se sentía desenmascarado o desplazado del poder político que presumía en sus manos, asumía un soez comportamiento. Protestaba ensuciando calles y avenidas, pintando paredes o fachadas. O desvergonzadamente, afectando la propiedad privada saboteando el funcionamiento institucional. Invadiendo o saqueando lo posible. Todo con el consentimiento de fuerzas del orden público. O sea, con impunidad de por medio. 

Pero lo peor, fue que tanta iniquidad se convirtió en ejercicio de ofensiva y contraofensiva “revolucionaria”. Hoy día, tal práctica se hizo vicio. Y esa misma población, somatizó tan desvergonzada actitud que riñe con la convivencia ciudadana que ahora es casi rutinaria. Las calles se volvieron depósitos de basura que llaman moscas, pestilencia y enfermedades. Además que exponen al país a una horrible referencia propia del más atrasado subdesarrollo. Es el problema del absurdo vínculo: basura, moscas y política.


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