El nombramiento de la nueva directiva de la Asamblea Nacional, cuyas sesiones ocuparan el año en curso, incentiva

algunas razones para aludir el problema que busca tratarse cuando cualquier venezolano se pregunta: si el país se encuentra descapitalizado políticamente. Bien porque la crisis política sigue recrudeciéndose. O porque la economía comenzó a atropellar lo que hasta hace poco quedaba de Venezuela en materia de finanzas públicas. Y cuyo perjuicio alcanzó a la población en general.

El problema propiamente, intenta cuestionar el papel de los líderes de partidos cuyas banderas ondean la significación de la democracia como sistema político. Aunque deben notarse excepciones que han sabido contrarrestar las dificultades ocasionada por la autarquía de un régimen autoritario que raya con el que caracteriza una pestilente tiranía, el liderazgo esperado sigue sin dar exacta cuenta de lo que sus discursos tranzaron de cara a un país donde las oportunidades beneficiarían por igual a todo venezolano de convicciones democráticas y de reconocida honestidad y moralidad. Pero así no ha sido.

Las realidades políticas lucen agoreras. Aún cuando los escenarios han cambiado, dada la incidencia de nuevas variables políticas, económicas y sociales, el problema de la descapitalización política, con profundo impacto en el devenir socioeconómico venezolano, continúa marcando la cotidianidad nacional. El populismo, y la demagogia envolvió al país. Sumado este problema a la incultura de un venezolano resignado, o de otro de sumiso comportamiento por pusilánime o taimado, el desastre que dicha situación ha provocado tiene dimensiones inimaginables. Además, incuantificables. 

No obstante, los pretextos son infinitos. O como quien dice “desde que las excusas se inventaron, nunca nadie queda mal”. Sólo que luego de cualquier análisis, por elemental que sea, los resultados hablan de la indolencia que asoma dicho liderazgo. Las inferencias revelan comprometidas reivindicaciones indicativos del desgano, displicencia o negligencia de estos denominados líderes de oposición democrática. Líderes que así se intitularon, sin siquiera tener algún conocimiento de teoría política, teoría económica o teoría social. Les bastó considerarse autodidactas, para ufanarse de manejos reservados a estudiosos consecuentes y metódicos de problemas caracterizados por variables de procedencia coyuntural o estructural. 

Pero que como problemas de insidiosa recurrencia, son de obligado estudios. Más aún, son de inmediata consideración. Pues hacerlos morosos de urgentes aplicaciones y exabruptos cometidos, devinieron en mayores cataclismos políticos y económicos para el país. Por eso, es propio preguntarse si acaso está Venezuela: ¿políticamente descapitalizada?