Dr. Rafael Caldera |
Escrito por Roberto Olivares |
Jueves, 24 de Diciembre de 2009 20:30 |
Con la muerte del doctor Rafael Caldera, se sella una etapa de la vida política venezolana. Para algunos fue un gran estadista y visionario, para otros, fue un hombre soberbio y obcecado. Personalmente, creo que Caldera fue de todo un poco y los calificativos positivos, o negativos para describirlo, en realidad no vienen al caso en este momento. Si hay algo que no se puede discutir acerca de su legado, es que fue uno de los padres de la democracia venezolana, y por ende, de la democracia latinoamericana. En la Venezuela pre-comunista, castro-chavista y dictatorial de hoy en día, seguramente su muerte será celebrada con regocijo y reconcomio por ambos bandos del espectro político, pero sobre todo, por los venezolanos de oposición, que carecen de memoria histórica. Según la mayoría de los opositores, Chávez llegó al poder gracias al indulto que le diera Caldera; cosa totalmente cierta, pero lo que no dicen, es que el país clamaba a gritos ese indulto presidencial, que más tarde se convertiría en el cataclismo político más horrendo de la historia política venezolana. Recuerdo muy bien como retumbaban las cacerolas a lo largo y ancho de la patria, exigiendo la liberación de los golpistas. Se hablaba de un paro cívico general, de rebelión social, y hasta de una Constituyente para barrer con los corruptos de AD y COPEI, tal y como lo instruía el militar golpista desde la cárcel de Yare. Caldera sencillamente le dio al pueblo lo que exigía, interpretó el sentimiento mayoritario de la población, y actuó en consecuencia. Sino lo hacía, se lo “raspaban” a él también, y el héroe del museo militar se hubiese encaramado en la silla de Miraflores a como de lugar. No es cuento, es historia. ¿Qué tal y si Chávez hubiera salido mansito y hubiese hecho todo lo que prometió? Estuviéramos entonces todos llorando ahorita, y dándole las gracias a Caldera por haber indultado al gran mesías latinoamericano. Lo que pasa es que el gallo nos salió “pataruco”, y ahora toda la culpa es de Caldera. Para juzgar, decretar y emitir juicios severos, hay que tener memoria histórica, sobre todo en una coyuntura estructural tan apocalíptica; como la que vive hoy en día Venezuela. Caldera no fue el culpable, fue parte del problema. Uno de sus defectos más severos, fue el de creerse insustituible y no permitir que sus pupilos, entre ellos Oswaldo Álvarez Paz, lo reemplazaran. Calamidad histórica que se ha vivido y se sigue viviendo en Venezuela y Latinoamérica, los dinosaurios políticos no permiten que las generaciones de relevo surjan como debería ser, y que las sociedades se modernicen paulatinamente. Para entender mejor este punto neurálgico, sólo haría falta echar una miradita a la lista de los candidatos de oposición, que serán lanzados al ruedo por la dirigencia para las “pestilentes” dizque elecciones parlamentarias del año 2010. Puros viejos y bates quebrados. En fin, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. No creo que el doctor Caldera haya sido tan malo y tan obtuso, como ahora lo pintarán la mayoría de los venezolanos hastiados de la Roboilusión castro-chavista. Les recuerdo que los que votamos por Chávez fuimos nosotros y no Caldera. Sería bueno también mencionar, que los que nos hemos dejado clavar el neo comunismo rastrero de Chávez somos nosotros, Caldera no tiene la culpa de eso. ¿O es qué acaso Caldera también tiene la culpa de que nos hagan fraude en todas las elecciones y sigamos votando como borregos catatónicos? No lo creo. No se puede ser mezquino y hay que resaltar que en su primer gobierno (1969-1974) terminó de derrotar a la guerrilla y pacifico al país permitiéndole a los insurgentes formar un partido político. Igualmente fue firmante del Pacto de Punto Fijo (pacto que sentó las bases de la democracia venezolana a finales de los años 50, tras la dictadura de Marcos Pérez Jiménez) Quizás algunos pensarán que no fue un buen hombre, pero no se puede negar que era un demócrata a carta cabal, y un ser humano extremadamente culto. Es mi deber patriota darle las gracias a Caldera, por haber sido en parte, artífice de la democracia “maltrecha” en la que nací y me crié. Todos tenemos defectos y el negar que Caldera fue un hombre ilustre y democrático, sería una aberración histórica. Caldera se ha convertido en el chivo expiatorio más emblemático de los opositores en la era chavista, y sus despojos mortales chillarán inclementemente ante la cantidad de profanidades que vociferarán en su memoria. Cuando la tempestad haya pasado, la historia le hará justicia. ¡Paz a sus restos! Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla |
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