Un país de emigrantes |
Escrito por Fernando Luis Egaña |
Lunes, 16 de Octubre de 2017 07:32 |
Hasta comienzos del presente siglo, Venezuela siempre fue un país de inmigración. Quizás uno de los más reconocidos y hospitalarios del mundo. Lo que desde luego refuta la cantinela esa de la llamada “exclusión social”, porque por definición un país de inmigrantes es un país de inclusión. Claro que una cosa es la realidad cimentada en hechos, y otra es la percepción de esa realidad. En nuestra patria lo segundo sigue privando sobre lo primero, y distorsiona tanto la comprensión de la historia, que a veces uno se pregunta si tendremos la capacidad y la voluntad de superar tantos equívocos, tantos errores, tanta confusión. Superación que, por cierto, es indispensable para que Venezuela llegue a ser, una vez más, una nación viable y capaz de ofrecer una vida digna a sus habitantes. Es obvio que eso no es así en el presente, y tampoco lo ha sido a lo largo de gran parte de esta centuria. Por eso dejamos de ser un país de inmigrantes para transmutarnos en uno de emigrantes. La emigración venezolana del siglo XXI, masiva y creciente, ¿a cuánto monta? ¿Un millón de personas? ¿Acaso más? Algunos sostienen que el doble. Como en todo o casi todo lo concerniente a Venezuela, o no hay cifras oficiales al respecto, o las que hay no tienen ni un ápice de credibilidad. La llamada "revolución" ha creado una estampida de venezolanos, en gran medida integrada por profesionales de las nuevas generaciones, es decir, por los llamados a relevar el sostenimiento del país. Es una diáspora dolorosa y con efectos tremendos para el potencial venezolano como nación independiente. Los aliados de la hegemonía, en el variopinto mundo de la "gauche caviar" o del "radical chic", como se dice en ambos lados del Atlántico, no se dan cuenta de eso, o no les importa. Su supremacismo encubierto de solidaridad social, no les permite aceptar la trágica situación que todavía defienden con consideraciones cada vez más insulsas y falsas. Mientras tanto, el grueso de nuestro exilio trata de de sobrevivir en condiciones muy duras, sea en Madrid, Miami, Bogotá o Sidney. Y no se trata de una emigración clasista, que sólo comprenda a la gente con suficientes recursos económicos, sino a prácticamente todos los que se puedan ir, aún en situaciones de franca desventaja. Sí, el que Venezuela sea un país de emigrantes es otro aspecto del legado nefasto de la hegemonía roja.
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