El colapso ¿a quién conviene?
Escrito por Jesús Seguías   
Jueves, 10 de Diciembre de 2009 21:39

altQuisiera creer en la sinceridad del Presidente de la República cuando, de un sólo trancazo, descubrió que la banca privada del país ya no es expropiable, y que puede ser muy útil al país. La verdad es que no es fácil creerle. Cada vez que el presidente se ha visto con la soga al cuello, inmediatamente apela a la cruz de Cristo para jurar que él sí quiere el entendimiento, y, cuando apenas toma aire de nuevo, inmediatamente pasa a la ofensiva y a la radicalización de su revolución socialista (antes era bolivariana). Y todos los que creyeron en su palabra, cayeron por inocentes.

¿Cómo podemos creer en su disposición a entenderse con el sector bancario privado si a la misma vez expropia sin contemplación a los productores privados del campo y a la agroindustria? Cómo podemos evitar preguntarnos ¿Será que pospuso para un mejor momento la expropiación de la banca?

Todos sabemos que él está totalmente convencido de que en su proyecto socialista no hay cabida para el sector privado. Las pruebas son más extensas que el Atlántico. Entonces ¿estamos ante un repliegue táctico?
La importancia de escuchar a Venezuela

Sin embargo, quisiera creerle a Hugo Chávez porque los venezolanos piden (unos abiertamente y otros soterradamente, y todos con claros signos de desespero) un momento de cordura, una señal de paz, y una buena dosis de gobierno.

El presidente tiene la obligación política y moral de escuchar este llamado nacional. Él tiene que cesar sus agresiones al único sector (el privado) que puede dar la cara por los empleos y la economía del país cuando el estado llegó a su punto de colapso. Y él sabe que su gobierno colapsó.

Un colapso que no conviene a nadie
Estas reflexiones las hago con mucha sinceridad porque no creo en la opción medio perversa según la cual mientras más se hunda el país, mejor para la oposición.  Eso, además de perverso, es estúpido, es mediocre desde el punto de vista político, porque si el objetivo es que Chávez salga del poder (lo cual tiene que ocurrir en el 2012, es decir dentro de apenas tres añitos) ¿a quién le tocaría gobernar a un país destrozado, fragmentado y sin garantías ciertas de que tendremos buenos precios del petróleo en ese entonces? Se supone que esa tarea le corresponderá a lo que hoy se define como la oposición.
Además ¿Alguien ha pensado, en su sano juicio,  en el tema de la gobernabilidad que se requiere a partir de 2013 para restituir en un plazo relativamente breve la institucionalidad colapsada, la economía destrozada? Este punto es importantísimo para quienes se obsesionan solamente en la salida de Chávez sin detenerse un minuto a preguntarse “¿Y después de Chávez qué?”. Hacerse la pregunta y dar respuesta convincente es de la más elemental responsabilidad política (en cualquier parte del mundo).
Desmantelar la bomba

Creo que si en algo estamos muy claros los venezolanos, especialmente los de oposición, es que Hugo Chávez montó una bomba nuclear en nuestro país. Y todos deben saber que desmantelarla requiere de la precisión milimétrica de los anti explosivistas. Cualquiera equivocación hará que la bomba nos estalle a todos en las manos. Así que a andar con cuidado. Sin caer en provocaciones infantiles. Sin dejar que la emoción arrope a la razón. Sin apelar a atajos irresponsables.

Lamentablemente, Chávez (y por las razones que sean) ha logrado avanzar mucho en el control de todos los poderes. Lo que nos faltaba era que la propia presidente del Tribunal Supremo de Justicia dijera que la división de los poderes públicos era un estorbo para el estado y que eso había que revertirlo, ¡¡¡y ya lo hizo!!! Y lo dijo asesorada, en clase magistral de por medio, por Rubén Remigio Ferro, Presidente del Tribunal Supremo Popular de Cuba.

Así que lo mejor que podemos hacer los venezolanos, en los próximos tres años, es actuar proactivamente, rogar que el país no se desplome de manera catastrófica y que Hugo Chávez pueda llegar, aunque sea con la lengua afuera, hasta el 2012, que salga derrotado a punta de votos, y que asuma personalmente toda la responsabilidad del mayor desastre gubernamental de nuestra historia. Es lo que más conviene al país entero.


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