Con la lupa de un referendo
Escrito por Guillermo Martín | @guimarcastel   
Martes, 01 de Agosto de 2017 05:35

altSi el Gabriel García Márquez de un universo paralelo estuviese vivo y lúcido, podría dictar –muy a su pesar- otra versión de “Cien años de soledad”,

inspirada en el absurdo homenaje que el régimen pretende hacerle a la revolución bolchevique a un siglo de su estallido. No crea usted que la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) es nada más que la tabla de salvación a que se aferran Nicolás Maduro y su séquito, o la piedra filosofal con que Diosdado Cabello pretende transmutar la butaca del presidente del hemiciclo parlamentario –ahora del de la ANC- en la silla de Miraflores.

Cabe advertir que esta ANC, impuesta a fuego y sangre, estaba prevista desde la propia Constitución de 1999. Sí, como está leyendo: tanto la enmienda como la reforma, modificaciones parciales a la Constitución, contemplan más requisitos que un proceso constituyente, incluyendo referendo aprobatorio para ambas. Además, como los consejos legislativos de los estados no tienen iniciativa de convocatoria constituyente, pero sí los concejos municipales, no es de extrañar que la circunscripción territorial fuese el municipio y no el estado.

Entérese que la Constitución soviética de José Stalin en 1936 y la de Cuba, impuesta por Fidel Castro en 1976, requirieron 18 años de gestación. Por eso, cuando algunos voceros de la oposición comenzaron a hablar irresponsablemente de una salida constituyente ¡desde diciembre de 2015!, Maduro no tuvo que escuchar mucho las sugerencias de un comunista fanático para convocar su propia ANC. Ese asesor radical no sería otro que su “Jesucristo de la economía”: Alfredo Serrano Mancilla.

El personaje tiene el suficiente conocimiento dogmático e histórico para engatusar al heredero político, que tiene bigote y cuyo liquiliqui le hace ver más como Stalin que como Ezequiel Zamora; lo demás ha sido producto del agravamiento de la crisis, la desesperación de la cúpula y el cinismo adulador del directorio del Consejo Nacional Electoral (CNE), el mismo órgano que torpedeó la urgente convocatoria del referendo revocatorio presidencial.

 

1.- El julio plebiscitario: hechos y cifras

En Venezuela, las últimas dos semanas han estado marcadas por consultas irregulares y “sobrevenidas”; es decir, programadas sobre la marcha. En todo caso, ambas advierten sobre la laxitud de nuestra cultura institucional. Dicho de otro modo, Venezuela es, como el Carabobo descrito por el lema de la dinastía Salas, “el territorio de lo posible.”

Tras ser anulada en frustrantes intentos de diálogo, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) apostó por una consulta unilateral, a espaldas del CNE, y teniendo como testigos de excepción a rectores de prestigiosas universidades. Con tres preguntas cuyo alcance era demasiado amplio en términos de competencia, se trató de evidenciar tanto el rechazo hacia una nueva ANC como hacia el régimen.

De cualquier manera, el 16 de julio, más allá de la ambigüedad jurídica y la imposibilidad real de hacer valer el mandato plebiscitario, la MUD superó con creces las limitaciones logísticas y la carencia de campaña: según los testigos académicos, más de 7 millones 500 mil votos durante una jornada caracterizada por el civismo y la alta afluencia en los “puntos soberanos”, en contraste con el improvisado e imperceptible simulacro de votación por la ANC.

Otra historia, muy lamentable, fue la ocurrida el 30 de julio. Desde la víspera, se trató de una jornada tensa y violenta, caracterizada por altísima abstención y con procedimientos mucho más cuestionables que la consulta de la MUD: voto doble (territorial y sectorial) para algunos electores, candidatos desconocidos, campaña mediante transmisiones en cadena, posibilidad de sufragar en cualquier centro de su municipio, ausencia del registro electoral permanente y veto a la prensa, que debía “cubrir” cada centro electoral ¡a una distancia de medio kilómetro y sin drones!

Esta vez lo que sí se cuestiona a la MUD es su indefinición sobre estar o no en las calles, así como el comportamiento de los “comités de rescate de la democracia”; en tiempos tan álgidos no se puede improvisar ni dar tantas instrucciones a través de múltiples voceros: el pasado domingo hubo 15 víctimas de asesinato, 14 de ellas manifestantes, y dos atentados explosivos contra la fuerza pública en plena vía, incluso el lanzamiento de dos granadas fragmentarias en un centro electoral. Sobra decir que el régimen practica y fomenta la violencia, porque es lo único que sabe hacer, pero también se le va de las manos. Por añadidura, si no se intimidaba ni obstaculizaba el tránsito (prácticas de la ultraizquierda hace cinco décadas), menos excusas habría tenido el régimen para justificar la abstención.

1.1.- La mujer que calculaba

Si Beremiz Samir, el protagonista de cierta novela del brasileño Malba Tahan, era capaz de contar multitud de aves en pleno vuelo o multiplicar herencias al instante, Tibisay Lucena no tiene nada que envidiarle con sus famosas “tendencias irreversibles”, esas que ha aprendido a manejar durante los 14 años que ya lleva su mandato provisional, nombrada por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en 2003, bajo supuesto de omisión legislativa.

Las mismas tendencias que ella aprendió de Eduardo Semtei (“¡El 28, el 28, el 28!”), en su primera etapa en el CNE, desde diciembre de 1999 a junio de 2000, cuando integró el directorio legado por aquella ANC. Por ende, ¿acaso extrañó que al filo de la medianoche Lucena afirmara que el oficialismo había obtenido 8 millones 89 mil 320 votos; una jornada con un supuesta participación de 41,5%?

Recuérdese que, poco después de mediodía, Julio Borges, presidente del parlamento, advirtió que el CNE anunciaría una votación de 8 millones y medio, lo cual ya era impensable dada la poca afluencia ciudadana. Claro, había que darle al régimen cifras mucho mayores que las ofrecidas por la MUD, que no contó con la logística y organización del CNE. Al cierre de la jornada para elegir la ANC, el balance de la MUD fue presentado por el diputado Henry Ramos Allup: 2 millones 483 mil personas, es decir, apenas 12,4% de participación.

1.2.- Pequeños detalles, grandes diferencias

La Constitución de 1961 no permitía convocar una ANC y ello se hizo vía jurisprudencia y plebiscito; a su vez, la Constitución de 1999 exige más requisitos para realizar modificaciones parciales a su articulado que para convocar al poder constituyente originario, el cual es visto como absoluto. Además las legislaturas de los estados que integran la República tienen menos facultades que los ayuntamientos, contradiciendo –como la eliminación del Senado- la ficción del federalismo.

Como se ha dicho en entregas previas, el pleonasmo referendo consultivo (artículo 71º constitucional) es un plebiscito, una consulta cuyo resultado no implica mandato sino sugerencia. Lo que distingue el plebiscito del referendo –consulta cuyo resultado debe obedecerse- es un par de condiciones: a) el voto mayoritario claro por una de dos opciones (a veces, se exige mayoría calificada y no la mitad más uno); y b) la participación de al menos la mitad del electorado. En consecuencia, en el peor de los casos, con abstención de 50%, la cuarta parte de los electores aprobaría una iniciativa.

Esta acotación importa cuando se compara la jornada del 30 de julio con el proceso constituyente de 1999. Entonces hubo tres comicios: un referendo para convocar la ANC y otro para ratificar la Constitución; como intermedio, las elecciones de diputados.

Dado que el CNE no consultó a la ciudadanía sobre si estaba de acuerdo con convocar la ANC, sino que organizó directamente el proceso para asignar los 545 escaños, conviene recordar cómo fue el antecedente de la ANC promovida por Hugo Chávez. De entrada, el contexto era muy distinto: Chávez, de innegable carisma, basó su campaña presidencial en la ANC como única oferta; la democracia de “Puntofijo” estaba muy cuestionada y el ingreso petrolero había caído muchísimo.

En otras palabras, la ANC, figura planteada desde fines de los ochenta, era vista por mucha gente como la panacea o la gran esperanza; ahora la propuesta de Maduro surge en pleno desgaste del régimen tras 18 años, los últimos cinco caracterizados por mayor inflación, desempleo, escasez, desabastecimiento e inseguridad.

Por otra parte, tanto Chávez como Maduro han gobernado con sendas leyes habilitantes y sus resultados macroeconómicos han sido desastrosos. Desde 1999, con la ANC, hasta diciembre de 2015, el oficialismo tuvo mayoría parlamentaria y a partir de 2000 ha contado con la mayoría de gobernaciones y alcaldías, aunado a varios años de bonanza petrolera. El discurso inicial de Chávez, respecto a que no le dejaban gobernar, a Maduro casi nadie se lo compra; así que exigir una ANC plenipotenciaria –cuando se ha tenido poderes especiales por más de año y medio, minimizando las facultades del parlamento- es el colmo del cinismo.

Volviendo a 1999, cuando Chávez estaba en la cresta de la ola, el plebiscito (25 de abril) avalado por la Sala Político-administrativa de la Corte Suprema, con base en la Ley orgánica del sufragio y participación política, se tradujo en la convocatoria de la ANC y la aprobación de sus bases comiciales en una jornada donde hubo 62,4% de abstención. Como la opción “sí” a la convocatoria tuvo 87,8% de votos, el respaldo a la ANC fue sólo de 33% del padrón electoral, un tercio de la ciudadanía. En realidad, la gran oferta de campaña de Chávez, el líder carismático indiscutible del régimen, no habría aprobado el examen si las condiciones no hubiesen sido tan flexibles, de haberse tratado de un auténtico referendo.

Nótese la diferencia entre el citado proceso constituyente y la convocatoria a un referendo revocatorio y la revocación efectiva del mandato (artículo 72º constitucional más fallo judicial); es decir, a solicitud de un mínimo de 20% del electorado, tras la primera mitad del mandato, siempre y cuando a) la revocación sea avalada por un número mayor o igual de votos que los obtenidos por el funcionario en su elección, con participación de al menos la cuarta parte del electorado, y b) interpretación de la Sala Constitucional, los votos por la revocación superen a los que se oponen. El propio Hermann Escarrá advirtió entonces que si la Sala Constitucional no hubiese fallado sobre la materia, Chávez habría sido revocado en 2004.

Ahora bien, la participación en los comicios para elegir diputados a la ANC de Chávez (25-7-1999) fue 46,2% y durante el referendo que ratificó la Constitución (15-12-1999), 44,4%. No obstante, la Constitución fue ratificada con el 71,8% de votos; es decir, sólo 32 de cada 100 electores aprobaron la actual Carta Magna. Tampoco habría superado los requisitos de un referendo serio.

Dado esto, cabe preguntar: ¿acaso un régimen con 18 años de desgaste y un presidente impopular podrían superar el apoyo minoritario que en su día tuvo la ANC impulsada por el carismático Chávez? La respuesta es no, aunque la encuesta de Hinterlaces, presentada por José Vicente Rangel en su programa del 9 de julio, arrojase que 54% de su muestra –que no de los venezolanos- apoyaba el proceso constituyente por aquello de proteger los “logros sociales de la revolución.” Cabe destacar que la abstención reconocida implícitamente por Lucena (58,5%) supera por pocos puntos al porcentaje de apoyo que anunciaba la firma de Oscar Schemel. Moraleja: Desconfíe de un consultor postulado a candidato; bien lo dijo cierta fuente: hay quienes hacen “matemágica” y argumentan con “matepájica.”

 

2.- Los números que los dirigentes parecen ignorar

En las últimas horas, varios países han expresado su desconocimiento a la ANC. Sin embargo, ello no ha hecho recapacitar al oficialismo sobre sus intenciones de disolver el parlamento e intervenir al Ministerio Público; es decir, de arrasar con la oposición y la disidencia.

De cualquier manera, más allá de la eventual expulsión del MERCOSUR –el aislamiento comercial del bloque- hay que preocuparse por el probable bloqueo que aplicaría Estados Unidos a las exportaciones petroleras e importaciones de gasolina por parte de PDVSA. Adviértase que dos tercios de la gasolina consumida en Venezuela provienen de Estados Unidos y, pese a ello, se trata de un rubro casi gratuito.

Asimismo, el control cambiario se mantiene mientras que el dólar paralelo se sigue disparando. En suma, los factores que distorsionan la economía y alimentan la hiperinflación –junto a la emisión de billetes sin respaldo-, serían estimulados por la incertidumbre que producirá la ANC, cuyo poder absoluto es tan limitado que nada puede hacer contra las leyes del mercado y, sobre todo, el sentido común. Por más que se decrete expropiaciones o confiscaciones, nadie produce ni comercia para perder; la tierra y las empresas sólo generan ganancias en manos de quienes conocen cada rubro y tienen capital e iniciativa para asumir los riesgos correspondientes.

Hace casi 23 años, durante su discurso de graduación, una amiga y colega, chavista desde 1998, advirtió que 70% de pobreza era más que una cifra, en el sentido que el padecimiento de los pobres no podía reducirse a la frialdad de los números. Sin embargo, sin estadísticas verosímiles ni transparencia, tampoco podría formularse políticas públicas –producto del debate y acuerdo entre autoridades y ciudadanos- que permitan superar los rezagos sociales y los déficits de infraestructura y servicios.

De hecho, los indicadores de criminalidad; desempleo; emigración calificada; estado de la vialidad, y redes de electricidad, agua potable y telecomunicaciones; mortalidad infantil; maternidad adolescente; así como los casos de desnutrición, síndrome de inmunodeficiencia adquirida, enfermedades crónico-degenerativas, difteria, fiebre hemorrágica (de Guanarito), malaria o dengue; no son números fríos, sino una auténtica papa caliente.

En suma, ¿qué podrá hacer un decreto constituyente contra una epidemia, un desastre natural o una explosión social? Ojalá que no se llegue a dichos escenarios, mucho menos a una guerra civil. Sin planes ni recursos, un eventual gobierno de transición tampoco podría sobrevivir en tales casos.

 


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