Comunicar la crisis humanitaria
Escrito por Carlos Colina | @CarlosColina7   
Domingo, 16 de Julio de 2017 06:33

altDesde el punto de vista estrictamente semántico, la expresión crisis humanitaria es lógicamente incoherente, si es que en dicho plano podemos aspirar a ser precisos.

De hecho, se cita como un ejemplo destacado de oxímoron, que el DRAE define como la combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras de significado opuesto, que terminan generando un nuevo sentido. Crisis, en este caso, es sinónimo de catástrofe, que el citado diccionario define como un suceso que produce destrucción o daño; y humanitario, es quien o aquello “que mira o se refiere al bien del género humano”. La palabra humanitario significa bondadoso, solidario, y entonces, resulta un contrasentido en el cotexto de un suceso lamentable. Algunos autores han expresado que podría hablarse más bien de crisis humana pero el término en cuestión ha terminado siendo válido por su utilización generalizada y el uso asentado en el derecho internacional comparado (humanitario). Se acepta también como una elipsis de una crisis que requiere de la asistencia humanitaria.

La pertinencia académica de la categoría de crisis humanitaria posee varias aristas y de ello tienen mucho que decir los expertos en salud pública y nutrición. Por cierto, algunos prefieren la expresión emergencia humanitaria. Podemos adelantar que si usamos indicadores cuantitativos de tipo operacional, el tema podría ser controvertido en alguno de los sectores, pero cabría preguntarse, asimismo, si una consideración sectorial es válida para una crisis de este tipo.

Según la definición marco del informe Alerta! sobre conflictos, derechos humanos y construcción de paz, de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, se trata de una situación “en la que existe una excepcional y generalizada amenaza a la vida humana, la salud o la subsistencia” (citado por Toledano, 2013). Igualmente, el concepto de crisis humanitaria de la ONU está vinculado a situaciones de emergencia que se generan a partir de desastres naturales o humanos (conflictos armados, guerras, revoluciones) que ponen en riesgo la vida de millones de personas.

En el contexto nacional, podemos decir que es una categoría sensible, porque supuestamente aludiría a una situación extrema y sesgadamente negativa, pero no siempre es así. “Calificar una crisis de humanitaria no es siempre una tarea sencilla, pues el adjetivo se emplea en ocasiones para justificar acciones armadas (Kosovo o Somalia) y minimizar la realidad de las masacres de civiles (Bosnia) o genocidios (Ruanda)…” (Toledano, 2013). Es decir, no solo se ha usado para maximizar, como indican algunos, también se ha empleado para minimizar situaciones.

Dentro de la tesis de la conspiración de la ideología antimperialista del oficialismo, la crisis humanitaria es un concepto de la denominada guerra no convencional. Según el dogma de marras, estaría incluida como una fase decisiva en el Manual TC 18-1 de las Fuerzas Especiales del Pentágono, en continuidad con un conjunto de operaciones de sabotaje económico y político (S/a, 2016b). La neomentira de la “Misión Verdad”, de cuyo portal hemos entresacado esta tesis ideológica, niega e invierte la realidad al imputarle a factores externos una responsabilidad interna, es decir, la continuada implementación de políticas económicas nefastas, propias del estatismo y rentismo tradicional, combinadas con medidas del socialismo real, a saber: expropiaciones, centralización y anulación del mercado. El marxismo adelanta a nivel macro social, lo que cierto psicoanálisis realiza a nivel psicosocial: explica y responsabiliza a la otredad de lo que somos por nuestros propios aciertos y errores.

De cualquier modo, las academias venezolanas se pronunciaron recientemente sobre la grave situación real del país, en un comunicado público, en los primeros días de julio de 2017. Ahora bien, si la crisis humanitaria puede ser analizada y fundamentada desde la academia, tiene un claro y marcado carácter político.

En esta dirección, nuestra Asamblea Nacional ha emitido dos declaratorias de crisis humanitaria, la primera, en el sector de la salud pública, el 26 de enero de 2016 y la segunda, en el sector alimentario, el 14 de marzo de 2017. En el primer sector se señala la escasez de medicamentos, insumos médicos y las precarias condiciones de infraestructura hospitalaria. El segundo sector se enmarca en una crisis social aguda, sin precedentes en el país.

De igual modo, el día 10 de agosto de 2016 el secretario general de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, afirmó que nuestra nación atraviesa una crisis humanitaria en la que las necesidades básicas del venezolano no pueden ser cubiertas, a saber, la comida, el agua potable, la sanidad y la vestimenta, entre otras.

La profunda crisis que presenta el sistema de salud pública y la inseguridad alimentaria severa de la población venezolana es solo una dimensión de una crisis global que involucra dimensiones políticas, económicas, sociales, jurídicas, médicas y sanitarias. Cabe acotar que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela articula e interrelaciona las dimensiones aludidas cuando define los derechos correlacionados con estos ámbitos, vulnerados, por cierto, en el régimen actual.

En efecto, la crisis específica aludida evidencia la conculcación sistemática y continua de derechos establecidos en la constitución vigente (1999), a saber, la seguridad alimentaria consagrada en el artículo 305, la salud como derecho social fundamental, establecido en el artículo 83; y el inviolable derecho a la vida, establecido en el artículo 43 de nuestra carta magna. Numerosos compatriotas han fallecido o están muriendo ahora por falta de insumos, medicamentos, atención inadecuada, crisis hospitalaria o hambre.

Por una parte, el derecho a la alimentación está incluido en el artículo 305 del capítulo I, Título VI, denominado “Del régimen socio-económico y la función del Estado en la economía”. Dicho derecho se relaciona entonces con la seguridad alimentaria, es decir, con políticas económicas relacionadas con la producción agropecuaria interna y las medidas estatales tendentes hacia el logro de niveles estratégicos de autoabastecimiento, ausentes en el denominado socialismo del siglo XXI. A continuación, citemos el mencionado artículo constitucional:

Artículo 305. “El Estado promoverá la agricultura sustentable como base estratégica del desarrollo rural integral a fin de garantizar la seguridad alimentaria de la población; entendida como la disponibilidad suficiente y estable de alimentos en el ámbito nacional y el acceso oportuno y permanente a estos por parte del público consumidor. La seguridad alimentaria se alcanzará desarrollando y privilegiando la producción agropecuaria interna, entendiéndose como tal la proveniente de las actividades agrícola, pecuaria, pesquera y acuícola. La producción de alimentos es de interés nacional y fundamental para el desarrollo económico y social de la Nación. A tales fines, el Estado dictará las medidas de orden financiero, comercial, transferencia tecnológica, tenencia de la tierra, infraestructura, capacitación de mano de obra y otras que fueren necesarias para alcanzar niveles estratégicos de autoabastecimiento...”.

Por otra parte, el Derecho a la Salud se incluye en artículo 83 del capítulo V, denominado “De los derechos sociales y de las familias”, inserto a su vez en el Título III “De los deberes, derechos humanos y garantías”. Citemos también textualmente dicho artículo constitucional:

Artículo 83. “La salud es un derecho social fundamental, obligación del Estado, que lo garantizará como parte del derecho a la vida. El Estado promoverá y desarrollará políticas orientadas a elevar la calidad de vida, el bienestar colectivo y el acceso a los servicios. Todas las personas tienen derecho a la protección de la salud, así como el deber de participar activamente en su promoción y defensa…”.

Además, podemos mencionar los artículos 84, 85 y 86, los cuales responsabilizan al estado de las políticas públicas de salud y seguridad de los venezolanos.

Ahora bien, tal como indicábamos previamente, estos derechos constitucionales se están vulnerando actualmente en el país. La Encuesta nacional de condiciones de vida señalaba que, para el año 2016, los hogares en situación de pobreza (de ingreso) alcanzaban el 81,8 % de la población, con un 51,51% en pobreza extrema. (Encovi, 2016; UCAB-USB-UCV). Se constata el paso de la pobreza coyuntural a la pobreza estructural, que aumenta significativamente con el despunte de la pobreza crónica (38%). Las misiones son el centro de la política social, pero han tenido problemas de cobertura y focalización. La mayoría de la población no tiene acceso a dichas misiones, hay pobres que no se benefician y no pobres que se benefician.

En realidad, la depauperación generalizada de la población no puede ser interpretada adecuadamente sin una perspectiva de derechos humanos. Este el punto de vista a partir del cual el Instituto Interamericano de Derechos Humanos aborda el fenómeno de la pobreza. Esta última afecta la dignidad de las personas y está ligada de manera interdependiente al irrespeto de otros derechos humanos. Opuestamente, en un país democrático donde se respete el derecho a la información, es poco probable que se presente una hambruna, porque la denuncia de los medios presionaría para que se adopten las medidas de mitigación necesarias.

Las conclusiones de Encovi 2016 señalan las peores condiciones de desprotección de salud desde principios del siglo XX, con una tendencia al deterioro. Más de 63% de la población no tiene planes de seguro de atención médica y muchos otros tienen planes cuya cobertura respondería por apenas unos días o algo más de una semana en un centro de atención médica privada. Ante una enfermedad grave, el destino de la mayoría es el infierno hospitalario público.

Encovi 2016 diagnostica también una inseguridad alimentaria severa. El hambre y la desnutrición son expresiones de una crisis global que se evidencia en la contracción severa de la economía, la inflación, la escasez y el desabastecimiento. Por añadidura, la corrupción se presenta también en la red pública de distribución de alimentos. Igualmente, se ha acentuado la desigualdad en la calidad y la cantidad de la alimentación y se ha producido un descenso brusco en las compras, con un acceso, disponibilidad y seguridad muy comprometida. En el 93,3% de los hogares, el ingreso no les alcanza para satisfacer este rubro fundamental. En un cambio abrupto del patrón de alimentación, los productos proteicos del alto valor biológico son sustituidos por hortalizas y tubérculos. Aproximadamente 9,6 millones de venezolanos ingieren dos o menos comidas al día. El 74,3% de los entrevistados refieren pérdida descontrolada de peso. Estas condiciones terribles del año pasado han empeorado con creces este año con numerosas personas comiendo en la basura de las calles.

Para el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), las tasas de mortalidad materno-infantil en Venezuela, publicadas por el Ministerio de Salud y referidas también al año 2016, evidencian la existencia de una crisis sanitaria en el país. Según el boletín epidemiológico 52 de 2016 la mortalidad infantil subió 30,1% con respecto al año anterior, y la maternal ascendió a 65,79%. Unicef señala el repunte de otras enfermedades como la malaria, difteria, VIH, sarampión, neumonía, HIV-Sida, entre otras.

Ante esta situación límite, ¿qué papel juegan los medios de comunicación? A nivel internacional ha surgido un campo de investigación aplicada que reflexiona sobre el papel de la comunicación en situaciones de crisis, emergencias y catástrofes; naturales o humanas. ¿Cuál es el papel de los medios de difusión masiva y de la televisión en particular en las situaciones de crisis? ¿Cómo se redefine la ética periodística (informativa) en estas coyunturas? ¿Cuál es el peligro de las denominadas crisis olvidadas? ¿Se puede hablar de una crisis censurada en su origen estructural y en su contextualización? Para Francisco Rey Marcos y Jesús A. Núñez Villaverde (2006), los medios en general y la TV en particular, centran su atención en los sucesos y no en los procesos, por ende, la atención que conceden a la cooperación al desarrollo y a las causas profundas y estructurales de las crisis es realmente escasa. Los criterios de noticiabilidad entran aquí en juego.

La importancia de los medios de comunicación en las situaciones de crisis se ve sometida a la misma discusión que se desarrolla en otras áreas en lo referido al poder o influencia de los mass media y de las redes sociales. Es el manido y oscilante debate de los efectos: ora poderosos, ora débiles. En principio, los medios juegan un importante papel en la conformación de la llamada opinión pública y, en muchos casos, inciden ampliamente en el establecimiento de la agenda. Para Pérez de Armiño y Areizaga (2017), influyen en el cómo, cuándo y dónde de las actuaciones de respuesta. Los medios pueden servir a uno de los sectores en conflicto o, por el contrario, ser portadores de una cultura de paz y diálogo. Por otra parte, los medios establecen marcos (frames) desde los cuales las personas de los países desarrollados pueden interpretar las crisis humanitarias, con los consabidos riesgos de estandarización y estereotipación en la representación mediática.

De acuerdo con el llamado efecto CNN, los grandes medios son actores de singular relevancia que condicionan las agendas de gobiernos, agencias y ONGs. Como ejemplo clásico se menciona, sobre todo, el caso de Somalia en los primeros años noventa del siglo pasado. Con una mirada retrospectiva se cita también la hambruna de Etiopía en el año 1984, reportada por la BBC y la NBC. Contrariamente, Gjleten (1998:5, citado por Pérez de Armiño, K. et al, 2017) habla de un efecto CNN a la inversa en EE.UU., donde la sucesión de informaciones negativas y trágicas sobre África produce la denominada fatiga de la cooperación o fatiga de compasión. Se genera la impresión de la futilidad de seguir suministrando ayuda para paliar crisis aparentemente absurdas, irracionales e interminables. En todo caso, nunca la relación entre cobertura mediática y activación de la ayuda humanitaria puede establecerse de manera mecánica y determinista.

En general, la dimensión comunicacional adquiere particular relevancia de cara a la prevención de una crisis, pero también de su seguimiento y monitoreo; y de su evaluación post-factum. Los medios de comunicación y los comunicadores sociales pueden promover y catalizar la acción de ciertos actores, en función de la resolución de la crisis, y coadyuvar a la evaluación de las medidas gubernamentales del caso; si estas se acometen.

“La información es esencial en el proceso de evaluación de daños y necesidades, facilita la coordinación y la toma de decisiones”…(Arroyo, S. et al, 2009: 13). La información es crucial en la reducción de riesgos y lo que es de suma importancia: puede salvar vidas.

Idealmente, la crisis se monitoreará en todas sus fases, inclusive, una vez finalizada, y no solo en los momentos crónicos o agudos, en los que se dispone de información audiovisual espectacular. Asimismo, si es posible, los medios deben adelantarse a la crisis y prevenirla. Una vez producida, colaborarán en la respuesta inmediata a la emergencia; de la mano de los organismos competentes. Es importante acotar que los medios pueden catalizar la participación de los actores dirigida a evitar o reducir las consecuencias negativas de estos eventos. Por cierto, en su guía canónica (Arroyo, S. et al, 2009), la OPS y la OMS enumeran las funciones específicas de los medios de comunicación y de los comunicadores sociales, relacionadas con la labor de los denominados Equipos regionales de respuesta.

Los medios pueden facilitar la respuesta humanitaria, convencer y atraer la atención de donantes y organismos de ayuda, agilizar la canalización de los fondos y, en suma, contribuir a mejorar la calidad de vida de la población. De cara a la transparencia, es crucial el monitoreo de la ayuda.

En la cobertura de las catástrofes, crisis humanitarias o emergencias humanitarias, se pone de relieve el compromiso y responsabilidad social de los medios de comunicación y de los comunicadores sociales.

Algunos autores apuntan hacia el carácter educativo de los medios en estos casos. En realidad, entran en juego todos los elementos genéricos de una necesaria comunicación veraz y oportuna, pero nos interesa enfatizar las peculiaridades de la comunicación en estas coyunturas. ¿En estas situaciones límite, cómo podemos evitar que la imagen denuncia se transforme en una imagen sensacionalista?

Esta última consideración es válida para las crisis de otros contextos. Empero, debido a la censura y autocensura del régimen actual, que establece mecanismos totalitarios de ocultación y distorsión de la información, gran parte de las consideraciones vinculadas con la relación entre medios de comunicación y crisis no se aplican al caso nacional, sobre todo a la televisión. Si en la mayoría de los casos se critica lo que se muestra (como banal, amarillista o espectacular), en el caso nuestro, podríamos apuntar todo lo que se oculta o se muestra solo a partir de indicios. Es así como observamos una suerte de televisión asistencialista y populista que ofrece su servicio público de solicitudes individuales de medicamentos en calidad de donación. El drama sociológico aparece rara vez porque se muestra como un drama individual o psicosocial (familiar). En raras ocasiones indagan las causas y el contexto de la crisis. Tampoco se escucha la voz de las víctimas, tan solo su grito textual desesperado por algún medicamento. De parte del Estado, además de la ocultación, encontramos las llamadas posverdades o neomentiras cuidadosamente construidas.

Como indicábamos anteriormente, revertir la crisis actual es, en gran medida, cumplir con la constitución legítima vigente. Si las políticas del régimen han significado inseguridad alimentaria severa y la crisis humanitaria, la constituyente será, seguramente, la puerta de entrada a la temida hambruna de los socialismos reales. Estas hambrunas no son solamente producto de la ineficiencia económica de los estados totalitarios sino también del control sociopolítico que se ejerce sobre la base de ciertas necesidades básicas de la pirámide de Maslow. El CLAP no es más que otro dispositivo panóptico o instrumento de control sociopolítico. Recibirás o no la bolsa del CLAP dependiendo de tu adscripción política-ideológica y partidista. La gestión del miedo no sóolo se instrumenta de la mano de un narcoestado militar y paramilitar, corrupto y represor, sino de nuestra inseguridad sobre el pan de cada día. Independientemente de la categoría aplicada, esta crisis pone de relieve el principio básico epistemológico de las ciencias sociales. Nuestro objeto no es algo externo y ajeno a nosotros, por el contrario, cada vez es más cercano. El dolor y sufrimiento por esta crisis la vemos y sentimos en un amigo, un pariente próximo y en nuestro propio transitar cotidiano.

La acción humanitaria es necesaria, urgente y perentoria pero no suficiente. No podemos magnificar la contribución real de la ayuda internacional, soslayando las capacidades, recursos y estrategias de afrontamiento que la población, los organismos y los actores locales pueden desplegar para responder a la crisis. Es decir, no podemos estimular formas de ayuda paternalistas, reticentes a la participación de los agentes locales. Según el Diccionario de acción humanitaria y cooperación para el desarrollo del instituto Hegoa (Universidad del País Vasco), no podemos considerar las distintas formas de intervención militar como parte de la acción humanitaria, porque esta última parte de unos principios éticos ligados a la independencia, neutralidad y paz; no compatibles con el uso de la coerción o fuerza (Abrisketa, J. et al, 2007). Otro asunto es la participación de distintas ONGs y de organismos multilaterales en la apertura de canales humanitarios para proveer medicinas y alimentos. Es una demanda de muchos sectores del país a tono con los tiempos de globalización de los derechos humanos.

Finalmente, la resolución de la crisis solo podrá darse con el rescate nacional de la democracia en el país y de todos los derechos establecidos en la constitución que hoy defendemos.

Fuentes consultadas

Abrisketa, Joana y Karlos Pérez de Armiño (2017). “Acción humanitaria: concepto y evolución”. En: Diccionario de acción humanitaria y cooperación para el desarrollo. Universidad del País Vasco. Hegoa. Disponible en: http://www.dicc.hegoa.ehu.es/listar/mostrar/1

Arroyo, Susana; Rodríguez, Martha y Ricardo Pérez (2009). Gestión de la información y comunicación en emergencias y desastres. Guía para equipos de respuesta. Panamá: OPS. Oficina Regional de la OMS. Disponible en: http://docplayer.es/2883303-Gestion-de-la-informacion-y-comunicacion-en-emergencias-y-desastres.html

(S/a, 2011). “Mejorar la respuesta de las Naciones Unidas a las crisis humanitarias”, en el portal Crónica ONU. Disponible en: https://unchronicle.un.org/es/article/mejorar-la-respuesta-de-las-naciones-unidas-las-crisis-humanitarias

(S/a, 2016a). “Ban Ki-moon: En Venezuela hay una crisis humanitaria”, en el portal Noticiero Digital. Disponible en: http://www.noticierodigital.com/2016/08/ban-ki-moon-en-venezuela-hay-una-crisis-humanitaria-y-la-onu-esta-lista-para-ayudar/

(S/a, 2016b). “Crisis humanitaria: un concepto de la Guerra No Convencional”, en el portal de la Misión Verdad. Disponible en: http://misionverdad.com/la-guerra-en-venezuela/crisis-humanitaria-un-concepto-de-la-guerra-no-convencional

Pérez de Armiño, Karlos y Marta Areizaga (2017). “Medios de Comunicación”. En: Diccionario de acción humanitaria y cooperación al desarrollo. Universidad del País Vasco. Hegoa. Disponible en: http://www.dicc.hegoa.ehu.es/listar/mostrar/139

Rey Marcos, Francisco y Jesús A. Núñez Villaverde (2006). Medios de comunicación y organizaciones humanitarias en la respuesta a las crisis. Madrid. Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), La Casa Encendida y la Caja Madrid. Disponible en: http://www.psicosocial.net/grupo-accion-comunitaria/centro-de-documentacion-gac/violencia-y-cambio-politico/medios-de-comunicacion/815-medios-de-comunicacion-y-organizaciones-humanitarias-en-la-respuesta-a-la-crisis/file

Toledano, Samuel (2013). “Los medios ante las catástrofes y crisis humanitarias: propuestas para una función social del periodismo” en la revista Communication & Society. Vol. 26(3). Pamplona: Universidad de Navarra. Facultad de Comunicación. Disponible en: http://www.unav.es/fcom/communication-society/es/articulo.php?art_id=465

Este artículo se nutre de la discusión que se desarrolló sobre el tema con los maestrantes de la cátedra de Teoría Social II (2017-1), de la Maestría en Comunicación Social, Facultad de Humanidades y Educación de la U.C.V.


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