Tantos no pueden estar equivocados
Escrito por Ignacio Avalos Gutiérrez   
Miércoles, 25 de Noviembre de 2009 20:08

altDesde los extremos, la política se ve más simple.  La tarea de pensar el  país se vuelve binaria, una metáfora del interruptor de luz,  on, off,  blanco o negro, nosotros o ellos.   En política el extremismo es, pues,  una posición atractiva, por lo cómoda, destierra la duda y vuelve innecesaria cualquier lectura alternativa sobre la sociedad.

II.
En este contexto, el ni-ni no la tiene fácil.  Es acusado de guabinoso.  De apático.  De tonto útil.  De querer estar bien con Dios y con el Diablo.  De avestruz porque entierra la cabeza para convencerse de que no pasa lo que pasa. De pusilánime  porque no defiende la así llamada revolución bolivariana ni se defiende de ella, es decir, es culpable, a la vez,  de que avance o retroceda, según sea quien lo juzgue.  En fin, el ni-ni es un equivocado y,  para colmo de la mala opinión,  algunos creen que sale ileso de esta situación, e incluso sabe medrar en ella.  

III.
Pero, ojo, en el marco de esta campaña electoral que aún no es campaña electoral, pero que sí es campaña electoral  -cosas de esta Venezuela que ahora tenemos con un grave déficit de rayas amarillas que sirvan para indicar lo que se puede y lo que no - ,  las encuestas indican que los ni – ni vienen pisando duro, son más de la mitad, según los datos, o, en el peor escenario, la minoría más grande.  Se trata, en todo caso, de una población  numerosa, pero realenga y silenciosa, además de muy heterogénea, que  sólo comparte el despecho  por el menú político que se le ofrece.  Y aún cuando es cierto que al final acude a las urnas, lo hace a través de un voto entre perezoso y escéptico, dominado por el criterio del  mal menor, el cual  no augura buenas cosas para el futuro democrático del país porque despide cierto tufillo político, desagradable y  peligroso, al estilo del “que se vayan todos”, puesto en boga en otras partes de la misma América Latina.

IV.
Es que diez años después, no parece que un buen número de venezolanos sienta que vayamos bien por donde vamos. El país se les parece cada vez menos a aquel que despertó sus expectativas, al tiempo que se les asemeja más  al que concitó su rechazo. Mientras tanto, los sectores que adversan al gobierno no terminan de saber cómo se encara la épica ineficiente del Presidente Chávez (empecinado en salvarnos a su manera y  aunque no queramos)  y en materia de inclusión social – el tema central de la agenda política nacional-  aún salen ideológica y emocionalmente reprobados.  

En fin, en el actual contexto nacional, la expansión de los ni-ni es un mal síntoma político que implica dudas e interrogantes que no nos hemos tomado el cuidado de responder.

HARINA DE OTRO COSTAL
Francia logró, y no sé si arrastrándose sea una palabra  generosa para decirlo, su clasificación al próximo mundial de fútbol.  Traicionando su pedigree,  arribó a la instancia del llamado repechaje ( una ñapa que se inventaron con el objeto de  alargar agonías ) a fin de vérselas  con Irlanda.  En el juego decisivo, en plena prórroga, para que no se dijera que faltó el suspenso, el equipo galo consiguió su boleto africano, gracias a la mano de su gran capitán  Thierry Henry, infracción reconocida por el propio jugador, quien pidió perdón por su pecado y llegó a solicitar, incluso, la repetición del partido, a lo cual se ha negado la FIFA, con toda su fuerza vaticana, pontificando que el delito no existió porque no lo vio el referí, única persona autorizada para sancionarlo, no importa - ¿ qué  ética es esa?- que  haya sido mirado y requeté mirado por millones de televidentes.

Por enésima vez regresa a la cancha, entonces, la polémica alrededor del uso de las tecnologías para ayudar a los árbitros. Y mientras otros deportes rompen su tradición y las  introducen  en pequeñas dosis, el fútbol conserva empecinadamente su vieja doctrina, la del discreto encanto del error humano.

El Nacional/OyN


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