Convencionalmente, el Esequibo
Escrito por Ox Armand   
Domingo, 02 de Agosto de 2015 18:34

Convencionalmente, el Esequibo
Ox Armand
El extenso Territorio del Esequibo ha sido una espina clavada en nuestro país después de ser arrebatado por el colonialismo holandés y británico que, en su transitoria ilusión imperial, después de haberse ganado la lotería con la llamada América, no pudieron contener los sucesores de los reinos de Castilla y Aragón. Con las más sórdidas triquiñuelas fue consumado el despojo a finales del siglo XIX y una sabia como paciente política desarrollada por los gobiernos venezolanos de signos encontrados, nos puso en la perspectiva de su recuperación. Y ésta, seamos sensatos, no será posible entrado el siglo XX, a punta de tiros.
Faltaba que apareciera petróleo constante y sonante para que cobrara toda su importancia el territorio en cuestión. Cierto que se trata de exploraciones en las áreas marinas pero la sola noticia de la generosa posibilidad que reportó la Exxon, le concede otra dimensión al problema. Los otros minerales que abundan en tierra firme pueden esperar. Además, ya sabemos de las constantes metidas de pata del gobierno venezolano con el añadido de las declaraciones de Chávez Frías que le dieron una enorme ventaja a Georgetown al soslayar el problema en las relaciones bilaterales. Anti-imperialistamente, como los bolcheviques con Alemania, ha entregado la soberanía nacional y de esto hay testimonios recientes, como el del médico desertor Manuel Caldera que se direccionó a Miami, diciéndonos un peor régimen que el de su natal Cuba. O las oficinas claves de la administración pública donde es visible la presencia de los cubanos. Pero ¿por qué el tratamiento tan convencional del Esequibo?
En efecto, por lo general la prensa está llena de opinantes que ninguna novedad aportan. Parecieran competir por el conocimiento histórico ya consolidado. No ofrecen una documentación inédita o algo que renueve nuestras credenciales históricas. Muy raras veces le dan un matiz diferente a los consabidos alegatos jurídicos y (con las excepciones de rigor) no tienen claro el problema político actual: no otro que  las realidades internas de Venezuela y Guyana que no auspician una solución sensata. Y frente a esos convencionalismos, deseo apuntar a una fuente ciertamente desprestigiada como el parlamento. La que sigue siendo diputada electa por el pueblo, María Corina Machado, está atenta al asunto y sus frecuentes opiniones merecen la atención general. Los diputados de la oposición también han trabajo el asunto con enero, contribuyendo a un oportuno Proyecto de Ley Especial del Estado Esequivo (sí, con “v”). Ella y el grupo de proponentes del proyecto (Andrés Velásquez, Freddy Marcano, Juan Pablo García, entre otros), gozan de autoridad moral para alzar la voz porque visitaron personalmente la tierra esequibana. E intentaron numerosas veces plantear el asunto en la Asamblea Nacional.  Así como fueron hasta allá, consignaron dos años atrás el Proyecto de Ley de Defensa y Promoción de la Fachada Atlántica que, de no haberlo obviado el oficialismo, nos hubiese ahorrado muchos dolores de cabeza. Insistieron en la designación de un representante venezolano a tiempo completo ante la oficina del buen oficiante, cuyo reemplazo exigieron al morir. Ahora, con el estado Esequibo (sic) dan otra solución que tiene la ventaja de reforzar nuestros alegatos y generar situaciones que ni Pompeyo Torrealba ha avistado en nuestra estrategia de reclamación. Al principio me pareció una ocurrencia más que igual sería adscribirle el territorio del Esequibo al Delta o a Sucre. Después lo miré con calma. Y junto al dato histórico del nombre, afloró todo eso que se llama la inejecutabilidad de la entrega territorial y el saneamiento como dinamización del estratégico municipio Sifontes del estado Bolívar que puede convertirse en estado.
Ha faltado imaginación política incluso para oponerse al gobierno de Maduro, señalar sus errores y no caer en la trampa del chauvinismo. Estos parlamentarios de oposición rompen con los convencionalismos.  Y, por lo menos, sus contribuciones merecen una discusión seria y bien responsable.
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altEl extenso Territorio del Esequibo ha sido una espina clavada en nuestro país después de ser arrebatado por el colonialismo holandés y británico que,

en su transitoria ilusión imperial, después de haberse ganado la lotería con la llamada América, no pudieron contener los sucesores de los reinos de Castilla y Aragón. Con las más sórdidas triquiñuelas fue consumado el despojo a finales del siglo XIX y una sabia como paciente política desarrollada por los gobiernos venezolanos de signos encontrados, nos puso en la perspectiva de su recuperación. Y ésta, seamos sensatos, no será posible entrado el siglo XX, a punta de tiros.

Faltaba que apareciera petróleo constante y sonante para que cobrara toda su importancia el territorio en cuestión. Cierto que se trata de exploraciones en las áreas marinas pero la sola noticia de la generosa posibilidad que reportó la Exxon, le concede otra dimensión al problema. Los otros minerales que abundan en tierra firme pueden esperar. Además, ya sabemos de las constantes metidas de pata del gobierno venezolano con el añadido de las declaraciones de Chávez Frías que le dieron una enorme ventaja a Georgetown al soslayar el problema en las relaciones bilaterales. Anti-imperialistamente, como los bolcheviques con Alemania, ha entregado la soberanía nacional y de esto hay testimonios recientes, como el del médico desertor Manuel Caldera que se direccionó a Miami, diciéndonos un peor régimen que el de su natal Cuba. O las oficinas claves de la administración pública donde es visible la presencia de los cubanos. Pero ¿por qué el tratamiento tan convencional del Esequibo?

En efecto, por lo general la prensa está llena de opinantes que ninguna novedad aportan. Parecieran competir por el conocimiento histórico ya consolidado. No ofrecen una documentación inédita o algo que renueve nuestras credenciales históricas. Muy raras veces le dan un matiz diferente a los consabidos alegatos jurídicos y (con las excepciones de rigor) no tienen claro el problema político actual: no otro que  las realidades internas de Venezuela y Guyana que no auspician una solución sensata. Y frente a esos convencionalismos, deseo apuntar a una fuente ciertamente desprestigiada como el parlamento. La que sigue siendo diputada electa por el pueblo, María Corina Machado, está atenta al asunto y sus frecuentes opiniones merecen la atención general. Los diputados de la oposición también han trabajo el asunto con enero, contribuyendo a un oportuno Proyecto de Ley Especial del Estado Esequivo (sí, con “v”). Ella y el grupo de proponentes del proyecto (Andrés Velásquez, Freddy Marcano, Juan Pablo García, entre otros), gozan de autoridad moral para alzar la voz porque visitaron personalmente la tierra esequibana. E intentaron numerosas veces plantear el asunto en la Asamblea Nacional.  Así como fueron hasta allá, consignaron dos años atrás el Proyecto de Ley de Defensa y Promoción de la Fachada Atlántica que, de no haberlo obviado el oficialismo, nos hubiese ahorrado muchos dolores de cabeza. Insistieron en la designación de un representante venezolano a tiempo completo ante la oficina del buen oficiante, cuyo reemplazo exigieron al morir. Ahora, con el estado Esequibo (sic) dan otra solución que tiene la ventaja de reforzar nuestros alegatos y generar situaciones que ni Pompeyo Torrealba ha avistado en nuestra estrategia de reclamación. Al principio me pareció una ocurrencia más que igual sería adscribirle el territorio del Esequibo al Delta o a Sucre. Después lo miré con calma. Y junto al dato histórico del nombre, afloró todo eso que se llama la inejecutabilidad de la entrega territorial y el saneamiento como dinamización del estratégico municipio Sifontes del estado Bolívar que puede convertirse en estado.

Ha faltado imaginación política incluso para oponerse al gobierno de Maduro, señalar sus errores y no caer en la trampa del chauvinismo. Estos parlamentarios de oposición rompen con los convencionalismos.  Y, por lo menos, sus contribuciones merecen una discusión seria y bien responsable.



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