Los abajo-firmantes
Escrito por Ox Armand   
Domingo, 29 de Marzo de 2015 20:12

Los abajo-firmantes
Ox Armand
Lamentablemente, no consigo el viejo artículo de prensa de Joaquín Marta Sosa sobre el abajo-firmismo. Posiblemente, pertenece a aquella etapa inmediatamente posterior a su exclusión de COPEI, tras el escándalo en torno a su nacionalidad, en la que hizo estupendas crónicas de  sociología política que, de un modo u otro, nunca abandonó. El caso es que el apoyo por escrito a una determinada postura, revelador de la firme convicción de los suscriptores, colocados en la prensa como aviso pagado, fiado o gratuito, fue y siempre será un género relevante de la mensajería que no espera a las declaraciones, mítines y otros saraos que ahora se estilan. De estirpe consagrada, hablaban menos las emociones y más las razones que interesaban a determinados e ilustrados sectores, como ahora no lo demandan siquiera las volátiles clases medias que hoy se convencen que no tienen vida al amparo de un régimen que esguazó sus niveles de vida hasta lo indecible. Por lo general, surgía el documento que, en proporción a los participantes, podía sufrir escasas modificaciones sobre el fondo y, excepcionalmente, la forma: a mayor número de firmantes, la pieza se convertía en un mero y comprensible acto de adhesión, susceptible de ulteriores elaboraciones que le dieran una superior especificidad al tema ventilado.  Sin embargo, creo que a esto se refería el poeta hoy numerado en la Academia de la Lengua, el medio sufría de severas distorsiones, porque la sola rubrica decía relevar de toda actividad política concreta al concursante, convertido el documento en un inagotable ejercicio retórico al que perfectamente podía sentirse ajeno el suscriptor a la larga, evidenciando no pocas contradicciones. Además, el nombre más modesto podía hallar cupo en el elenco de los más reconocidos, trastocado el apoyo en un afán de vanidad para los tiempos en que los no resultaba indispensable el número de cédula de identidad, ni siquiera para un nombramiento en Gaceta Oficial, ni había la posibilidad de los actuales portales digitales que, agringados, tampoco lo exigen.
Por supuesto, la difícil posibilidad de publicar los avisos en la prensa (sea convencional o no), por los costos que implica, ha reducido el abajo-firmismo. Aunque (es bueno decirlo) el analfabetismo ideológico y político reinante, no lo espera porque el espectáculo es sólo emoción y la razón raras veces es bienvenida en esta forma (y fondo) que adquirió la discusión de los asuntos públicos en el siglo XXI que una vez esperamos tanto.  Desde la tristemente célebre lista de Tascón, constituye un riesgo añadirse a documentos que, mediata e inmediatamente, atan la suerte personal hasta de los más distraídos curiosos.  Vale más esconderse con pseudónimo, monitor y teclado en mano para hacer oposición o apoyar al régimen, por si acaso pasa, que estampar nombre, apellido y número de cédula en lo que literalmene puede resultar la rifa de un destino desgraciado, ya que no hay reales suficientes ya para irse ni a la cercana Panamá a ensayar otro futuro. La decadencia del género, salvo dos rigurosas excepciones, sabe también de las deserciones, pues, nos enteramos y el propio afectado lo aclaró (o dijo aclararlo), en nombre del equilibro y los buenos modales, que jamás había autorizado estampar su firma en un texto del que renegó, asomando otra modalidad para la captación de los firmantes: pocas veces, realmente firman siendo suficiente el consentimiento telefónico (por una llamada, un pin o un whatsapp) que procura una persona amiga o cercana. Es preferible el garabato al pie que el compromiso moral a distancia. Eso ocurrió con uno de los documentos de la llamada Salida, configurando la primera de nuestras excepciones. Entre otras iniciativas acaso de menor jerarquía, muy distintas a los remitidos de súplica, más que de  advertencia, que publican los gremios empresariales al gobierno (aunque algunos todavía lo hacen para salvar su responsabilidad) fueron hasta hace poco frecuentes los textos (ciertamente arriesgados) que tuvieron por soporte a ciudadanos con nombres y apellidos completos, culminando en un Llamado para la Transicion que, por suficiente y convincentemente representativos, firmó la trilogía del mal (de verdad, verdad para el gobernó) conformada por María Corina, Ledezma y Leopoldo. La otra excepción es la carta promovida incansablemente por el gobierno de Maduro.
Suele ocurrir, sin respuesta real y concreta a la amenaza de un decreto como el de Obama, cernido sobre sus más altos funcionarios, el gobierno ideó una carta pidiendo su derogatoria. Ejemplificado el abajo-firmismo en su mejor y útil empleo, así como pasó con los que solicitaron apoyo para una constituyente, la recolección da ocasión y trabajo para una campaña de actualización (esto es, para sostener la visibilidad, dejando constancia de la existencia de los litigantes más que del litigio político), a falta de actos, iniciativas, diligencias, eventos, acontecimientos cónsonos o correspondientes a lo denunciado o solicitado. Lo que importa es mantener en pie la motivación que se disipa y, esta vez, como en las mejores épocas del bloqueo padecido en Cuba, hay que movilizar a todo el Estado e invertir sus ya precarios recursos para lograr un número de firmas que, por cierto, colocó la canciller Rodríguez en diez millones, tal como diez millones eran las toneladas de azúcar o los votos a los que aspiraron Fidel y Chávez sugiriendo un interés cabalístico al asunto. Escuelas, ministerios, cámaras municipales y hasta la Asamblea Nacional, son escenarios indispensables para pedir la rúbrica y, mucho mejor, someter al escarnio público al que se niegue. La inverificable cifra, presta para la adulteración,  dará oportunidad para las más curiosas escenas, mientras que la población calla, aparentemente resignada, en las colas que (¿era necesario el control biométrico) prometen un insumo indispensable a cambio del número de cédula. Por lo visto, el abajo-firmismo pica y se extiende, en la acalorada versión de un gobierno que tiene un partido de forzados militantes de circunstancias.  Pero cualquier estudiante de derecho puede acudir al famoso libro de Eloy Maduro Luyando (¿seguirá como texto por excelencia en las universidades?) y todo lo que dice sobre la manifestación conciente, voluntaria y convincente de voluntad. Bajo presión, intimidación o coacción esas firmas de la carta para Obama, simplemente no valen. Vale decir, el abajo-firmismo masivo e indiscriminado, es el estadio de completo desprestigio y desaparición del género, porque el miedo no basta para sostenerlo viendo en un trípode (por decir algo) el cañón de un arma.
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altLamentablemente, no consigo el viejo artículo de prensa de Joaquín Marta Sosa sobre el abajo-firmismo. Posiblemente, pertenece a aquella etapa inmediatamente posterior a su exclusión

de COPEI, tras el escándalo en torno a su nacionalidad, en la que hizo estupendas crónicas de  sociología política que, de un modo u otro, nunca abandonó. El caso es que el apoyo por escrito a una determinada postura, revelador de la firme convicción de los suscriptores, colocados en la prensa como aviso pagado, fiado o gratuito, fue y siempre será un género relevante de la mensajería que no espera a las declaraciones, mítines y otros saraos que ahora se estilan.

De estirpe consagrada, hablaban menos las emociones y más las razones que interesaban a determinados e ilustrados sectores, como ahora no lo demandan siquiera las volátiles clases medias que hoy se convencen que no tienen vida al amparo de un régimen que esguazó sus niveles de vida hasta lo indecible. Por lo general, surgía el documento que, en proporción a los participantes, podía sufrir escasas modificaciones sobre el fondo y, excepcionalmente, la forma: a mayor número de firmantes, la pieza se convertía en un mero y comprensible acto de adhesión, susceptible de ulteriores elaboraciones que le dieran una superior especificidad al tema ventilado.  

Sin embargo, creo que a esto se refería el poeta hoy numerado en la Academia de la Lengua, el medio sufría de severas distorsiones, porque la sola rubrica decía relevar de toda actividad política concreta al concursante, convertido el documento en un inagotable ejercicio retórico al que perfectamente podía sentirse ajeno el suscriptor a la larga, evidenciando no pocas contradicciones. Además, el nombre más modesto podía hallar cupo en el elenco de los más reconocidos, trastocado el apoyo en un afán de vanidad para los tiempos en que los no resultaba indispensable el número de cédula de identidad, ni siquiera para un nombramiento en Gaceta Oficial, ni había la posibilidad de los actuales portales digitales que, agringados, tampoco lo exigen.

Por supuesto, la difícil posibilidad de publicar los avisos en la prensa (sea convencional o no), por los costos que implica, ha reducido el abajo-firmismo. Aunque (es bueno decirlo) el analfabetismo ideológico y político reinante, no lo espera porque el espectáculo es sólo emoción y la razón raras veces es bienvenida en esta forma (y fondo) que adquirió la discusión de los asuntos públicos en el siglo XXI que una vez esperamos tanto.  Desde la tristemente célebre lista de Tascón, constituye un riesgo añadirse a documentos que, mediata e inmediatamente, atan la suerte personal hasta de los más distraídos curiosos.  Vale más esconderse con pseudónimo, monitor y teclado en mano para hacer oposición o apoyar al régimen, por si acaso pasa, que estampar nombre, apellido y número de cédula en lo que literalmene puede resultar la rifa de un destino desgraciado, ya que no hay reales suficientes ya para irse ni a la cercana Panamá a ensayar otro futuro. La decadencia del género, salvo dos rigurosas excepciones, sabe también de las deserciones, pues, nos enteramos y el propio afectado lo aclaró (o dijo aclararlo), en nombre del equilibro y los buenos modales, que jamás había autorizado estampar su firma en un texto del que renegó, asomando otra modalidad para la captación de los firmantes: pocas veces, realmente firman siendo suficiente el consentimiento telefónico (por una llamada, un pin o un whatsapp) que procura una persona amiga o cercana. Es preferible el garabato al pie que el compromiso moral a distancia. Eso ocurrió con uno de los documentos de la llamada Salida, configurando la primera de nuestras excepciones. Entre otras iniciativas acaso de menor jerarquía, muy distintas a los remitidos de súplica, más que de  advertencia, que publican los gremios empresariales al gobierno (aunque algunos todavía lo hacen para salvar su responsabilidad) fueron hasta hace poco frecuentes los textos (ciertamente arriesgados) que tuvieron por soporte a ciudadanos con nombres y apellidos completos, culminando en un Llamado para la Transicion que, por suficiente y convincentemente representativos, firmó la trilogía del mal (de verdad, verdad para el gobernó) conformada por María Corina, Ledezma y Leopoldo. La otra excepción es la carta promovida incansablemente por el gobierno de Maduro.

Suele ocurrir, sin respuesta real y concreta a la amenaza de un decreto como el de Obama, cernido sobre sus más altos funcionarios, el gobierno ideó una carta pidiendo su derogatoria. Ejemplificado el abajo-firmismo en su mejor y útil empleo, así como pasó con los que solicitaron apoyo para una constituyente, la recolección da ocasión y trabajo para una campaña de actualización (esto es, para sostener la visibilidad, dejando constancia de la existencia de los litigantes más que del litigio político), a falta de actos, iniciativas, diligencias, eventos, acontecimientos cónsonos o correspondientes a lo denunciado o solicitado. Lo que importa es mantener en pie la motivación que se disipa y, esta vez, como en las mejores épocas del bloqueo padecido en Cuba, hay que movilizar a todo el Estado e invertir sus ya precarios recursos para lograr un número de firmas que, por cierto, colocó la canciller Rodríguez en diez millones, tal como diez millones eran las toneladas de azúcar o los votos a los que aspiraron Fidel y Chávez sugiriendo un interés cabalístico al asunto. Escuelas, ministerios, cámaras municipales y hasta la Asamblea Nacional, son escenarios indispensables para pedir la rúbrica y, mucho mejor, someter al escarnio público al que se niegue. La inverificable cifra, presta para la adulteración,  dará oportunidad para las más curiosas escenas, mientras que la población calla, aparentemente resignada, en las colas que (¿era necesario el control biométrico) prometen un insumo indispensable a cambio del número de cédula. Por lo visto, el abajo-firmismo pica y se extiende, en la acalorada versión de un gobierno que tiene un partido de forzados militantes de circunstancias.  Pero cualquier estudiante de derecho puede acudir al famoso libro de Eloy Maduro Luyando (¿seguirá como texto por excelencia en las universidades?) y todo lo que dice sobre la manifestación conciente, voluntaria y convincente de voluntad. Bajo presión, intimidación o coacción esas firmas de la carta para Obama, simplemente no valen. Vale decir, el abajo-firmismo masivo e indiscriminado, es el estadio de completo desprestigio y desaparición del género, porque el miedo no basta para sostenerlo viendo en un trípode (por decir algo) el cañón de un arma.



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